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Las enfermedades cardiovasculares, lo que incluye a la cardiopatía coronaria y la apoplejía, representan dos de las causas más importantes de morbilidad y mortalidad en países desarrollados. Varios factores de riesgo incrementan la posibilidad de enfermedad coronaria y apoplejía; éstos pueden dividirse en aquellos susceptibles de modificación (p. ej., trastornos de lípidos, hipertensión, tabaquismo) y aquellos que no son modificables (p. ej., edad, sexo, antecedentes familiares de enfermedad coronaria). En Estados Unidos, en los últimos dos decenios se han alcanzado reducciones impresionantes en las tasas de mortalidad específicas para la edad por cardiopatías y apoplejía, en gran parte a través de mejoras de los factores de riesgo modificables: reducción en el tabaquismo, mejoría en las concentraciones de lípidos y detección y tratamiento intensivos de la hipertensión. En esta sección se revisa la participación de la detección del riesgo cardiovascular y el uso de tratamientos eficaces para reducir tales riesgos. En el cuadro 1-3 se muestran recomendaciones clave para la prevención cardiovascular. Las guías recomiendan la valoración regular del riesgo cardiovascular global en adultos de 40 a 79 años de edad sin enfermedad cardiovascular conocida, utilizando factores de riesgo cardiovascular estándar. No está clara la participación de los factores de riesgo no tradicionales para mejorar el cálculo del riesgo.
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ANEURISMA DE LA AORTA ABDOMINAL
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La USPSTF recomienda la detección en una ocasión en busca de aneurisma de la aorta abdominal (AAA) por ecografía en varones de 65 a 75 años de edad que han fumado en algún momento de su vida. La detección de AAA en una ocasión se asocia con reducción relativa en la tasa de mortalidad relacionada con AAA a lo largo de 12 a 15 años (razón de probabilidad de 0.65; intervalo de confianza del 95% de 0.57 a 0.74) y reducción similar en las roturas de AAA (razón de probabilidades de 0.62; intervalo de confianza del 95% de 0.55 a 0.70). Las mujeres sin antecedentes de tabaquismo y sin antecedentes familiares de AAA no parecen beneficiarse de tal detección (recomendación D); la evidencia actual para mujeres que nunca han fumado o que no tienen antecedentes familiares de AAA es insuficiente para equiparar los riesgos contra los beneficios (recomendación I) (cuadro 1–3).
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En Estados Unidos más de 67 millones de adultos padecen hipertensión, lo que representa el 29% de los adultos de la población estadounidense (cap. 11). La hipertensión en casi 50% de estos adultos no está controlada (es decir, con cifras <140/90 mmHg). En aquellos con hipertensión no bien controlada, casi 40% no están conscientes del incremento de la presión arterial; casi 16% están conscientes, pero no reciben tratamiento y 45% reciben tratamiento, pero la hipertensión no está controlada. En cada grupo de edad adulta, las tasas elevadas de presión arterial sistólica y diastólica conllevan mayor riesgo de apoplejía e insuficiencia cardiaca. La presión arterial sistólica, a diferencia de la diastólica, es el mejor factor pronóstico de eventos mórbidos. La vigilancia domiciliaria se correlaciona mejor con el daño a órganos blanco que los valores obtenidos en la clínica. Los médicos pueden aplicar criterios específicos para la presión arterial, como aquellos publicados en las guías más recientes de la Joint National Committee or American Heart Association, junto con consideraciones del riesgo cardiovascular del paciente y valores personales, para decidir a qué niveles debe considerarse el tratamiento en casos individuales.
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La prevención primaria de la hipertensión puede llevarse a cabo por estrategias dirigidas a la población general y a poblaciones especiales con alto riesgo. Esta última incluye a personas con presión arterial normal alta o con antecedentes familiares de hipertensión, individuos de raza negra y aquellos con varias conductas de riesgo como inactividad física, consumo excesivo de sal, alcohol o calorías y consumo deficiente de potasio. Las intervenciones eficaces para la prevención primaria de la hipertensión incluyen la disminución del consumo de sodio y alcohol, pérdida de peso y ejercicio regular. La administración de complementos de potasio reduce levemente la presión arterial y una dieta rica en frutas y hortalizas frescas con bajo contenido de grasa, carnes rojas y bebidas con azúcar también reduce la presión arterial. Las intervenciones de eficacia no demostrada incluyen la administración de complementos de potasio, calcio, magnesio, aceite de pescado o fibra, modificación de macronutrientes y tratamiento para el estrés.
