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INTRODUCCIÓN Y EPIDEMIOLOGÍA
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En Estados Unidos, cada año 795 000 personas sufren una apoplejía (una cada 40 s).1 De éstas, 77% corresponde a apoplejías primarias, mientras que 23% son recurrentes.1 Además del costo humano, las consecuencias económicas de la apoplejía son enormes –provocaron un gasto total cercano a 36 500 millones de dólares en Estados Unidos en el 2010. A pesar de estas estadísticas desalentadoras, entre 2000 y 2010, la tasa de muertes anuales por apoplejía descendió 35.8%.2 Gracias al uso creciente de las unidades de apoplejía, los trombolíticos y otros tratamientos modernos, cada vez aumenta más la esperanza para los pacientes con apoplejía aguda que acuden al servicio de urgencias.
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La apoplejía en general puede definirse como cualquier enfermedad o proceso que interrumpe el flujo sanguíneo al cerebro. La lesión está relacionada con la falta de oxígeno y los sustratos de glucosa necesarios para la producción de fosfato de alta energía y la presencia de mediadores secundarios de lesión celular. Los factores subsecuentes, como el edema y el efecto de tumoración, pueden exacerbar la lesión inicial.
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Para comprender el diagnóstico y tratamiento de la apoplejía se debe comenzar por conocer la irrigación y la neuroanatomía del cerebro.
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La vascularización arterial del cerebro se ilustra en las figuras 167-1 y 167-2. La irrigación se divide en circulación anterior y posterior. Las manifestaciones clínicas de la apoplejía están determinadas por la localización de la lesión (cuadro 167-1), pero el grado de circulación colateral puede hacer que los síntomas clínicos específicos varíen, así como su intensidad.
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