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Las micobacterias han causado enfermedades épicas: la tuberculosis y la lepra han aterrorizado a la humanidad desde la antigüedad. Aunque el problema de la lepra ha disminuido, la TB sigue siendo el asesino infeccioso más importante de los humanos. A Mycobacterium abscessus ahora se le llama la nueva "pesadilla antibiótica" por su tenacidad, falta de respuesta a la combinación de antibióticos y su propensión casi universal a desarrollar resistencia farmacológica adquirida. La infección por Mycobacterium avium-intracellulare (o MAC) sigue siendo difícil de tratar, principalmente debido a tres barreras naturales:
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Pared celular. Mycobacterium, del griego mycos, se refiere al aspecto ceroso de las micobacterias, que se debe a la composición de las paredes celulares. Más del 60% de la pared celular está formada por lípidos, principalmente ácidos micólicos compuestos por ácido graso 3-hidroxi de dos ramificaciones, con cadenas formadas por 76-90 átomos de carbono. Este extraordinario escudo evita que muchos compuestos farmacológicos lleguen a la membrana celular bacteriana o al interior del citosol.
Bombas de eflujo. Una segunda capa defensiva está dada por la abundancia de bombas de eflujo en la membrana celular. Estas proteínas de transporte bombean productos químicos potencialmente dañinos del citoplasma bacteriano de vuelta al espacio extracelular y son responsables de la resistencia nativa de las micobacterias a muchos antibióticos estándares (Morris et al., 2005). A modo de ejemplo, las permeasas ABC abarcan un 2.5% completo del genoma de Mycobacterium tuberculosis.
Ubicación en el hospedero. Una tercera barrera es la propensión de algunos de los bacilos a esconderse dentro de las células del paciente, rodeándose así de una barrera fisicoquímica adicional que debe ser atravesada por los agentes antimicrobianos para poder ser efectivos.
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Las micobacterias se definen por su tasa de crecimiento en agar como agentes rápidos y agentes lentos (véase la lista de la tabla 60-1). Los agentes rápidos son visibles a simple vista a los 7 días; los lentos son visibles más tarde. Los agentes lentos tienden a ser susceptibles a los antibióticos desarrollados específicamente para las micobacterias, mientras que los agentes rápidos tienden a ser susceptibles también a los antibióticos utilizados contra muchas otras bacterias. La evidencia reciente sugiere que en países como Estados Unidos M. abscessus ahora representa 80% de los agentes rápidos del sistema respiratorio (Griffith et al., 2007). En el presente capítulo se analiza la farmacología de los medicamentos desarrollados contra los agentes lentos. Sin embargo, los agentes de crecimiento rápidos tienden a ser tratados con los antibióticos utilizados para tratar los agentes no micobacterianos, tales como macrólidos, aminoglucósidos, quinolonas y lactamas, cuya farmacología se analiza en los capítulos 56-59.
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