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La mejora en la identificación y tratamiento de la hipertensión es la principal causa de la reducción reciente en las muertes por apoplejía y en la disminución de la incidencia de hospitalizaciones relacionadas con insuficiencia cardiaca. Como la hipertensión suele cursar asintomática, se recomienda fuertemente la detección para identificar a pacientes para tratamiento, el aumento de las lecturas de presión arterial en el consultorio debe confirmarse con mediciones repetidas, de manera ideal con vigilancia ambulatoria o con mediciones en el hogar. Pese a recomendaciones fuertes a favor de la detección y tratamiento, el control de la hipertensión permanece subóptimo. Una intervención que incluye la capacitación del personal médico y la educación del paciente fue más eficaz que la capacitación sola del médico para lograr el control de la hipertensión, lo que sugiere los beneficios de la participación del paciente; otro estudio clínico encontró que la vigilancia domiciliaria combinada con el apoyo telefónico por una enfermera fue más eficaz que la vigilancia domiciliaria sola para el control de la presión arterial. En el capítulo 11 se revisa el tratamiento farmacológico de la hipertensión.
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El uso regular de ácido acetilsalicílico (81 a 325 mg) puede reducir los eventos cardiovasculares, pero incrementa la frecuencia de hemorragia gastrointestinal. El ácido acetilsalicílico también puede reducir el riesgo de muerte por varios tipos comunes de cáncer (colorrectal, esofágico, gástrico, prostático y posiblemente pulmonar). Los beneficios potenciales del ácido acetilsalicílico pueden exceder los posibles efectos secundarios en adultos de edad madura que se encuentran en alto riesgo cardiovascular, que puede definirse como un riesgo a 10 años >10% y que no tienen incremento en el riesgo de sangrado. Un estudio clínico reciente en adultos mayores sanos no encontró beneficios claros de la administración de ácido acetilsalicílico para la reducción de eventos cardiovasculares y observó un incremento de mortalidad por todas las causas con la administración de ácido acetilsalicílico. Por tanto, no debe iniciarse de forma sistemática el ácido acetilsalicílico en adultos sanos mayores de 70 años de edad. Los fármacos antiinflamatorios no esteroideos pueden reducir la incidencia de adenomas colorrectales y pólipos, pero también pueden incrementar la enfermedad cardiaca y hemorragia gastrointestinal; por tanto, no se recomiendan para la prevención de cáncer de colon en pacientes con riesgo promedio.
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La complementación con vitaminas y antioxidantes (vitamina E, vitamina C y vitamina A) no ha producido reducciones significativas en la incidencia o mortalidad causadas por enfermedad vascular, cáncer u otros resultados mayores en individuos de alto riesgo con enfermedad arterial coronaria, otras enfermedades arteriales oclusivas o diabetes mellitus.
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El tabaquismo permanece como la causa más importante de morbilidad susceptible de prevención y mortalidad temprana. En el año 2015 se estima que ocurrieron 6.4 millones de muertes prematuras en el mundo atribuibles al tabaquismo y consumo de tabaco; el tabaquismo es la segunda causa de pérdida de años de vida ajustados a la incapacidad. El fumar cigarrillos ocasiona una de cada cinco muertes en Estados Unidos y más de 480 000 muertes por año. En Estados Unidos, el costo anual de los sistemas de salud relacionados con el tabaquismo es de casi 130 mil millones de dólares estadounidenses y otros 150 mil millones de dólares estadounidenses en pérdida de la productividad. Por fortuna, las tasas de tabaquismo en ese país han disminuido; en el año 2015 casi 15.1% de los adultos estadounidenses eran fumadores y para el año 2018, se redujo a 13.7%. Los costos globales directos por atención a la salud por el tabaquismo en el año 2012 se calcularon en 422 mil millones de dólares estadounidenses con un costo total de 1.4 billones de dólares.
