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La ansiedad, una emoción cuya finalidad debería ser adaptativa, proviene de un sistema biológico innato que prepara al individuo para la acción, contribuyendo así tanto a su maduración personal como a su supervivencia. Sin embargo, la ansiedad se torna patológica y mal adaptativa cuando se presenta sin causa, su intensidad es excesiva o está presente en forma persistente.
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Las formas en que puede manifestarse la ansiedad, cuando es patológica, son tres:
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Preocupación excesiva, constante y persistente, temores irracionales, gran inseguridad e incertidumbre acompañadas de insomnio, tensión, cansancio, falta de apetito y molestias digestivas.
Ataques de pánico inesperados, caracterizados por miedo sin causa alguna, con síntomas físicos como palpitaciones, dolor precordial, falta de aire, debilidad, temblor, sudoración y parestesias que duran algunos minutos.
Temor muy intenso y la necesidad de evitar, por ejemplo, una situación, un animal, ver sangre o que alguien es inyectado.
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Los trastornos mentales cuya característica principal y prominente es alguna de las formas de ansiedad patológica se denominan trastornos de ansiedad, los cuales son: el trastorno de ansiedad de separación, mutismo selectivo, fobia específica, trastorno de ansiedad social o fobia social, trastorno de pánico, agorafobia, trastorno de ansiedad generalizada, trastorno de ansiedad inducido por sustancias o medicamentos y trastorno de ansiedad debido a otra condición médica.1
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El trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), previamente incluido dentro de los trastornos de ansiedad,2 constituye un capítulo aparte denominado “Trastorno obsesivo-compulsivo y trastornos relacionados” (ref. 1, pp. 235-264) donde se agrupa tanto al TOC como al trastorno dismórfico corporal, a una variante del TOC, denominado trastorno por acumulación (hoarding disorder), la tricotilomanía y el trastorno por excoriación (skin-picking).
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Los trastornos por estrés agudo y de estrés postraumático, previamente catalogados como trastornos de ansiedad, ahora están incluidos en el capítulo “Trastornos relacionados con trauma y estresores”, junto al trastorno de apego reactivo, el trastorno de relación social desinhibida y los trastornos adaptativos (ref. 1, pp. 265-290).
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En el presente capítulo se revisan los trastornos de ansiedad, el TOC y los trastornos de estrés agudo y de estrés postraumático. Todos ellos son susceptibles a tratamiento farmacológico; los tratamientos psicoterapéuticos especializados resultan útiles como coadyuvantes, dentro de un esquema terapéutico combinado con antidepresivos o ansiolíticos.
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Cerca de 25% de los habitantes de México tiene riesgo de desarrollar algún trastorno mental a lo largo de la vida, principalmente un trastorno de ansiedad (14.3%). El trastorno de ansiedad más prevalente en esta población es la fobia específica (7.1%), seguida de la fobia social (4.7%), el trastorno de estrés postraumático (2.6%), la agorafobia (2.5%) y el trastorno de angustia (2.1%). El menos prevalente es el trastorno de ansiedad generalizada (1.2%) (cuadro 16-1).
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