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Los fármacos pueden salvar vidas, prolongarlas y mejorar la calidad de vida de las personas. Sin embargo, en una economía de libre mercado, el acceso a los medicamentos no es equitativo. No es sorprendente que exista tensión entre quienes consideran que los medicamentos son un bien social y quienes los ven como productos de alta tecnología de una sociedad capitalista. Los partidarios de la posición de bien social argumentan que un derecho constitucional a la vida debe garantizar el acceso a medicamentos y otros cuidados de salud y critican a las compañías farmacéuticas y a aquellos que se benefician del negocio de fabricar y vender medicamentos. Los expertos en mercado libre señalan que, sin un beneficio económico, sería difícil generar los recursos y la innovación requerida para el desarrollo de fármacos nuevos. Dado el interés público en la industria farmacéutica, el desarrollo de medicamentos es, a la vez, un proceso científico y político en el que las actitudes pueden cambiar rápidamente. Hace dos décadas, Merck fue denominada la compañía más admirada de Estados Unidos por la revista Fortune durante siete años consecutivos, un récord que aún se mantiene. En la encuesta de 2015 de las compañías más admiradas de Estados Unidos, ninguna compañía farmacéutica se ubicó entre las 10 primeras.
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Los críticos de la industria farmacéutica frecuentemente parten de la posición de que las personas (y los animales) deben ser protegidos de las compañías y de científicos codiciosos y sin escrúpulos (Kassirer, 2005). En ausencia de desarrollo farmacológico controlado por el gobierno, nuestro sistema actual se basa principalmente en compañías farmacéuticas que son propiedad de inversionistas, las cuales, como otras compañías, tienen un motivo financiero y una obligación para los accionistas. El precio de los medicamentos prescritos causa gran consternación entre los consumidores, especialmente porque muchas aseguradoras de salud tratan de controlar los costos al optar por no cubrir ciertos productos "de patentes" (que se analizarán más adelante). Además, algunos medicamentos ((en particular aquellos empleados para el tratamiento del cáncer) se han introducido en el mercado en los últimos años a precios que superan con creces los costos de desarrollo, fabricación y comercialización del producto. Muchos de estos productos fueron descubiertos en laboratorios gubernamentales o bien en laboratorios universitarios respaldados por subvenciones federales.
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Estados Unidos es el único país de gran extensión que no impone controles sobre los precios de los medicamentos y donde el precio no desempeña ningún papel en el proceso de aprobación de los medicamentos. Muchos medicamentos estadounidenses cuestan mucho más en Estados Unidos que en otras partes del mundo. Por tanto, los consumidores estadounidenses subsidian los costos de los fármacos para el resto del mundo y les irrita este hecho. El ejemplo de nuevos agentes para el tratamiento de la infección por hepatitis C pone en perspectiva muchas prioridades conflictivas (véase cuadro 1-3).
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CUADRO 1-3 El costo de tratar la hepatitis C
La infección con el virus de la hepatitis C (HCV) es una enfermedad crónica que aflige a millones de personas. Algunos sufren poco de esta condición; muchos otros, al cabo del tiempo, desarrollan cirrosis o carcinoma hepatocelular. ¿Quién debería ser tratado? La respuesta es desconocida. Hasta hace poco, el tratamiento de elección para las personas con HCV de genotipo 1 implicaba la administración durante un año de un interferón (por inyección) en combinación con ribavirina y un inhibidor de la proteasa. Los efectos indeseables de este régimen son frecuentes y graves (algunos dicen que es peor que la enfermedad); las tasas de curación varían de 50% a 75%. Un tratamiento más novedoso implica una tableta oral que contiene una combinación de sofosbuvir y ledipasvir (véase capítulo 63). El tratamiento generalmente requiere la ingesta diaria de una tableta, durante 8-12 semanas; las tasas de curación exceden 95% y los efectos secundarios son mínimos.
La controversia rodea el precio del tratamiento, alrededor de $1 000/d. Algunas aseguradoras se negaron a reembolsar este alto costo, relegando a muchos pacientes a tratamientos menos efectivos, más tóxicos, pero menos costosos. Sin embargo, estos terceros pagadores han negociado importantes descuentos del precio, según la disponibilidad de un producto competidor. ¿El costo es exorbitante? ¿Deben las aseguradoras, en lugar de los pacientes y sus médicos, tomar decisiones tan importantes?
