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La relación entre la psiquiatría y la neurología, que alguna vez fueron una sola especialidad, ha sido problemática por más de 50 años. Con el surgimiento de muchas teorías sobre la naturaleza de la vida mental y de la mente, aparecieron también sistemas correspondientes para el tratamiento de la enfermedad psiquiátrica. La mayoría de estos sistemas, tipificados por el psicoanálisis, parecía tener poco en común con las ideas neurológicas sobre la estructura y función del cerebro. Liberada del arquetipo de la enfermedad mental principal que era resultado del daño estructural al cerebro, la paresia general sifilítica, la psiquiatría pudo enfocarse en aspectos que estaban menos anclados en la medicina. Con el surgimiento de una nueva “psiquiatría biológica” basada en la neuroquímica, genética e imágenes funcionales del cerebro, parece que se va cerrando la brecha entre las enfermedades de la mente y el cerebro. Sin embargo, los neurólogos deben considerar algunas de estas ideas modernas al menos con cierto escepticismo. Por ejemplo, la observación de la función cerebral con métodos de imágenes y la alteración de esa función en la enfermedad no es equivalente a la enfermedad misma y es seguro que no puede capturar la experiencia a través de la cual se manifiesta la enfermedad mental. La separación de la historia personal y las experiencias de un individuo, aspectos de su vida que quizá no puedan cuantificarse o visualizarse, de las enfermedades mentales todavía es un artificio, como lo era en la época de los filósofos clásicos. Además, siempre será un problema la separación de las peculiaridades de la personalidad y los rasgos del carácter, probablemente reflejos de la diversidad biológica del desarrollo cerebral, de la enfermedad genuina. Incluso los límites entre la enfermedad y la disfunción cerebral han sido tema de debate y dieron origen a muchos “síndromes sombra” de origen psicológico que están sujetos a cambios según la cultura popular y la moda. Esto sirve como una introducción apropiada a un capítulo de lo que antes se llamaba “neurosis”.
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En todas las sociedades existen individuos con problemas que no son enfermos mentales ni tienen alteraciones en el desarrollo. Difieren de otras personas porque están invadidos por sentimientos de inferioridad y dudas acerca de sí mismos, desconcierto respecto a los motivos de las demás personas, poca energía, fatiga inexplicable, timidez, irritabilidad, mal humor, sentimientos de culpa, preocupaciones y temores irracionales. Sufren a consecuencia de estas sensaciones o se comportan de manera que son molestos para quienes los rodean y para la sociedad en general. Aun así, ninguno de esos trastornos impide la participación de estos sujetos en muchos de los asuntos de la vida cotidiana, como asistir a la escuela, trabajar, casarse y formar una familia. Conforme estos trastornos se documentaron con más cuidado al comienzo del último siglo, estas grandes aflicciones personales se denominaron psiconeurosis y más tarde neurosis, y los que crean dificultades sociales, psicopatías y en fecha más reciente trastornos de la personalidad ...