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INTRODUCCIÓN Y EPIDEMIOLOGÍA
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Todos los médicos que laboran en la sala de urgencias, durante su carrera atenderán a cientos de personas con dolor de la cadera y de la rodilla, sin vínculo con traumatismos intensos ni con una fractura en etapa aguda. Las molestias y limitaciones del uso normal de tales zonas típicamente provienen de traumatismos de poca monta, en forma repetitiva por la práctica de las labores diarias o el ejercicio sistemático. Los deportistas de todas las variedades están predispuestos en particular a tales molestias, en las que la actividad agotadora transmite fuerzas que equivalen a tres a cinco veces el peso corporal, aplicado directamente a dichas articulaciones mayores. Por lo contrario, el problema de la obesidad, contribuye en forma similar a la sobrecarga y el dolor estructural y articular.1 Sin embargo, el personal asistencial debe estar muy atento para identificar los diferentes cuadros catastróficos que generan causas más intrascendentes como serían la rotura de un aneurisma de la aorta abdominal, un absceso epidural y una artritis séptica (entre otras). Es importante prestar atención minuciosa a aspectos de la anamnesis, factores de riesgo específicos, anormalidades de signos vitales y hallazgos físicos, para no caer en planteamientos que ocasionen la pérdida de la vida o de una extremidad.
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FISIOPATOLOGÍA Y ANATOMÍA
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La articulación coxofemoral es una enartrosis que puede moverse en todas las direcciones. La cadera es similar al hombro en cuanto a su amplitud de movimiento importante pero, a diferencia del hombro, es mucho más estable y resistente relativamente a la luxación. Los huesos (cabeza femoral, cavidad acetabular) son reforzados por el rodete fibrocartilaginoso que bordea el acetábulo, una cápsula articular, los ligamentos superpuestos y múltiples músculos.
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La rodilla es la articulación sinovial más grande del cuerpo y la que tiene la estructura más compleja. La articulación consta de dos grupos articulares diferentes, la tibiofemoral y la rotuliana femoral. La rotula se sitúa por arriba de la articulación y está unida al fémur en sentido superior por el tendón del cuádriceps y a la tibia por el ligamento rotuliano, en sentido inferior.
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La rodilla es estabilizada en la parte interior por los ligamentos cruzados anterior y posterior y en la porción exterior por los ligamentos colaterales interno y externo. Además, en sentido distal a la articulación, la cabeza del peroné es fijada por ligamentos a la zona proximal y lateral de la tibia. Los meniscos interno y externo yacen entre los cóndilos femoral y tibial y reducen los choques entre estas superficies óseas. Numerosos músculos, tendones, bolsas tendinosas y ligamentos se suman a la complejidad de la articulación y pueden ser elementos de los que surjan dolor y disfunción (figs 281-1 y 281-2).
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