La escalada continua y excesiva de los costos de los medicamentos y otros costos de atención de la salud arruinará el sistema de salud. La cuestión del costo apropiado implica consideraciones farmacoeconómicas complejas. ¿Cuáles son los costos relativos de los dos regímenes de tratamiento? ¿Cuáles son los ahorros de la eliminación de las graves secuelas de la infección crónica por HCV? ¿Cómo se le da valor al paciente con el régimen menos tóxico y más eficaz y conveniente? ¿Cuáles son los márgenes de ganancia de la compañía involucrada? ¿Quién debe tomar las decisiones sobre los costos y las opciones de los pacientes para recibir diversos tratamientos? ¿Cómo deberíamos considerar los casos (a diferencia del de HCV) cuyos beneficios son bastante modestos, como cuando un medicamento muy costoso para el cáncer prolonga la vida sólo brevemente? Un observador astuto (y un crítico de la industria de muchos de los precios de los medicamentos) resumió la situación de la siguiente manera: "problema grande e importante; ejemplo equivocado".
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El proceso de desarrollo de fármacos es largo, costoso y arriesgado (véanse figura 1-1 y tabla 1-1). En consecuencia, los fármacos deben tener un precio para recuperar los costos sustanciales de la invención y el desarrollo para financiar los esfuerzos de comercialización necesarios para introducir nuevos productos a los médicos y pacientes. Sin embargo, el costo de los sistemas de salud en Estados Unidos continúa creciendo a un ritmo alarmante, y los medicamentos de prescripción representan sólo 10% del total de gastos de atención médica de Estados Unidos (CDC, 2013) y una fracción significativa de este costo de medicamentos es por medicina no patentada y a bajo precio. Aunque el aumento en los precios es significativo en ciertas clases de fármacos (p. ej., agentes anticancerígenos), el precio total de los medicamentos recetados está creciendo a un ritmo más lento que otros costos de atención médica. Incluso las reducciones drásticas en los precios de los medicamentos que limitarían severamente la invención de nuevos fármacos, no reducirían el presupuesto general de atención médica más que en pequeño porcentaje.
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¿Los márgenes de ganancia son excesivos para las principales compañías farmacéuticas? No hay una respuesta objetiva a esta pregunta. Las respuestas pragmáticas provienen de los mercados y de las estadísticas de supervivencia de la empresa. El sistema de mercado libre de Estados Unidos ofrece mayores recompensas para campos de trabajo particularmente arriesgados e importantes, y muchas personas están de acuerdo en que las recompensas deberían ser mayores para quienes estén dispuestos a correr el riesgo. La industria farmacéutica es claramente una de las empresas de alto riesgo:
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Los costos de llevar productos al mercado son enormes.
El margen de éxito es bajo (lo que explica gran parte del costo).
Contando el largo tiempo de desarrollo, la protección efectiva de la patente para comercializar un nuevo fármaco es de sólo una década (véase en este capítulo "Propiedad intelectual y patentes"), lo que requiere que cada compañía se reinvente por completo en un ciclo de aproximadamente 10 años.
La regulación es estricta.
La confiabilidad del producto es grande.
La competencia es feroz.
Con fusiones y adquisiciones, el número de empresas en el mundo farmacéutico se está reduciendo.
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Muchos piensan que los precios de los medicamentos deberían ser establecidos más por su impacto terapéutico y sus necesidades médicas, que por consideraciones más simples de libre mercado; hay un movimiento en esta dirección. Las dificultades involucran la estimación o medición del valor, y hay muchos elementos en esta ecuación (Schnipper et al., 2015). No existe un enfoque bien aceptado para responder la cuestión del valor.
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El costo de los fármacos prescritos corre a cargo de los consumidores ("de su bolsillo"), las aseguradoras privadas y los programas de seguro públicos como Medicare, Medicaid y SCHIP. Iniciativas recientes de los principales minoristas y farmacias de pedidos por correo administradas por aseguradores privados que ofrecen incentivos al consumidor para la compra de medicamentos genéricos, han ayudado a contener el monto de los gastos del hogar empleados en productos farmacéuticos; sin embargo, más de un tercio del total de los costos de venta minorista de medicamentos en Estados Unidos se paga con fondos públicos: impuestos en dólares.
