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En un mundo en el que los suministros de alimento son intermitentes, la capacidad para almacenar energía mayor a la necesaria para el uso inmediato es esencial para la supervivencia. Las células adiposas, residentes en depósitos de tejido adiposo distribuidos por el cuerpo, están adaptadas para almacenar de manera eficiente el exceso de energía como triglicéridos, y cuando sea necesario, liberar la energía almacenada como ácidos grasos para que se usen en otros sitios. Este sistema fisiológico, controlado mediante vías endocrinas y neurales, permite a los humanos sobrevivir a la inanición durante varios meses. Sin embargo, si existe abundancia nutricional y un estilo de vida sedentario, y bajo la importante influencia de la dotación genética, este sistema aumenta las reservas energéticas adiposas y tiene consecuencias adversas para la salud.
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DEFINICIÓN Y MEDICIÓN
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La obesidad es un estado con una masa excesiva de tejido adiposo. Aunque a menudo se considera equivalente al aumento de peso corporal, no siempre es así, las personas delgadas, pero muy musculosas pueden tener sobrepeso según los estándares numéricos sin tener incremento de la adiposidad. Los pesos corporales tienen una distribución continua en las poblaciones, por lo que la elección de una distinción con relevancia médica entre delgado y obeso es más bien arbitraria. Por tanto, la obesidad se define mediante la valoración de su vínculo con la morbilidad y la mortalidad.
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Aunque no es una medición directa de la adiposidad, el método más usado para calibrar la obesidad es el índice de masa corporal (BMI, body mass index), que equivale al peso/talla2 (en kg/m2) (fig. 394-1). Otras estrategias para cuantificar la obesidad incluyen la antropometría (grosor del pliegue cutáneo), densitometría (peso bajo el agua), tomografía computarizada (CT, computed tomography) o imagen por resonancia magnética (MRI, magnetic resonance imaging), e impedancia eléctrica. Con los datos de las Metropolitan Life Tables, los BMI para el punto intermedio de todas las tallas y complexiones en varones y mujeres fluctúa entre 19 y 26 kg/m2; con un BMI similar, las mujeres tienen más grasa corporal que los varones. Con base en los datos de morbilidad sustancial, suele usarse un BMI de 30 como límite para la obesidad en varones y mujeres. Aunque no todos, la mayoría de los estudios epidemiológicos a gran escala sugieren que la morbilidad por cualquier causa, metabólica, oncológica y cardiovascular empieza a elevarse (aunque con lentitud) cuando el BMI es ≥25. La mayoría de las autoridades usan el término sobrepeso (no obeso) para describir a las personas con BMI entre 25 y 30. Debe considerarse que un BMI de 25 a 30 tiene relevancia médica y amerita una intervención terapéutica en presencia de factores de riesgo influidos por la adiposidad, como la hipertensión y la intolerancia a la glucosa.
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