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La conducta sexual es esencial para la supervivencia de la especie y también representa una fuente primordial de gratificación para el individuo y un vehículo importante de comunicación afectiva. Sus trastornos suelen ser causa de infelicidad, frustración y deterioro de relaciones interpersonales. Muchas de esas alteraciones pueden ser aliviadas eficazmente mediante diversas terapias que exigen el conocimiento de la fisiología sexual y sus anomalías. Por otra parte, muchos procesos patológicos no primariamente sexuales conllevan frecuentemente, sea como síntoma o como complicación de su tratamiento, la presentación de alteraciones de la función sexual. El conocimiento de sus mecanismos permite su prevención y tratamiento.
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La conducta sexual comprende, junto a una compleja interacción de factores intrapsíquicos, interpersonales y sociales que intervienen en su iniciación y mantenimiento cuyo examen queda fuera de los objetivos de este capítulo, un conjunto de cambios físicos y mentales que constituyen la llamada respuesta sexual. Esta última consiste en una serie de cambios hemodinámicos, neurales y hormonales que afectan especialmente al funcionamiento de los órganos genitales y al cerebro así como, en grado diverso, a la totalidad del organismo. La respuesta sexual a menudo se describe de manera esquemática como una secuencia cíclica de etapas o fases características que se facilitan, refuerzan o inhiben entre sí. A continuación se comentan de manera breve los principales fenómenos fisiológicos que la caracterizan.
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CAMBIOS FISIOLÓGICOS ASOCIADOS CON LA ACTIVIDAD SEXUAL
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Los cambios fisiológicos más notorios y característicos tienen lugar en los órganos genitales, aunque en realidad la respuesta sexual es una auténtica respuesta integrada que implica al conjunto del organismo. Todos los órganos y sistemas el ser humano modifican en diversa medida su estado funcional durante ella. Estos fenómenos fisiológicos, bastante constantes y similares en ambos sexos e independientes del método de estimulación, se suelen agrupar en tres fases principales cuyas manifestaciones más destacadas se resumen en el cuadro 92–1.
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