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El 6 de marzo de 2017, los miembros del campo de la geriatría perdimos a un líder brillante, ingenioso e irreverente, mentor y defensor apasionado de nuestros pacientes más vulnerables. Como colegas y coautores, sentiremos la tristeza de la repentina muerte de Bob Kane durante muchos años. Cada uno de nosotros tuvo el honor de trabajar con él en este libro y en muchos otros proyectos, y con profundo respeto queremos dedicar a su memoria esta edición, de la cual fue coautor y editor.
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Principios de geriatría clínica fue una idea de Bob. En 1980, después de que él y otros líderes de la UCLA convencieron a la nación sobre la creciente necesidad de afianzar el campo de la geriatría, el propio Bob reconoció la necesidad de un texto que resumiera sucintamente los aspectos clave de la atención clínica para adultos mayores como un paso crítico en la definición de este nuevo campo, y en la mejora de la atención y los cuidados que requiere esta población. Aunque en ese entonces la geriatría en Estados Unidos estaba en pañales, Bob quería difundir un recurso que marcara la diferencia mientras la novedosa especialidad crecía y maduraba. Dado que Bob reconocía no ser un clínico experimentado, se asoció con Itamar Abrass, entonces director de Educación, Investigación y Centros Clínicos Geriátricos (GRECC, Geriatric Research Education and Clinical Centers) en Sepulveda VA, y con uno de nosotros (JGO), como coautores del libro. El éxito de este volumen durante las últimas tres décadas en términos de premios de libros, reconocimientos de la crítica, y ventas en todo el mundo, habla por sí solo.
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En este momento, cada uno de nosotros quisiera compartir algunos de los muchos recuerdos de haber trabajado con Bob.
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JGO: Bob fue un mentor implacable, cuya “retroalimentación” podía ser brutalmente honesta. Recuerdo vívidamente el día en que me reuní con él para revisar mi primer borrador del primer capítulo, el cual escribí para la primera edición de este texto. Lo empujó sobre la mesa y dijo: “No puedo leer esto. Ve a buscar un libro llamado Elementos de estilo (The Elements of Style) y aprende a escribir una oración correctamente, luego reescribe el capítulo y entrégamelo”. Tenía razón. Al igual que muchos médicos jóvenes recién salidos de nuestras becas de posgrado, no tenía idea de cómo escribir para la literatura médica en un inglés correcto y eficaz. Él me ayudó a mejorar a lo largo de los 30 años siguientes. Hubo otra ocasión, aproximadamente 10 años después de aquel primer encuentro, en la que compartía con él un panel que formaba parte de una reunión con enfermeras geriátricas. Mientras yo hablaba, Bob escuchaba atentamente y tomaba notas. Pensé para mí mismo, “Guau, mi mentor está tomando notas sobre mi presentación”. Cuando terminé, me entregó una lista de todos los errores tipográficos y gramaticales que había en mis diapositivas. Siempre me presionó mucho, y estaré por siempre en deuda con él por hacerlo.
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BR: Cuando Bob me invitó por primera vez a unirme a la creación de este libro, me sentí al mismo tiempo honrada y un tanto vacilante, pues temía que nunca sería capaz de cumplir con sus expectativas. Trabajé más duro en esos capítulos de libros que en cualquier otro que haya escrito, y me satisfizo tremendamente que Bob aprobase cada uno de ellos. Además, sus recomendaciones editoriales siempre se escribieron de forma productiva, fueron apropiadas, se centraron en incluir a todos los miembros del equipo interdisciplinario, y siempre tenían en mente al paciente anciano. Su enfoque siempre fue cómo garantizar que los nuevos médicos comprendieran el sistema actual y los enfoques de gestión, y que pensaran a su vez en formas de mejorar esos enfoques. Como anécdota personal puedo contar que cuando Bob se enteró de mi reciente afección por cáncer, me llamó para analizarlo más a fondo. Quería aprender más sobre mi experiencia y sobre cómo podría ayudar a otros. Nos sensibilizamos con respecto al sistema y la forma en que los proveedores de atención médica se acercan a los pacientes requeridos de cuidados intensivos, y el impacto que esto tiene sobre el paciente. También discutimos ideas y nociones sobre la muerte y la etapa que la precede, cuando nos enfrentamos a enfermedades potencialmente mortales, y sobre los desafíos para poder poner en práctica preferencias y elecciones personales. Es un gran consuelo para mí personalmente, como debería serlo para todos nosotros, que Bob no haya tenido que soportar las indignidades de una estadía prolongada en un entorno de cuidados intensivos o de cuidados a largo plazo.
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MLM: Recientemente le ofrecimos a Bob la oportunidad de dar clases como experto nacional, en un ciclo de conferencias mensuales para becarios de geriatría en la costa Este donde se discuten distintos casos. Él estuvo de acuerdo sin dudarlo. La discusión de su caso se centró en la elevada complejidad de la atención clínica a un hombre mayor con demencia, que había rechazado ser atendido. Bob expresó con notable claridad pedagógica determinados puntos que ninguno de los participantes había considerado. Bob simplemente describió sus recomendaciones: 1) hacer un gráfico temporal de los eventos importantes del paciente; 2) definir lo que se sabe, lo que no se sabe, y el problema general que requiere atención prioritaria; 3) definir la capacidad del paciente para cuidarse a sí mismo; y 4) definir lo que su familia está dispuesta a hacer para ayudarlo. Todos los compañeros y la facultad notaron la claridad de sus enseñanzas. Apreciamos su enfoque directo y lo valioso de su sentido común. Bob era un comunicador que hablaba con franqueza. Su lección fue clara y sus puntos hicieron reflexionar sobre muchas de las cosas que, de otra manera, no se habrían considerado. En la última reunión de la AGS (American Geriatric Society), mientras compartía un taxi con él, me dijo: “Te aseguro que es una mierda cuando los problemas de la vejez comienzan para uno”. Físicamente incapacitado por problemas musculoesqueléticos, y demasiado testarudo para usar una silla de ruedas, Bob se cayó un día, temprano en la mañana, y sufrió un doloroso hematoma alrededor de una rodilla. Me uní a Joe y Lynn Ouslander para atender su lesión. A pesar de las molestias, Bob insistió en su deseo de asistir a la cena de la junta editorial de JAGS (Journal of the American Geriatrics Society), aun cuando muchos de nosotros estábamos preocupados por él. También estaba muy agradecido de que sus amigos y colegas se aseguraran de que estuviera lo más cómodo posible de acuerdo a sus circunstancias. Al día siguiente, hizo una presentación notable sobre cómo publicar un manuscrito exitosamente. Disfrutaba enseñar, incluso cuando no estaba físicamente en su mejor momento. Bob envió una nota muy amable después de que regresara a su casa, agradeciéndonos por la ayuda que le brindamos.
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Bob murió físicamente frágil, pero tan activo intelectualmente como siempre. Uno de nosotros (JGO) estuvo atendiendo sus solicitudes sobre artículos en proceso de revisión y desarrollo hasta apenas cuatro días antes de su muerte, y no pudo haber sido más agudo. Bob continuó involucrado en tantos proyectos importantes, con tantos colegas, a pesar de sus desafíos físicos, hasta el propio día de su muerte. Dejó un enorme legado de escritos y desafíos intelectuales en el campo de la geriatría, y en general para nuestra sociedad, en los que aboga por la necesidad de una atención humanitaria, compasiva y de alta calidad, aunque no excesivamente medicada, para las personas que transitan las últimas etapas de la vida. Esperamos que todo lo que tocó ayude a terminar el trabajo dejado por su muerte prematura. Este libro es una contribución a ese propósito.
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