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La lesión renal aguda (LRA) es un padecimiento frecuente en pacientes hospitalizados que afecta a personas de todas las edades. Es un síndrome clínico que complica el curso y empeora los resultados de los enfermos.1 Los progresos recientes en investigación básica y clínica han permitido apreciar que rara vez tiene una base fisiopatológica única. La visión del padecimiento ha cambiado de un síndrome de insuficiencia de órgano único a uno donde los riñones desempeñan un papel activo en el curso de una disfunción multiorgánica.2
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El término acute kidney injury (AKI [LRA o daño renal agudo en inglés]) fue recientemente acuñado por un panel internacional de expertos, sustituyendo a la expresión previa “falla renal aguda”. La finalidad de esto fue contar con una definición de los cambios agudos en la función renal y destacar que el síndrome es caracterizado por daño progresivo, desde incrementos mínimos en la concentración de creatinina sérica (CrS) hasta un detrimento más grave acreditado como falla.3
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La organización KDIGO (Kidney Disease: Improving Global Outcomes), mediante las guías de práctica clínica para LRA, recomendó en 2012 un sistema de diagnóstico con criterios basados en modificaciones de la CrS y/o el flujo urinario (cuadro 16–1), pero se enfatizó en el modelo conceptual de LRA. Este modelo conceptual expone que la LRA es un padecimiento de los desórdenes renales agudos y puede ocurrir yuxtapuesto o no a otros trastornos renales agudos o crónicos. LRA se define como la reducción de la Tasa de Filtrado Glomerular (TFG) que incluye, pero no se limita a, la falla renal. La falla renal se define como una TFG menor a 15 ml/min/1.73 m2 de superficie corporal o como la necesidad de recibir Terapia de Reemplazo Renal (TRR).4
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