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Los trastornos de la médula espinal pueden ser devastadores, pero muchos son tratables si se reconocen en una fase inicial (cuadro 188-1). El conocimiento de la anatomía de la médula espinal es a menudo decisivo para establecer un diagnóstico correcto (fig. 188-1).
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Los síntomas sensitivos comprenden con frecuencia parestesias y pueden comenzar en uno o en ambos pies y ascender. El grado sensitivo a la percepción de un alfiler o a la vibración se relaciona muchas veces con la ubicación de las lesiones transversales. Puede haber una pérdida aislada de la sensación al dolor y la temperatura sobre los hombros (distribución en “capa” o “siringomiélica”) o pérdida de la sensación a la vibración y la posición en un lado del cuerpo y pérdida de la percepción del dolor y la temperatura en el otro (síndrome de hemisección medular de Brown-Séquard).
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Los síntomas motores son secundarios a lesiones de las vías corticoespinales que originan cuadriplejía o paraplejía con aumento del tono muscular, reflejos osteotendinosos hiperactivos y respuestas plantares extensoras. En las lesiones graves agudas puede haber una flacidez inicial y arreflexia (choque medular).
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La disfunción autónoma comprende en particular retención urinaria y debe suscitar la sospecha de una enfermedad de la médula espinal cuando se acompaña de dorsalgia o dolor del cuello, debilidad o un grado sensitivo.
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El dolor interescapular puede ser el primer signo de compresión de la médula en la porción media del tórax; el dolor radicular puede marcar el sitio de lesiones medulares ubicadas en sentido más lateral; el dolor por lesiones ...