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El manejo de trastornos quirúrgicos requiere no sólo la aplicación de habilidades técnicas y de capacitación en ciencias básicas aplicadas a los problemas propios de diagnóstico y tratamiento. También se necesita simpatía genuina e indudable amor por el paciente. El cirujano debe ser un médico en el sentido tradicional, un científico capaz, un artista y un guía espiritual para con sus semejantes. Debido a que la diferencia entre la vida y la muerte depende con frecuencia de la firmeza de las decisiones quirúrgicas, el juicio del cirujano debe corresponder con su valor al actuar, así como con un alto grado de competencia técnica.
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Desde el primer contacto, el cirujano se debe ganar la confianza del paciente y transmitir la seguridad de que la ayuda existe, está disponible y será proporcionada en forma expedita. El cirujano debe mostrar interés por el paciente como una persona que requiere asistencia y que no es tan sólo un “caso” a procesar. Esto no siempre es fácil de realizar y no existen reglas de conducta, excepto las de ser amable y considerado. La mayoría de los pacientes necesita confiar y relacionarse con sus médicos, así como responder con gratitud a la persona que muestra simpatía y comprensión por ellos. Algunos cirujanos son capaces de establecer una relación de confianza desde las primeras palabras de presentación, mientras otros lo consiguen por medio de cuidadosos modales adquiridos con la práctica clínica. Sin importar cómo se lleve esto a cabo, es importante crear una atmósfera de simpatía, interés personal y comprensión. Incluso bajo condiciones de urgencia médica, se ha de transmitir un sutil mensaje de interés y simpatía.
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Finalmente, es necesario que todas las historias clínicas sean estructuradas de manera formal, pero se puede aprender mucho del paciente si se le permite explayarse un poco. Discrepancias y omisiones en la historia clínica se deben con frecuencia a la realización de preguntas dirigidas y muy elaboradas, así como a la poca confiabilidad del paciente. Por un lado, el médico principiante hace preguntas dirigidas; por otro lado, el paciente coopera proporcionando respuestas que parecen ser las requeridas pero en realidad son imprecisas o confusas. De esta manera es como concluye la entrevista con una nota de satisfacción mutua, pero con las consecuentes respuestas erróneas.
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ELABORACIÓN DE LA HISTORIA CLÍNICA
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Realizar la historia clínica es una labor digna de un detective. En este proceso no hay lugar para las ideas preconcebidas, los juicios repentinos y las conclusiones apresuradas. El diagnóstico se debe establecer mediante un razonamiento inductivo. El entrevistador primero ha de determinar los hechos y después buscar las pistas esenciales, consciente de que el paciente puede ocultar el síntoma más importante –como puede ser un sangrado por el recto–, con la esperanza (nacida del temor) de que si no se interroga específicamente o no se encuentra nada relacionado con cierto ...