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La nicotina es muy adictiva al incrementar las concentraciones de dopamina y produce síntomas de abstinencia cuando se interrumpe el tabaquismo. Los fumadores mueren cinco a ocho años antes que los individuos que nunca fumaron. Tienen el doble del riesgo de enfermedad cardiaca letal; 10 veces el riesgo de cáncer pulmonar y varias veces el riesgo de cáncer de boca, faringe, esófago, páncreas, riñón, vejiga y cuello uterino; un incremento de dos a tres veces en la incidencia de apoplejía y úlcera péptica (que cicatriza con mayor lentitud en comparación con individuos no fumadores); un incremento de dos a cuatro veces en el riesgo de fractura de cadera, muñeca y vértebras; cuatro veces el riesgo de enfermedad neumocócica invasiva e incremento de dos veces en el riesgo de cataratas. En Estados Unidos, más de 90% de los casos de enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) ocurrió en individuos con tabaquismo activo o antecedente de haber fumado.
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El tabaquismo pasivo y activo se asocia con deterioro de las propiedades elásticas de la aorta (lo que incrementa el riesgo de aneurisma de aorta) y aterosclerosis progresiva de las arterias carótidas. El tabaquismo también se ha asociado con aumento en el riesgo de leucemia, cánceres de colon y próstata, de cáncer mamario en mujeres posmenopáusicas que son acetiladoras lentas de enzimas de la N-acetiltransferasa-2, de osteoporosis y enfermedad de Alzheimer. En cánceres de cabeza y cuello, pulmón, esófago y vejiga el tabaquismo se vincula con mutaciones en el gen P53, el cambio genético más común en el cáncer humano. Los pacientes con cáncer de cabeza y cuello que continúan fumando durante la radioterapia tienen tasas más bajas de respuesta en comparación con aquellos que no fuman. El olfato y el gusto se ven afectados en fumadores y se incrementan las arrugas faciales. Los individuos con tabaquismo intenso tienen un riesgo 2.5 veces más elevado de degeneración macular relacionada con la edad.
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En hijos de fumadores que tienen bajo peso al nacimiento, existe mayor probabilidad de retraso mental, tienen infecciones respiratorias más frecuentes y función pulmonar menos eficiente, mayor incidencia de infecciones crónicas del oído en comparación con los hijos de no fumadores y tienen mayor probabilidad de ser fumadores ellos mismos. Además, la exposición ambiental al humo del tabaco ha demostrado incrementar el riesgo de cáncer cervicouterino, cáncer pulmonar, enfermedad neumocócica invasora, cardiopatías, también favorece el daño endotelial y la agregación plaquetaria e incrementa la excreción urinaria de carcinógenos pulmonares específicos del tabaco. La incidencia de cáncer mamario puede incrementarse también. Más de 41 000 muertes por año en Estados Unidos se atribuyen al humo de tabaco ambiental.
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La interrupción del tabaquismo reduce el riesgo de muerte e infarto miocárdico en personas con arteriopatía coronaria, reduce la tasa de muertes e infarto miocárdico agudo en pacientes sometidos a revascularización coronaria percutánea, reduce el riesgo de apoplejía y se asocia con mejora en los síntomas de enfermedad pulmonar obstructiva crónica. En promedio, las mujeres fumadoras que abandonaron el tabaquismo hacia los 35 años de edad añaden casi tres años a su esperanza de vida y los varones añaden dos años más a su esperanza de vida. La interrupción del tabaquismo incrementa la esperanza de vida, incluso para aquellos que dejaron de fumar después de los 65 años.
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Aunque el tabaco constituye el problema médico más común, se trata de manera insuficiente. Casi 40% de los fumadores intentan abandonar el hábito cada año, pero sólo 4% tienen éxito. Las personas cuyos médicos recomiendan abandonar el tabaquismo tienen 1.6 veces mayor probabilidad de intentar el abandono. Más de 70% de los fumadores buscan a su médico cada año, pero sólo 20% de ellos reciben alguna ayuda o recomendación con respecto a abandonar el hábito.
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Los factores asociados con la interrupción exitosa del tabaquismo incluyen poner reglas en contra del tabaquismo en el hogar, edad avanzada y mayor nivel educativo; están disponibles varias intervenciones clínicas eficaces para favorecer la interrupción del tabaquismo, lo que incluye el asesoramiento, farmacoterapia o una combinación de ambos métodos.