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La atención médica en Estados Unidos es más costosa que en cualquier otro lugar, pero no es, demostrablemente mejor, en promedio, que en cualquier otra parte del mundo. Una forma en que el sistema de Estados Unidos se queda corto es con respecto al acceso a la atención médica. Aunque la Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible de 2010 redujo el porcentaje de estadounidenses sin seguro de salud a un mínimo histórico, las soluciones prácticas al desafío de brindar atención médica a todos los que la necesitan deben reconocer la importancia de incentivar la innovación.
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Propiedad intelectual y patentes
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La invención de fármacos da origen a propiedad intelectual elegible para la protección de patentes, protección que es enormemente importante para la innovación. Como lo señaló Abraham Lincoln en 1859 (el único presidente de Estados Unidos que poseyó una patente por un dispositivo para levantar barcos sobre bancos de arena, al darle al inventor el uso exclusivo de su invención por un tiempo limitado, el sistema de patentes "agregó combustible de interés al fuego del genio en el descubrimiento y la producción de cosas útiles" (Lincoln, 1859). El sistema de protección de patentes de Estados Unidos brinda protección durante 20 años, contados a partir de que se registra la patente. Durante este periodo, el titular de la patente tiene los derechos exclusivos para comercializar y vender el medicamento. Cuando la patente expira, productos equivalentes (genéricos) no patentados pueden llegar al mercado; un producto genérico debe ser terapéuticamente equivalente al original, contener cantidades iguales del mismo ingrediente químico activo y alcanzar concentraciones iguales en sangre cuando se administra por las mismas vías que el producto patentado. Estos preparados genéricos se venden mucho más baratos que el medicamento original y sin los enormes costos de desarrollo sufragados por el titular original de la patente.
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El curso prolongado del desarrollo de fármacos, generalmente más de 10 años (véase figura 1-1), reduce el tiempo durante el cual la protección de patentes funciona según lo previsto. La Ley de Competencia de Precios de Medicamentos y Restablecimiento de Patentes de 1984 (Ley Pública 98-417, llamada informalmente Ley Hatch-Waxman) permite a los titulares de patentes solicitar la extensión de un término de patente, para compensar las demoras en la comercialización causadas por los procesos de aprobación de la FDA; no obstante, el nuevo fármaco promedio que se trae al mercado ahora sólo tiene unos 10-12 años de protección de patente. Algunos argumentan que la protección de patentes para medicamentos debería acortarse, de modo que una competencia más temprana de genéricos reduciría los costos de atención médica. El argumento en contra es que los nuevos medicamentos tendrían que soportar precios aún más altos para proporcionar una compensación adecuada a las empresas durante un periodo más corto de tiempo protegido. Si eso es cierto, alargar la protección de patentes en realidad permitiría precios más bajos. Recuerde que la protección de patentes vale poco si se inventa y se lleva al mercado un producto competitivo superior.
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La Ley Bayh-Dole (35 U.S.C. § 200) de 1980 creó fuertes incentivos para los científicos financiados con fondos federales en los centros médicos académicos, para acercarse a la invención de fármacos con un espíritu emprendedor. La ley transfirió los derechos de propiedad intelectual a los investigadores y sus respectivas instituciones (en lugar de al gobierno), con el fin de alentar asociaciones con la industria que traería nuevos productos al mercado para beneficio del público. Si bien la necesidad de proteger la propiedad intelectual es generalmente aceptada, este fomento de las colaboraciones de investigación público-privadas ha suscitado inquietudes sobre los conflictos de intereses de científicos y universidades (Kaiser, 2009).
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Como ya fue señalado, el camino para la aprobación de una molécula pequeña sintetizada químicamente, que es idéntica a un compuesto aprobado y cuya protección por patente ha expirado, es bastante sencillo. No sucede lo mismo para moléculas grandes (habitualmente proteínas), que por lo regular se derivan de un organismo vivo (p. ej., células eucariotas o cultivo bacteriano). La modificación covalente de proteínas (p. ej., glicosilación) o las diferencias conformacionales pueden influir en la farmacocinética, farmacodinámica, inmunogenicidad u otras propiedades, y la demostración de la equivalencia terapéutica puede ser un proceso complejo.
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La Ley de Competencia de Precios e Innovación de Productos Biológicos se promulgó como parte de la Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible en 2010. La intención era implementar una vía abreviada de licencia para ciertos productos biológicos "similares". La biosimilaridad se define como "que el producto biológico es muy similar a un producto de referencia, a pesar de pequeñas diferencias en componentes clínicamente inactivos" y que "no hay diferencias clínicamente significativas entre el producto biológico y el producto de referencia en términos de seguridad, pureza y potencia del producto". En general, una solicitud de licencia de un biosimilar debe proporcionar datos satisfactorios de estudios analíticos, estudios en animales y un estudio, o estudios, clínicos. La interpretación de este lenguaje ha implicado una discusión aparentemente interminable, y las reglas duras y rápidas parecen poco probables.
