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Los síndromes paraneoplásicos son un grupo de trastornos clínicos que guardan relación con las enfermedades neoplásicas, con la particularidad de que no suelen ser producto directo de los efectos endocrinos o metabólicos del tumor primario o de sus metástasis, ni resultan de los efectos secundarios del tratamiento antitumoral. En cambio, suelen deberse a la secreción de sustancias por el tumor, las cuales ocasionan efectos remotos de manera directa o indirecta, por el agotamiento de sustancias que conducen a la aparición de manifestaciones secundarias de carácter paraneoplásico o por las respuestas inmunológicas al tumor. Pueden representar la primera manifestación de una neoplasia y su adecuada evaluación suele ser vital para el diagnóstico temprano de dicha enfermedad maligna. En algunas ocasiones, los productos resultantes de la secreción tumoral específica suelen emplearse como marcadores bioquímicos durante el seguimiento del paciente.
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Estos síndromes afectan cualquier aparato o sistema, de modo que es posible observar síndromes paraneoplásicos de carácter endocrino, neurológico, hematológico, dermatológico o renal. En particular, su tratamiento se enfoca en la detección y tratamiento oportunos de la neoplasia causal en cuestión; sin embargo, esto no siempre es posible, por lo que en ocasiones se prefiere dirigir los esfuerzos terapéuticos a la paliación de los síntomas manifiestos.
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Fiebre de origen tumoral
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Hasta una tercera parte de los pacientes oncológicos suele presentar distermias en algún momento de su evolución. Las posibles causas son las mismas que en el paciente no oncológico; sin embargo, el propio tumor puede causar dichas distermias, conocidas de manera usual como fiebre de origen tumoral. Las causas más frecuentes suelen ser infecciosas, en especial en los pacientes neutropénicos. En los pacientes que no presentan neutropenia, las infecciones pueden atribuirse como causa en tan sólo una quinta parte de los casos, lo que deja a casi la mitad de los casos sin un diagnóstico etiológico. Es necesario destacar que la fiebre de origen tumoral es un diagnóstico de exclusión, por lo cual es imperativo su estudio exhaustivo, que incluye cultivos de sangre, orina, catéteres, etc., que permitan descartar otras causas de fiebre, como síndromes infecciosos y reumatológicos relacionados (polimiositis y dermatomiositis, entre otros). La fiebre tumoral es frecuente sobre todo en el carcinoma renal y en los linfomas (de Hodgkin y no de Hodgkin). Ocurre con menor frecuencia en leucemias agudas, osteosarcoma, mixoma auricular, carcinoma suprarrenal, feocromocitoma y tumores hipotalámicos. Se piensa que es el resultado de la secreción de citocinas pirógenas como la IL-1, IL-6, TNF e IFN desde la célula tumoral o de parte de leucocitos estimulados por la actividad tumoral. Los antiinflamatorios no esteroideos (AINE) son útiles en el tratamiento de la fiebre de origen tumoral. De ellos, los más utilizados son la indometacina y el naproxeno. Algunos autores sugieren la utilidad de estos fármacos para distinguir entre fiebre de origen infeccioso y tumoral.1
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Síndromes dermatológicos
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Incluye a las lesiones ...