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ANTECEDENTES HISTÓRICOS
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El avance de la medicina ocurrido en las últimas décadas ha sobrepasado por mucho los cambios en normas y en las expectativas que se pudieran tener sobre la acción y la conducta del médico frente a la sociedad y el paciente como persona.
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Es tal la velocidad de los cambios, la frecuencia de conflictos y los graves problemas por resolver que ha surgido una creciente preocupación al respecto. Recientemente, varias comisiones han publicado estudios que incorporan declaraciones, planteamientos y recomendaciones para dar respuesta a los problemas que enfrenta la medicina actual, buscando mantener la posición e imagen del médico frente a la sociedad.
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Históricamente, los propios médicos han impuesto ordenamientos y códigos de conducta para el ejercicio de su profesión. Ahí se establece claramente el compromiso del médico con el enfermo de ponerse a su servicio, colocarse a su cabecera para alejar sus sufrimientos o hacer que le sean más leves y, agrega Hipócrates, “una prueba del poder de la medicina es su capacidad de salvar aun a los que no creen en ella”. La categoría central de la ética es el concepto de “areté”, que en griego significa no sólo perfección moral, sino toda excelencia o perfección en general que contribuya a plasmar un mejor tipo de humanidad.
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En el Canon, Avicena hace un grandioso intento de codificar las doctrinas médicas de Hipócrates y Galeno con las biológicas de Aristóteles. Con esta tradición de siglos se inicia nuestra cultura cristiana en un imperio que se derrumba al ser invadido y flagelado por múltiples pestes, inundaciones, terremotos y erupciones que sepultan a Herculano y a Pompeya. Éste es el terreno propicio para la difusión de una doctrina, de una religión perfectamente coherente con las enseñanzas de Jesús, que lleva a un nivel consciente el hecho de que la atención a los enfermos es un deber ético al cual nadie, ni el individuo ni la comunidad, puede sustraerse. Pero es aún más: es un nuevo significado del valor de la vida, del significado de la caridad que emana directamente de la figura de Cristo Médico.
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Los cristianos dieron un fuerte impulso a la hospitalidad. Los hospitales para peregrinos, los xenodoquios, pronto se transformaron en los hospitales que cubrían todo el mundo cristiano, reemplazando a los hospitales militares de las legiones romanas. En esos hospitales se imponía la ley del amor, que prescribía la atención y el consuelo a los enfermos como una obra de piedad humana y divina. Se recibía al enfermo en cualquier momento, sin distinción de sexo, nacionalidad o religión. El primer hospital público fue fundado en el año 372 por San Basilio, en Cesárea, Capadocia, e incluía entre sus diversos departamentos un leprosario para aquellos que hasta entonces habían sido excluidos de la comunidad.
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Estos acontecimientos —y muchos otros también de gran importancia que escapan a los límites de este capítulo— ...