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Promoción de fármacos
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En un mundo ideal, los médicos deberían aprender de la literatura médica todo lo que necesitan saber sobre los fármacos, y los medicamentos mejores se venderían por sí mismos. En lugar de eso, contamos con publicidad impresa y visitas de vendedores dirigidas a los médicos, además de una amplia campaña de publicidad directa al consumidor y dirigida al público en general (en impresos, radio y, en especial, la televisión). Existen aproximadamente 80 000 representantes farmacéuticos de ventas en Estados Unidos que se dirigen a alrededor de 10 veces esa cantidad de médicos. Esta cifra de representantes se ha reducido de alrededor de 100 000 en 2010, y la disminución probablemente esté relacionada con una mayor atención a los conflictos de intereses actuales y reales causados por sus prácticas. Se ha observado que los escuadrones de porristas universitarias son fuentes atractivas para el reclutamiento de esta fuerza de ventas. El monto gastado en la promoción de medicamentos se aproxima al gasto en investigación y desarrollo, o incluso lo excede. Las compañías farmacéuticas han sido especialmente vulnerables a las críticas por algunas de sus prácticas de comercialización.
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Los materiales promocionales utilizados por las compañías farmacéuticas no pueden desviarse de la información contenida en el prospecto de envase. Además, debe haber un equilibrio aceptable entre la presentación de declaraciones terapéuticas para un producto y la discusión de los efectos indeseables. Sin embargo, la publicidad directa al consumidor de medicamentos que requieren receta sigue siendo controvertida y sólo está permitida en Estados Unidos y Nueva Zelanda. Canadá permite una forma modificada de publicidad en la que se puede mencionar el producto o la indicación, pero no ambos. Con frecuencia, los médicos sucumben a las dudas sobre las solicitudes de medicamentos específicos impulsadas por los pacientes. El argumento en contra es que los pacientes están condicionados por tales esfuerzos de comercialización y en muchos casos buscarán atención médica, especialmente para determinadas condiciones (p. ej., la depresión) que pueden haber estado negando (Avery et al., 2012).
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La principal crítica a la comercialización de fármacos involucra algunas prácticas desagradables utilizadas para influir en el comportamiento del médico. Los obsequios de valor (p. ej., entradas para eventos deportivos) ahora están prohibidos, pero las cenas donde representantes no vendedores proporcionan información para prescribir fármacos, están muy extendidas. Se paga a un gran número de médicos como "consultor" para realizar presentaciones en dichas cenas. La aceptación de algún obsequio, sin importar cuán pequeño sea, de una compañía farmacéutica por parte de un médico ahora está prohibida en muchos centros médicos académicos y por ley en varios estados. En 2009, la junta directiva de PhRMA adoptó un Código sobre Interacciones con Profesionales Sanitarios mejorado que prohíbe la distribución de artículos no educativos, prohíbe a los representantes de ventas de las compañías proporcionar comidas en restaurantes a profesionales de la salud (aunque se otorgan excepciones cuando un vocero de terceros realiza la presentación) y requiere que las empresas se aseguren de que sus representantes estén capacitados sobre las leyes y regulaciones que rigen las interacciones con los profesionales de la salud.
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Consideraciones sobre la injusticia global
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Debido a que el desarrollo de nuevos fármacos es tan costoso, la inversión del sector privado en la innovación farmacéutica se ha centrado en productos que tendrán mercados lucrativos en países ricos como Estados Unidos, que combinan la protección de patentes con una economía de libre mercado. En consecuencia, existe preocupación sobre el grado en que las leyes de protección de patentes de Estados Unidos y de Europa han restringido el acceso a medicamentos que pueden salvar vidas en países en desarrollo.
