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El sistema inmunológico comprende un grupo de células, tejidos y órganos que en su conjunto tienen como objetivo coordinado el de reconocer a los distintos elementos celulares y moleculares propios del cuerpo de la persona y discriminarlos de aquellos que no son propios del organismo. Este reconocimiento de lo que es o no del organismo se lleva a cabo mediante moléculas que son reconocidas por las células del sistema inmunológico. A estas moléculas se les llama inmunógenos, y prácticamente cualquier molécula del cuerpo puede actuar como tal, por lo que el sistema inmunológico debe ser capaz de reconocerlos y generar la respuesta adecuada, en cada caso, y tener la capacidad de dirigirse y actuar en casi cualquier tejido u órgano.
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Es factible realizar el estudio del sistema inmunológico desde múltiples enfoques, por ejemplo, con base en los órganos que lo conforman, como aquellos encargados de la producción y maduración de sus células que se conocen como órganos linfoides primarios (médula ósea y timo) y aquellos encargados de realizar el reconocimiento de los estímulos y ofrecer una respuesta, a los que se les conoce como órganos linfoides secundarios (ganglios linfáticos, bazo y tejidos linfoides asociados con mucosas [MALT]). Otra posibilidad es considerarlo desde el punto de vista morfológico en función de la manera en que se organizan y asocian las células inmunológicas con otros tipos celulares, clasificando a la acumulación de células inmunológicas en el tejido conjuntivo (sobre todo) como tejido linfoide difuso, mientras que la acumulación de células inmunológicas en órganos delimitados por un estroma y cápsula de tejido conjuntivo bien organizadas se le conoce como tejido linfoide encapsulado. Una opción más es abordarlo desde el punto de vista funcional, donde cabe observar que el mecanismo de respuesta del sistema inmunológico depende del tipo de estímulo que entre en contacto con sus células, con lo que se divide al sistema inmunológico en innato y adquirido.
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El sistema inmunológico está constituido por distintos tipos celulares, entre los que se incluye a macrófagos, células dendríticas, células cebadas, granulocitos y linfocitos; y aunque para cada uno de estos tipos celulares se ha demostrado la existencia de múltiples subpoblaciones, con características y funciones distintas, todas ellas se originan a partir de un mismo precursor común, una célula madre hematopoyética residente de la médula ósea (BMHSC, del inglés bone marrow hematopoietic stem cells), de la que se originan dos tipos de células pluripotentes, la célula formadora de colonias linfoides (CFC-Ly) de la que se derivan todos los tipos de linfocitos y, por otra parte, la célula formadora de colonias granulocíticas, monocíticas, eritroides y megacariocíticas (CFC-GMEMeg). De esta última se pueden originar dos unidades formadoras de colonias independientes, la eritroide-megacariocítica (UFC-EMeg) cuyas descendientes forman a eritrocitos y megacariocitos, y la granulocítica-monocítica (UFC-GM) cuyas descendientes forman, por un lado, eosinófilos, basófilos y mastocitos y, por el otro, neutrófilos, ...