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La insuficiencia cardiaca (HF, heart failure) avanzada, un síndrome bien definido, se caracteriza por refractariedad a la terapia convencional y representa un dilema clínico problemático que se asocia con una carga de síntomas aumentada, hospitalización frecuente, mala calidad de vida y riesgo alto de muerte. Estos individuos no toleran antagonistas neurohormonales en las dosis recomendadas, muestran síndrome cardiorrenal, mantienen una reserva cardiaca notoriamente inadecuada en pruebas de estrés cardiopulmonar, y por lo regular muestran un estado de gasto cardiaco bajo con presiones pulmonares altas. En general, los blancos terapéuticos pasan desde terapia neurohormonal modificadora de enfermedad hacia opciones quirúrgicas que atienden de modo directo la relación entre estrés y distensión miocárdicos. Más a menudo se requiere asistencia circulatoria con bombas mecánicas, o trasplante cardiaco, para mejorar de manera fiable la calidad de vida y la supervivencia a largo plazo.
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Una década después de que Norman Shumway había logrado la técnica de trasplante cardiaco exitoso en perros, Christiaan Barnard realizó con éxito el primer trasplante de un humano a otro el 3 de diciembre de 1967. Ahora, cinco décadas más tarde, esta intervención quirúrgica se ha afianzado en el arsenal estándar para tratar a pacientes que presentan HF avanzada, que por lo demás están lo bastante sanos como para recibir un tratamiento que altera la vida. En todo el mundo, >150 000 pacientes han recibido un trasplante cardiaco, con supervivencia a un año >80%, y supervivencia media de cerca de 11 años. Tales logros se han introducido debido a avances en la inmunosupresión y la identificación y el manejo de rechazo de aloinjerto, así como una detección integral de complicaciones tardías, incluso arteriopatía coronaria acelerada, enfermedad maligna e insuficiencia renal.
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CANDIDATOS A TRASPLANTE CARDIACO
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La demanda de trasplante cardiaco supera la disponibilidad de órganos donados. Por ello, la atención a la utilidad óptima, la asignación equitativa y la autonomía del paciente deben dominar las decisiones para identificar candidatos a trasplante, e incluirlos en la lista de espera. Al mismo tiempo, se han hecho intentos por ampliar la lista de donantes; sin embargo, la evaluación de candidatos que es más probable que tengan éxito con el trasplante tiene prioridad. En 2006, la International Society for Heart and Lung Transplantation identificó un grupo de criterios para guiar la introducción de pacientes a la lista de espera. Estos criterios se actualizaron en 2016, e incluyen atención adicional a los datos epidemiológicos crecientes de candidatos que sufren cardiopatía congénita, miocardiopatía restrictiva e infiltrativa (como amiloidosis), e infecciones crónicas en los receptores (como enfermedad de Chagas, tuberculosis y hepatitis). En el cuadro 255-1 se muestran los principios generales para introducir candidatos a la lista de espera para trasplante cardiaco.
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