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Funciones del tejido muscular
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Al momento de leer estas líneas usted está empleando uno de los tejidos básicos, motivo de este capítulo, ya que el movimiento coordinado de los ojos está dado por sus músculos extrínsecos y el ajuste de la entrada de luz a la retina está coordinado por los músculos dilatador y constrictor de la pupila. El movimiento es la razón de ser de este tejido, que permite esta función a través de transformar energía química en mecánica, lo que ayuda al control de la glucemia. La moneda de cambio para que ocurra esta actividad es el ATP que se deriva de los nutrientes que consume la persona.
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Este tejido se distribuye en todo el organismo, en el que forma diversas estructuras como la túnica o capa media de los vasos sanguíneos, o la pared del estómago. Todos los movimientos que realiza una persona ocurren gracias a la función integrada de huesos, articulaciones y músculos, coordinación que hace posible caminar, correr, bailar, realizar trazos coordinados para escribir, girar la cabeza en diversos sentidos, besar, comer y una serie infinita de actividades. La contracción del músculo esquelético estabiliza las articulaciones y ayuda a mantener la posición corporal. También moviliza los alimentos y sustancias como la bilis o las enzimas que se secretan en el estómago, en donde además permite a través de movimientos coordinados que se mezclen de forma adecuada los alimentos y las enzimas digestivas.
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Otra función, no menos importante, es la generación de calor, mismo que se produce cuando la fibra se contrae; este proceso recibe el nombre de termogénesis. La mayoría del calor generado por el músculo se utiliza para mantener la temperatura normal del organismo; por ejemplo, las contracciones involuntarias del músculo esquelético, conocidas como escalofríos, pueden aumentar la tasa de producción de calor.
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En cuanto a la contracción muscular, la base del movimiento la constituyen dos proteínas principales denominadas actina y miosina, las cuales forman miofilamentos que corren paralelamente en dirección de la contracción celular y son parte fundamental del aparato contráctil de las células. La disposición de estas distintas proteínas en las fibras musculares constituye una característica importante para la clasificación de las mismas, dado que puede conferirles una apariencia de acuerdo con la presencia o ausencia de estriaciones transversales. En función de la presencia o ausencia de estriaciones, el tejido muscular se puede clasificar en músculo liso (sin estriaciones) y músculo estriado.
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Al profundizar un poco más se identifican cuatro tipos de células musculares: los miocitos (también conocidos como rabdomiocitos) que son las células del músculo estriado esquelético; los cardiomiocitos, que son las células de músculo estriado cardiaco; los leiomiocitos, que son las células de músculo liso y otras células con características contráctiles que incluyen a las células mioepiteliales, los miofibroblastos y las células mioides (cuadro 7-1).
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