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En la fecha en que inicié mis estudios superiores la biología estaba en el último sitio de la lista de las disciplinas importantes. Comencé un curso de antropología física para cumplir con las exigencias de ciencias de la vida, por la vía más fácil. En ese punto me enteré por primera vez de lo que eran cromosomas, mitosis y recombinación genética y quedé fascinado de las actividades intrínsecas que podían acaecer en un volumen tan pequeño dentro de la célula. En el semestre siguiente me inscribí en el curso de introducción a la biología y comencé a considerar con seriedad la posibilidad de ser biólogo celular. Quizá agobie al lector con trivialidades personales, pero así podrá saber por qué escribí este libro y también advertirle anticipadamente las repercusiones posibles.
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A pesar de que han transcurridos muchos años, para mí la biología celular sigue siendo el tema más fascinante por explorar y por ello aún siento enorme placer al dedicar todo el día a leer sobre los hechos últimos que han aportado los colegas en este campo. Para mí, escribir un texto sobre biología celular constituyó una razón y una oportunidad de estar actualizado sobre las realidades en este terreno. Mi objetivo primario al preparar esta obra fue que generara una apreciación, por parte de los estudiantes, de las actividades en las cuales intervenían las moléculas gigantes y las estructuras minúsculas que son parte del entorno intracelular. Otro objetivo fue que el lector se percatase de los tipos de preguntas que se plantean los biólogos celulares y moleculares y las estrategias experimentales a las que recurren para esclarecerlas. Conforme se lea el texto hay que adoptar la posición del investigador; considerar las pruebas presentadas; pensar en otras explicaciones, y planificar experimentos que pudieran conducir a nuevas hipótesis.
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El lector puede comenzar a compenetrarse en esta obra al revisar cualquiera de las micrografías electrónicas que abundan en este texto. Para tomar la fotografía habría que sentarse en una estancia pequeña y oscura por delante de un instrumento metálico grande cuya columna asciende varios metros por arriba de la cabeza. Tiene que mirar por medio de binoculares en una pantalla verde brillante y vívida. Las partes de la célula que explora tienen aspecto oscuro e incoloro contra el fondo verde brillante. Son oscuras porque han sido teñidas con átomos de metales pesados que generan deflexión de una fracción de los electrones dentro de un haz, desenfocado en la pantalla por grandes lentes electromagnéticos en la pared de la columna. Los electrones que llegan a la pantalla son acelerados, a través del espacio evacuado de la columna, por una fuerza de miles de voltios. Una de las manos del operador toma una perilla que controla el mecanismo de amplificación de las lentes. Basta un simple giro de la perilla para cambiar la imagen que tiene adelante, y cambiar de la imagen global de la célula a una porción pequeñísima de la misma como unos cuantos ribosomas o un segmento muy pequeño de una membrana. Al girar otras perillas puede revisar zonas diferentes de la imagen proyectada de la muestra, y así tener la sensación de que penetra y se mueve alrededor de la célula.
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El estudio de la función celular exige el uso de instrumentos como el microscopio electrónico descrito, y por ello el investigador muchas veces está alejado físicamente del tema que estudia. En gran medida, las células se asemejan a pequeñas cajas negras. Los científicos hemos creado innumerables métodos para sondearlas, pero siempre nos movemos en áreas que no tienen iluminación completa. Se hace un descubrimiento, se crea una nueva técnica y un mismo rayo de luz penetra en la caja. Con nuevas investigaciones se amplían los instrumentos de la estructura o los procesos, pero siempre se plantearán dudas adicionales. Los científicos generamos constructos más complejos y completos, pero nunca tenemos la seguridad de qué tan cerca están de la realidad nuestras ideas. En ese sentido, el estudio de la biología celular y molecular podría compararse con la fábula india del elefante y los seis ciegos. Los seis viajaron a un palacio cercano para conocer la naturaleza de los elefantes y al llegar, cada uno abordó al animal y comenzó a tocarlo. El primer ciego tocó el costado del elefante y concluyó que era liso como una pared. El segundo se encargó del tronco y decidió que el elefante es redondo como una culebra. Los demás miembros tocaron el colmillo, la pata, la oreja y la cola del paquidermo y así recrearon la impresión que tuvieron del animal, con base en su experiencia limitada. Los biólogos celulares estamos constreñidos en una forma similar, porque lo que aprendemos sólo es producto de una técnica o enfoque experimental particulares. Cada información nueva se agrega al cúmulo existente de conocimientos y así se tiene un mejor concepto de la actividad en estudio, pero el cuadro general no es absoluto.
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Antes de terminar los comentarios de introducción quisiera tener la libertad de brindar al lector un consejo sencillo: no aceptar todo lo que vea como verdad absoluta. Se conocen algunas razones para asumir tal escepticismo. Sin duda, existen errores en este libro que reflejan el desconocimiento o interpretación errónea que tiene el autor de algunos aspectos de las publicaciones científicas. De mayor importancia, no obstante, habría que considerar la naturaleza de la investigación biológica. La biología es una ciencia empírica y no se ha probado nada de su realidad. Reunimos datos sobre un organelo particular, reacción metabólica, movimiento intracelular u otros temas, y extraemos algún tipo de conclusión. Algunas de ellas se apoyan en pruebas más o menos sólidas, que otras. Incluso si hay algún consenso en cuanto a los “hechos” que rodean a un fenómeno particular, a menudo surgen varias interpretaciones de los datos.
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De esta manera, se plantean hipótesis que estimulan nuevas investigaciones y con ello se produce una revaloración del planteamiento original. Muchas hipótesis que siguen válidas pasan por un tipo de evolución y cuando se señalan en el texto, es necesario no considerarlas como correctas e incorrectas del todo.
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La biología celular es un campo en constante evolución y algunas de las mejores hipótesis generan controversias intensas. A pesar de que este es un texto en que cabe esperar la incorporación de material perfectamente probado, también hemos incluido apartados en que se presentan ideas nuevas que han sido descritas como modelos. El autor incluye tales modelos porque dan una idea de los planteamientos actuales en este campo y a menudo son especulativos. Aún más, refuerzan la idea de que los biólogos celulares trabajan en la frontera de la ciencia, en el límite entre lo conocido y lo desconocido (o lo que pensamos que conocemos). Hay que esgrimir al escepticismo como un arma.