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La leucemia mieloide crónica (LMC) o leucemia granulocítica crónica (LGC) se caracteriza por una proliferación descontrolada de leucocitos, de apariencia madura, preferentemente granulocitos y por lo general neutrófilos. La LGC representa 7 a 20% de todos los casos de leucemia, con una incidencia proyectada a nivel mundial de dos casos por 100 000 habitantes. En Estados Unidos, en 2006 se diagnosticaron 4 500 nuevos casos de LGC. Las LGC positivas por cromosoma Filadelfia se producen como consecuencia de una translocación recíproca entre los cromosomas 9 y 22. El resultado es el acortamiento del cromosoma 22; este cromosoma corto se denomina cromosoma Filadelfia. Si no se trata en forma adecuada, la LMC puede evolucionar a través de tres fases: crónica, acelerada y blástica, esta última caracterizada por el aumento del recuento de blastos leucémicos y gravedad clínica.1 El descubrimiento del cromosoma Filadelfia (Ph) en 1960 y su asociación consistente con el fenotipo leucémico marcó el primer cambio cromosómico ligado a una enfermedad maligna y sugirió la hipótesis del origen genético del cáncer. De esta manera, el avance en el conocimiento de la LGC marcó el inicio de la biología molecular y subcelular para explicar los fenómenos oncogénicos; 13 años después se demostró que el cromosoma Ph corresponde al gen de fusión producto de la translocación recíproca de los brazos largos de los cromosomas 9 y 22, referido como t(9; 22) (q34; q11), la cual genera el gen híbrido BCR-ABL, encontrado en 95% de los pacientes con LGC y señalado como causa de la transformación maligna (figura 88-1).2,3
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Gracias a estos conocimientos se ha comprendido un poco más la enfermedad y se han agregado nuevos enfoques terapéuticos, lo que ha producido una mejoría importante en la esperanza de vida para estos pacientes.
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La LGC es una enfermedad clonal maligna de la célula progenitora pluripotencial hematopoyética, que en un estado ontogénico temprano adquiere ventajas proliferativas y antiapoptósicas sobre las demás células hematopoyéticas, de tal manera que se desarrolla una clona de tipo celular maligno, que se expande en forma preferencial hasta que el crecimiento celular policlonal normal es inhibido de manera competitiva y toda la médula ósea funcional deriva de la clona maligna. El defecto es proliferativo y existen evidencias de supresión de la muerte apoptósica programada, manteniéndose intacta la diferenciación y asignación de linaje, de tal manera que esto conduce al aumento en el número de células maduras en la sangre periférica.4 Ahora se ha podido establecer con firmeza que el cromosoma Ph y su producto génico correspondiente son la causa de la fase inicial o "crónica" de la LGC. Los genes ABL y BCR, localizados en los cromosomas 9 y 22, respectivamente, son genes normales cuya función es compleja y en muchos aspectos aún ...