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CONSIDERACIONES ANATÓMICAS
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El nervio óptico está constituido por aproximadamente un millón de axones provenientes de las células ganglionares de la retina. Mide alrededor de 50 mm y se distinguen en él una parte intraocular de casi 0.7 mm, que es la que se observa con el oftalmoscopio, una porción intraorbitaria un tanto sinuosa de aproximadamente 33.0 mm, una sección intracanalicular que atraviesa por el agujero óptico hacia la cavidad craneal, de 6 mm, y un segmento intracraneal de 10 mm de largo y que termina en el quiasma óptico.
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Poco después de abandonar el globo ocular, las fibras del nervio óptico se mielinizan y este incrementa su diámetro a expensas de un aumento en la neuroglia. El nervio óptico, al alcanzar el agujero óptico, adquiere de este piamadre, aracnoides y duramadre. Estas se continúan dentro de la cavidad orbitaria recubriendo el nervio óptico hasta la esclera. Entre la duramadre y la aracnoides hay un espacio subdural y entre la aracnoides y la piamadre existe un espacio, el subaracnoideo, que contiene líquido cefalorraquídeo. Este es más notorio en el trayecto óseo y se prolonga en forma variable dentro de la cavidad orbitaria.
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EXAMEN DEL NERVIO ÓPTICO
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Hay diferentes maneras de evaluar el estado del nervio óptico. La porción ocular más anterior, cabeza del nervio óptico, papila óptica o disco óptico, se examina con el oftalmoscopio. La oftalmoscopía proporciona datos acerca del aspecto de la papila óptica.
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Es posible también evaluar la integridad de la vía óptica mediante el examen de los campos visuales. Este examen constituye una prueba subjetiva que permite inferir a través de respuestas del paciente si hay alteraciones en el nervio óptico o en su trayecto intracraneal.
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Por último, también es factible examinar los reflejos pupilares y a través de ellos conocer el estado de las vías ópticas que traducen la integridad del nervio óptico. Oftalmoscopía, examen de campos visuales y de reflejos pupilares son pruebas clínicas fáciles de practicar y al alcance del médico general.
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Con frecuencia hay que recurrir a otras pruebas especializadas para dilucidar la causa del trastorno; para ello el clínico se apoya en la imagenología en sus diferentes modalidades, y en la electrorretinografía y los potenciales evocados. La integración de todos estos elementos y una historia clínica juiciosa permiten, la mayoría de las veces, definir el estado que guardan el nervio óptico y las vías visuales. En este capítulo se recuerdan los hallazgos oftalmoscópicos de las anomalías de la papila óptica.
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Siempre que se examine una papila normal habrá que notar lo siguiente:
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