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La sangre es un líquido complejo en constante movimiento gracias a la función circulatoria, cuyo color varía del rojo claro y brillante, al rojo oscuro y negruzco, de acuerdo con su estado de oxigenación, que se encuentra contenido en los vasos sanguíneos y en las cavidades cardiacas. Se trata de una mezcla espesa, compuesta por una porción líquida llamada plasma, en la que se encuentran en suspensión tres tipos de elementos celulares: los glóbulos rojos ―también llamados eritrocitos, rubrocitos o hematíes―, los glóbulos blancos o leucocitos y las plaquetas o trombocitos. Los elementos formes representan aproximadamente 45% del volumen total de la sangre, fracción que se conoce con el nombre de hematócrito. El plasma ocupa el restante 55%, porción que se denomina plasmácrito.
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COMPOSICIÓN DE LA SANGRE
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Al colocar una muestra de sangre en un tubo de vidrio que contenga un anticoagulante, como el citrato de sodio o el ácido etilen-diamino-tetra-acético (EDTA), al cabo de cierto tiempo se observa cómo la sangre se separa en dos grandes componentes (figura 20–1). En la parte inferior del tubo se sedimentan los eritrocitos, debido a que son ligeramente más pesados que el plasma (1.10 g/cm3 vs. 1.03 g/cm3), formando una porción de color rojo oscuro. Sobre ella se distingue una delgada capa blanquecina, que corresponde a los leucocitos, y sobre la cual se sitúa otra capa de color grisáceo y aspecto mucoide, que corresponde a las plaquetas (figura 20–2). Todo este conjunto se denomina hematócrito. Aproximadamente existe un leucocito por cada 600 eritrocitos, y una plaqueta por cada 20 eritrocitos. La porción líquida es el plasma. Si se coloca la sangre en un tubo sin anticoagulante, ésta rápidamente se coagula, y pasado cierto tiempo, queda un sobrenadante de color pajizo transparente, denominado suero. Éste es el remanente del plasma después de haberse consumido el fibrinógeno y los factores II, V y VIII de la coagulación.
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El plasma representa aproximadamente 5% del ...