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El hígado es el principal órgano metabólico debido a su función directa en el metabolismo energético (glúcidos y lípidos) y de las proteínas, incluyendo la síntesis de numerosas proteínas plasmáticas, además del procesamiento y eliminación de numerosas hormonas, vitaminas y compuestos xenobióticos. Desde un punto de vista fisiológico y fisiopatológico, esta gran relevancia se debe a su emplazamiento y relación con el sistema circulatorio y digestivo, en el que además es responsable de la secreción biliar (que no se considera en este capítulo). Por último, también parece tener importancia en el desarrollo de la respuesta inmunológica.
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EL HÍGADO EN LA REGULACIÓN DEL METABOLISMO ENERGÉTICO
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El hígado es el principal órgano en la regulación del metabolismo energético. Se encuentra entre la vena porta y la cava inferior, recibe tanto la mayor parte de los sustratos energéticos absorbidos por el intestino como una elevada concentración de las dos principales hormonas reguladoras del metabolismo a corto plazo, la insulina y el glucagón, producidos por el páncreas endocrino. Bajo la influencia de estas hormonas y en colaboración con otras como glucocorticoides, hormona del crecimiento (GH, growth hormone) y catecolaminas, el hígado adapta su actividad a las necesidades energéticas del organismo, de modo que puede tanto ceder energía en forma de glucosa y otros sustratos (ácidos grasos, lipoproteínas, cuerpos cetónicos) como acumularla en forma de glucógeno y lípidos, todo ello en función del estado metabólico del organismo. La figura 66–1 representa las principales rutas metabólicas del metabolismo energético y su interrelación.
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En esta fase, el hígado orienta el metabolismo hacia el anabolismo, de modo que los nutrientes absorbidos se acumulen básicamente en forma de glucógeno y lípidos; para ello, el hígado actúa de dos modos. En primer lugar, los hepatocitos absorben con gran velocidad la glucosa y los ácidos grasos de la vena porta, independientemente de la insulina. Esto se debe a que expresa el transportador de glucosa GLT2, insensible a la insulina y bidireccional, lo que permite al hígado controlar la glucemia al ajustar la concentración citosólica de glucosa en los hepatocitos mediante control metabólico. Los ácidos grasos penetran en el hepatocito por difusión o por proteínas transportadoras no dependientes de insulina.
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En segundo lugar, el aumento de la relación insulina/glucagón que ocurre durante la digestión actúa sobre los hepatocitos dirigiendo la glucosa absorbida hacia la glucogenogénesis, e incrementando la glucolisis para sintetizar ácidos grasos a partir del acetil coenzima A (AcCoA) resultante. Esto último es especialmente activo cuando ...