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Para reducir los costos, las compañías farmacéuticas prueban cada vez más sus fármacos experimentales fuera de Estados Unidos, en países en desarrollo, donde hay menos regulación y un acceso más fácil a un gran número de pacientes. De acuerdo con el DHHS de Estados Unidos, ha habido un incremento de 2 000% en los estudios clínicos en el extranjero de fármacos estadounidenses durante los últimos 25 años. Cuando estos fármacos tienen éxito y obtienen la aprobación de comercialización, los consumidores de los países donde se realizaron los estudios a menudo no pueden pagarlos. Algunos especialistas en ética argumentan que esta práctica viola el principio de justicia articulado en el Informe Belmont (DHHS, 1979, p 10), que establece que "la investigación no debe involucrar indebidamente a personas de grupos que probablemente no estén entre los beneficiarios de las aplicaciones posteriores de la investigación". Un argumento en contra es que la realización de estudios clínicos en países en vías de desarrollo también, a menudo, brinda atención médica necesaria a las poblaciones desatendidas. Éste es otro tema controvertido.
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Responsabilidad del producto
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Las leyes de responsabilidad del producto están destinadas a proteger a los consumidores de productos defectuosos. Las compañías farmacéuticas pueden ser demandadas por errores de diseño o fabricación, prácticas promocionales engañosas, violación de los requisitos reglamentarios o por no advertir a los consumidores de los riesgos conocidos. Las llamadas reclamaciones por falta de advertencia (información insuficiente al paciente sobre los riesgos conocidos) pueden hacerse contra los fabricantes de medicamentos, incluso cuando el producto ya está aprobado por la FDA. Con mayor frecuencia, los tribunales están encontrando empresas que comercializan medicamentos recetados directamente a los consumidores, cuando estos anuncios no proporcionan una advertencia adecuada de los posibles efectos adversos.
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Aunque los pacientes afectados tienen derecho a emprender acciones legales, los efectos negativos de las demandas de responsabilidad por productos defectuosos, contra las compañías farmacéuticas. pueden ser considerables. En primer lugar, el temor a la demanda de responsabilidad puede hacer que las compañías farmacéuticas sean demasiado cautelosas con respecto a las pruebas, retrasando así el acceso al fármaco. Segundo, el costo de los fármacos incrementa para los consumidores, cuando las compañías farmacéuticas aumentan la duración y el número de pruebas que realizan para identificar riesgos, incluso los más pequeños y cuando las agencias reguladoras incrementan el número o la intensidad de las revisiones regulatorias. En tercer lugar, los costos excesivos por demandas de responsabilidad crean pocos incentivos para el desarrollo de los denominados medicamentos huérfanos, productos farmacéuticos que benefician a un pequeño número de pacientes. ¿Deben las compañías farmacéuticas ser responsables por no advertir, de los riesgos, cuando se siguieron todas las reglas para que el producto fuera probado por la FDA y los efectos indeseables no se identificaron debido a su rareza u otro factor de confusión? La única forma de encontrar "todos" los efectos indeseables de un fármaco sería al comercializarlo y realizar un "estudio clínico" fase IV o estudio observacional. Esta fricción básica entre el riesgo para los pacientes y el riesgo financiero del desarrollo de medicamentos no parece que se resuelva, excepto caso por caso, en la Corte.
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La Corte Suprema de Estados Unidos agregó más combustible a estos temas candentes en 2009, en el caso Wyeth vs. Levine. Una paciente (Levine) sufrió gangrena de un brazo después de la administración intraarterial equivocada del fármaco empleado para la náusea, prometazina. Ella posteriormente perdió la mano. El proveedor que proporcionó la atención médica había tenido la intención de administrar el fármaco mediante el llamado bolo intravenoso. La etiqueta aprobada por la FDA para el medicamento advertía, pero no prohibía, la administración por inyección intravenosa. El tribunal estatal y luego el Tribunal Supremo de Estados Unidos responsabilizaron tanto al proveedor de servicios de salud como a la compañía por los daños. Específicamente, la corte de Vermont encontró que la compañía farmacéutica Wyeth había etiquetado inadecuadamente el medicamento. Esto significa que la aprobación de la etiqueta por parte de la FDA no protege a una compañía de responsabilidad o impide que los estados individuales impongan regulaciones más estrictas que las requeridas por el gobierno federal.
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"Me too" frente a la verdadera innovación: el ritmo de desarrollo de nuevos fármacos
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El término en inglés "Me too" (yo también) es usado para describir un producto farmacéutico que, por lo general, es estructuralmente similar a un medicamento que ya está en el mercado. Otros nombres utilizados son medicamentos derivados, modificaciones moleculares y medicamentos de seguimiento. En algunos casos, un fármaco "me too" es una molécula diferente, desarrollada deliberadamente por una empresa competidora, para compartir el mercado con los medicamentos existentes en el comercio. Cuando el mercado para una clase de fármacos es especialmente grande, varias compañías pueden compartir el mercado y obtener ganancias. Otros fármacos "me too" son el resultado, por casualidad, de numerosas compañías que desarrollan productos simultáneamente, sin saber qué medicamentos se aprobarán para la venta (véase cuadro 1-4).
