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Pocas veces el embarazo se complica relativamente por la ictericia. A pesar del hecho de que, en la mayoría de los casos, la ictericia desaparece sin tratamiento, no debe aventurarse un pronóstico demasiado favorable, ya que de vez en cuando la enfermedad puede representar el síntoma inicial de la atrofia amarilla aguda del hígado.
—J. Whitridge Williams (1903)
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Si bien Williams sólo menciona la metamorfosis del hígado graso agudo, en la práctica los trastornos del hígado, la vesícula biliar y el páncreas constituyen una lista formidable de complicaciones que pueden surgir en el embarazo. Algunos se derivan de condiciones preexistentes y algunos son exclusivos de la gestación. Las relaciones de varios de estos con el embarazo pueden ser fascinantes, intrigantes y desafiantes.
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Normalmente, las enfermedades hepáticas que complican el embarazo se clasifican en tres categorías generales. La primera incluye aquellas específicamente relacionadas con el embarazo que se resuelven espontáneamente o después del parto. Algunos ejemplos son: la colestasis intrahepática y el hígado graso agudo, ambos tratados en las siguientes secciones. Además, la disfunción hepática por hiperemesis gravídica puede afectar el hígado. Se observa una hiperbilirrubinemia leve con niveles elevados de transaminasa sérica en hasta la mitad de las mujeres afectadas que requieren hospitalización. Sin embargo, estos niveles pocas veces superan los 200 U/L (cuadro 55-1). La biopsia hepática puede mostrar cambios grasos mínimos. La hiperemesis gravídica se trata en detalle en el capítulo 54 (Técnicas de imagen no invasivas). Otra afección en esta primera categoría es el daño hepatocelular con preeclampsia —el síndrome HELLP— que se caracteriza por hemólisis, niveles elevados de enzimas hepáticas en suero y bajos conteos de plaquetas. Estos cambios se discuten en detalle en el capítulo 40 (Hígado).
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