(Figs. A4-34, A4-35, A4-36, A4-37, A4-38, A4-39, A4-40, A4-41, A4-42, A4-43, A4-44, A4-45, A4-46, A4-47, A4-48, A4-49, A4-50, A4-51, A4-52, A4-53, A4-54, A4-55, A4-56, A4-57). Una de las funciones de la piel es actuar como barrera contra el exterior. Dentro de este marco, se produce la exposición a agentes infecciosos y, como consecuencia, pueden surgir infecciones por bacterias, virus, hongos y parásitos. Además, tal vez ocurra afectación secundaria y la piel aporta datos diagnósticos que orientan hacia la presencia de infecciones generalizadas, como la meningococemia, la fiebre exantemática de las Montañas Rocosas, la enfermedad de Lyme y émbolos sépticos. Casi todas los trastornos bacterianos y virus de transmisión sexual muestran afectación de la piel y entre los ejemplos están la sífilis primaria y la secundaria, el chancroide, el herpes simple genital y el condiloma acuminado.