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Las infecciones son una causa frecuente de muerte y una causa todavía más frecuente de morbilidad entre los pacientes con diversos tipos de neoplasias. Las necropsias revelan que gran parte de las muertes por una leucemia aguda y 50% por linfoma se deben directamente a una infección. Con la aplicación de una quimioterapia más enérgica también ha aumentado la probabilidad de que los pacientes con tumores sólidos fallezcan por una infección; por fortuna, la estrategia dinámica para evitar y tratar complicaciones infecciosas del cáncer ha reducido los índices de mortalidad por infecciones y probablemente esta tendencia persistirá. Esta situación es consecuencia de tres factores principales:
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Tratamiento temprano: El concepto de antibioticoterapia temprana empírica redujo los índices de mortalidad en los pacientes con leucemia y bacteriemia de 84% en 1965 a 44% en 1972. Estudios recientes sugieren que la tasa de mortalidad por infección en individuos neutropénicos febriles disminuyó <10% en 2013. Esta drástica mejoría se atribuye a la intervención oportuna con el tratamiento antimicrobiano apropiado.
Tratamiento empírico: El tratamiento antimicótico empírico también ha disminuido la incidencia de micosis diseminadas, con decremento claro en las cifras de mortalidad. Se administra un antimicótico (basado en la posible identificación del hongo) a sujetos neutropénicos que después de cuatro a siete semanas de antibioticoterapia muestran fiebre, pero negatividad en los cultivos.
Profilaxis: El uso de antibióticos para pacientes neutropénicos afebriles como profilaxis de amplio espectro contra infecciones ha disminuido la mortalidad y la morbilidad aún más. La estrategia actual para tratar a los pacientes con neutropenia grave (p. ej., los que reciben dosis altas de quimioterapia para leucemia o linfomas de elevada malignidad) se basa en el tratamiento profiláctico al principio de la neutropenia, con el tratamiento antibacteriano "empírico" subsiguiente dirigido a los organismos con participación probable en vista de los signos físicos (por lo general sólo fiebre) y, por último, tratamiento antimicótico "empírico" con base en la probabilidad conocida de que la infección micótica se vuelva un problema grave después de cuatro a siete días de tratamiento antibacteriano de amplio espectro.
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Una de las causas de la predisposición física a padecer infecciones en los pacientes con cáncer (cuadro 70-1) es una rotura en la piel a causa de la neoplasia; por ejemplo, un carcinoma espinocelular invade la epidermis circundante, lo que permite a las bacterias ingresar al tejido subcutáneo y facilita el desarrollo de celulitis. El cierre artificial de un orificio normalmente permeable también predispone a las infecciones; por ejemplo, la obstrucción del uréter por un tumor origina una infección urinaria, mientras que la obstrucción de las vías biliares causa colangitis. Parte de la defensa normal del hospedador frente a las infecciones depende del vaciamiento continuo de una víscera; sin éste, unas cuantas bacterias presentes a causa de bacteriemia o de tránsito local se multiplican y provocan una infección.
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