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CUADRO 1-4 Un fármaco no tan nuevo
Algunos de los fármacos "me too" son formulaciones apenas modificadas del fármaco de la propia compañía, empaquetadas y promovidas como si realmente ofrecieran algo nuevo. Un ejemplo es el esomeprazol, medicamento para la acidez estomacal, comercializado por la misma empresa que fabrica omeprazol. El omeprazol es una mezcla de dos estereoisómeros; el esomeprazol contiene sólo uno de los isómeros y se elimina con menos rapidez. El desarrollo de esomeprazol creó un nuevo periodo de exclusividad en el mercado, aunque se comercializan versiones genéricas de omeprazol, al igual que los congéneres de marca de omeprazol/esomeprazol. Tanto el omeprazol como el esomeprazol están ahora disponibles en el mercado sin receta médica, reduciendo la diferencia de precio anterior.
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Hay críticas válidas sobre los fármacos "me too". En primer lugar, un énfasis excesivo en las ganancias puede sofocar la verdadera innovación. De los 487 fármacos aprobados por la FDA entre 1998 y 2003, la FDA consideró que sólo 67 (14%) eran NME. Entre 1998 y 2011, en promedio, sólo 24 NME fueron aprobados por el CDER de la FDA. En segundo lugar, algunos fármacos "me too" son más caros que versiones anteriores que buscan reemplazar, lo que aumenta los costos de la atención médica sin el correspondiente beneficio para los pacientes. Sin embargo, para algunos pacientes, estos fármacos pueden tener una mejor eficacia o menos efectos secundarios o promover el cumplimiento del régimen de tratamiento. Por ejemplo, el fármaco que se puede tomar una vez al día, en lugar de con mayor frecuencia, es conveniente y promueve la adherencia al tratamiento. Algunos fármacos "me too" añaden un gran valor desde el punto de vista médico y empresarial. La atorvastatina fue la séptima estatina en ser introducida al mercado; posteriormente se convirtió en el fármaco más vendido en el mundo.
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Los críticos argumentan que las compañías farmacéuticas no son innovadoras y no toman riesgos y, además, que el progreso médico en realidad se hace más lento por la cantidad excesiva de los productos "me too". La figura 1-2 resume algunos de los hechos acerca de este y otros argumentos. Claramente, sólo un número modesto de NME, entre alrededor de dos docenas al año, logró la aprobación de la FDA entre los años 1980 a 2011, con la excepción del aumento de varios NME, años después de la introducción de PDUFA. Sin embargo, de 1980 a 2010, la inversión anual de la industria en investigación y desarrollo creció de $2 mil millones a $50 mil millones. Esta desconexión entre la inversión en investigación y desarrollo y los nuevos fármacos aprobados se produjo en un momento en que la química combinatoria estaba floreciendo, el genoma humano se estaba secuenciando, se estaban desarrollando técnicas de detección altamente automatizadas y nuevas técnicas de biología molecular y genética ofrecían nuevos conocimientos sobre la fisiopatología de la enfermedad humana.
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En los últimos años, ha habido un modesto aumento en la aprobación de NME (inhibidores de varias proteínas cinasas) y de nuevos productos biológicos (numerosos anticuerpos terapéuticos) (véase figura 1-2). Se necesitará un aumento continuo en la productividad para mantener a las compañías farmacéuticas de hoy en día, ya que enfrentan una ola de vencimientos de patentes. Existen argumentos sólidos de que el desarrollo de fármacos mucho más específicos e individualizados, basados en una nueva generación de técnicas de diagnóstico molecular y una mejor comprensión de la enfermedad en pacientes individuales, mejorará tanto la atención médica como la supervivencia de las compañías farmacéuticas.
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Por último, muchos de los avances en genética y biología molecular aún son recientes, particularmente cuando se miden en el marco de tiempo requerido para el desarrollo de fármacos. Se puede esperar que la medicina molecular moderna sostenga el desarrollo de los tratamientos farmacológicos más eficaces y más específicos para un espectro cada vez más amplio de enfermedades humanas.