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La cirugía permanece como la mejor alternativa de curación y paliación de muchas formas de cáncer, aun cuando muchas veces se perciba como una "agresión" para el paciente.1
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La cirugía de mínima invasión se ha desarrollado con el fin de ofrecer un mejor resultado perioperatorio en términos de cosmesis, dolor y estancia hospitalaria, con un retorno a las actividades habituales mucho más precoz.2
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Desde la introducción de la fibra óptica a la medicina en el decenio de 1960-1969 y la descripción de la primera colecistectomía por laparoscopia en la década de 1980-1989, la medicina ha atestiguado un extraordinario crecimiento de la cirugía de mínima invasión para trastornos benignos. En cambio, en la oncología, su desarrollo ha resultado mucho más arduo, como consecuencia, sobre todo, de la preocupación de que implique una cirugía "menos radical", y de esa manera comprometa el pronóstico del paciente.1,2
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En tórax existen muchas variantes para la cirugía de mínima invasión, y el consenso general es que la toracoscopia se realiza sólo a través de trocares y con instrumentos endoscópicos, por lo general, para procedimientos de técnica "sencilla". La VATS (o cirugía torácica videoasistida, por sus siglas en inglés) implica además practicar una incisión de trabajo de hasta 4 cm (sin separar las costillas) para introducir instrumentos especializados a través de la misma y se utiliza para procedimientos mucho más complejos.3
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A continuación, se describe la utilidad de estos procedimientos en problemas usuales de la práctica de la oncología torácica.
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Nódulo pulmonar solitario (NPS)
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El NPS se define como aquella lesión esférica de hasta 3 cm, rodeada por completo de parénquima pulmonar, sin adenopatías o atelectasias secundarias. El manejo de estas lesiones se rige por una alta probabilidad de que representen una neoplasia y se estima que hasta 40% de estas lesiones constituye una lesión maligna.4
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La utilidad de los diferentes métodos diagnósticos varía de acuerdo con la localización y tamaño de la lesión, aunque por lo general estas lesiones son periféricas y por lo tanto inaccesibles a la broncoscopia. Por otro lado, una biopsia transtorácica puede alcanzar una certeza de 96% cuanto la lesión mide más de 15 mm, pero cae hasta 74% cuando su tamaño es menor.5
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En un paciente candidato a tratamiento quirúrgico con un nódulo pulmonar cuya probabilidad de ser maligno sea alta por estudios de imagen, la VATS representa la mejor alternativa pues permite la resección completa de la lesión para estudio patológico. La certeza diagnóstica es cercana a 100% y en muchos casos puede ser resolutiva pues, de confirmarse la naturaleza maligna, el procedimiento radical ulterior y necesario se puede realizar en el mismo acto quirúrgico, con lo cual cumple una función diagnóstica y a la vez terapéutica.6
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