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En Estados Unidos el cáncer ovárico causa más muertes que todas las demás neoplasias ginecológicas combinadas. Cada año en todo el mundo se diagnostica en más de 225 000 mujeres, y 140 000 mueren por esta enfermedad (Jemal, 2011). De estos tumores, los carcinomas ováricos epiteliales constituyen 90 a 95% de todos los casos, incluidos los tumores más indolentes con bajo potencial maligno (limítrofes) (Quirk, 2005). El resto incluye tumores de células germinales y tumores estromales del cordón sexual, que se describen en el capítulo 36 (pág. 760). Debido a las similitudes de los carcinomas peritoneales primarios y los cánceres de la trompa de Falopio, se incluyen en esta sección en favor de la sencillez.
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Alrededor de 25% de las pacientes tiene enfermedad en etapa I y una excelente tasa de supervivencia de largo plazo. Sin embargo, no hay pruebas de detección efectivas para cáncer ovárico y pocos síntomas tempranos notables. Como resultado, dos tercios de las pacientes tienen enfermedad avanzada al momento del diagnóstico. La cirugía agresiva citorreductora, seguida de quimioterapia basada en platino, casi siempre logra la remisión clínica. Sin embargo, hasta 80% de estas mujeres experimenta una recidiva que al final conduce a la progresión de la enfermedad y la muerte.
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EPIDEMIOLOGÍA Y FACTORES DE RIESGO
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Una de cada 78 mujeres estadounidenses (1.3%) desarrollará cáncer ovárico durante su vida. Como la incidencia ha disminuido despacio desde principio de los años 1990, ahora el cáncer ovárico es la novena causa de cáncer en las mujeres. En 2015 se esperaban 21 290 casos nuevos y 14 180 muertes, y el cáncer ovárico se mantiene como la quinta causa de muerte relacionada con cáncer (Siegel, 2015). En general, la edad promedio al momento del diagnóstico es a principio de la séptima década de vida.
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Muchos factores de riesgo reproductivos, ambientales y genéticos se han vinculado con el cáncer ovárico (cuadro 35-1). El más importante es un antecedente familiar de cáncer mamario u ovárico; cerca de 10% de las pacientes tiene una predisposición genética heredada. Para el otro 90% sin un vínculo genético identificable para cáncer ovárico, la mayoría de los riesgos se relaciona con un patrón de ciclos ovulatorios ininterrumpidos durante los años reproductivos (Pelucchi, 2007). Existe la hipótesis de que la estimulación repetida del epitelio superficial ovárico conduce a la transformación maligna (Schildkraut, 1997).
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