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La dieta baja en grasas
La obesidad es un fenómeno mundial. La Organización Mundial de la Salud estima que actualmente hay más de 1.9 mil millones de adultos clínicamente obesos, con 700 millones más descritos con sobrepeso. Estas son estadísticas notables teniendo en cuenta que la obesidad era relativamente rara antes del siglo xx. La tasa de obesidad en Estados Unidos se mantuvo estable entre 12–14% hasta fines de la década de 1970 cuando comenzó a aumentar. En los años finales de la década de 1980, cerca de 25% de los adultos estadounidenses eran obesos o tenían un sobrepeso significativo. Este número ahora supera 75%. La epidemia actual, y las enfermedades crónicas asociadas con ella (p. ej., diabetes mellitus, enfermedades cardiovasculares y ciertas formas de cáncer) se han relacionado con la disponibilidad inmediata de alimentos procesados baratos, ricos en energía y deficientes en nutrientes y un cambio hacia estilos de vida físicamente menos exigentes. A lo largo de este periodo ha habido una abrumadora cantidad de consejos dietéticos, en especial la promoción, que comenzó a finales de la década de 1970, de dietas bajas en grasas. Desafortunadamente, debido a la naturaleza desagradable de los alimentos bajos en grasa, los carbohidratos (generalmente sacarosa o jarabe de maíz alto en fructosa) pronto reemplazaron el contenido de grasa. Al parecer, muchos consumidores creían que los alimentos bajos en grasa se podían comer en exceso sin tener en cuenta que su contenido calórico es igual o superior al de los alimentos que contienen grasa que fueron sustituidos.
Aunque las dietas bajas en grasas siguen siendo populares, han demostrado ser ineficaces para lograr una pérdida de peso sostenida. Sin embargo, los problemas de salud asociados con las dietas bajas en grasas no terminan con el aumento de peso en personas propensas a la obesidad. La recomendación nutricional original de que las dietas deben ser bajas en grasas saturadas a menudo se interpretó como baja en todas las grasas. En consecuencia, sin darse cuenta de las diversas funciones de las grasas en la dieta, muchas personas conscientes del peso redujeron o eliminaron casi todas las grasas de sus dietas. Entre las consecuencias de una dieta baja en grasas extrema (15% o menos) se encuentran las deficiencias en las vitaminas liposolubles (A, D, E y K) y los ácidos grasos esenciales, como el ácido linoleico y el ácido linolénico. Las vitaminas liposolubles son importantes para numerosos procesos fisiológicos (p. ej., crecimiento, inmunidad, reparación celular y coagulación de la sangre). Los ácidos grasos esenciales (EFA, essential fatty acids), llamados así porque las células del cuerpo no pueden sintetizarlos, realizan una amplia variedad de funciones. Además de ser componentes importantes de las membranas celulares, los EFA también se ...