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En el cuadro 1-4 se muestran las estrategias útiles de asesoramiento. Además, debe implementarse un sistema para identificar a fumadores y recomendar que abandonen el hábito ajustado al nivel de preparación del paciente para el cambio. A todo paciente que intenta dejar de fumar debe ofrecerse farmacoterapia (cuadro 1-5) con excepción de aquellos que tienen contraindicaciones médicas, mujeres embarazadas o que alimentan al seno materno (lactancia materna) y adolescentes. En la mayor parte de los casos ocurre aumento de peso (80%) después de interrumpir el tabaquismo. El aumento promedio de peso es de 2 kg, pero para algunos (10% a 15%) puede ocurrir un incremento notable de peso (más de 13 kg). La planificación para un posible aumento de peso y los mecanismos para mitigarlo pueden ser de utilidad para conservar la interrupción del tabaquismo.
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En el cuadro 1-5 se resumen varios tratamientos farmacológicos que han mostrado ser eficaces para favorecer la interrupción del tabaquismo. El tratamiento de sustitución de nicotina duplica la posibilidad de tener éxito con la interrupción del tabaquismo. Los parches, goma de mascar y tabletas con nicotina están disponibles como medicamentos de venta libre y los atomizadores nasales e inhaladores con nicotina pueden adquirirse con prescripción. El bupropión es un fármaco antidepresivo de liberación sostenida (150 a 300 mg por día por vía oral) eficaz para la interrupción del tabaquismo y se asocia con mínimo incremento de peso, aunque las convulsiones son una contraindicación. Actúa al incrementar las concentraciones encefálicas de dopamina y norepinefrina, simulando el efecto de la nicotina. La vareniclina es un agonista parcial de los receptores nicotínicos de acetilcolina que ha demostrado mejorar las tasas de interrupción del tabaquismo; sin embargo, sus efectos secundarios, en particular sus efectos sobre el estado de ánimo, no se comprenden por completo y está indicado tener gran cuidado con su administración. No existe un solo método de farmacoterapia que sea más eficaz que otro, de forma que deben tomarse en consideración las preferencias y los datos sobre efectos secundarios cuando se elige un tratamiento. El tratamiento combinado es más eficaz que una modalidad farmacológica única. No se ha realizado una valoración adecuada del uso de cigarrillos electrónicos y algunos usuarios han encontrado que causan adicción. Reportes recientes sobre enfermedad pulmonar relacionada con el uso de cigarrillos electrónicos son motivo para precaución adicional en el uso de dispositivos no regulados para el suministro de nicotina con el objetivo de interrumpir el tabaquismo (véase cap. 9, Abandono del tabaquismo).
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Los médicos no deben mostrar desaprobación de los pacientes que fracasan en interrumpir el tabaquismo o que no están preparados para intentar suspenderlo. La asesoría meticulosa hace énfasis en los beneficios de interrumpir el tabaquismo y reconoce las barreras comunes para alcanzar el éxito, lo que puede incrementar la motivación para abandonar el tabaquismo y las tasas de éxito para lograrlo. Un procedimiento médico en el futuro cercano o una enfermedad u hospitalización intercurrentes pueden motivar incluso a los fumadores más adictos para que abandonen el hábito.
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El asesoramiento individual o en grupo es un método muy rentable, incluso más que aquellos creados para el tratamiento de la hipertensión. La asesoría telefónica para interrumpir el tabaquismo y las intervenciones con mensajes de texto han mostrado ser eficaces. Una estrategia adicional es recomendar que el tabaquismo tenga lugar en exteriores para limitar el efecto del tabaquismo pasivo sobre las personas cercanas, incluyendo a los colaboradores y personas que habitan con el fumador. Esto puede ocasionar disminución y suspensión del tabaquismo.
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Las políticas públicas, lo que incluye el incremento de los impuestos a cigarrillos y las leyes más restrictivas para fumar en público han mostrado favorecer la interrupción del tabaquismo y tienen impacto económico directo para los pacientes.
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TRASTORNOS DE LÍPIDOS
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Las concentraciones elevadas de colesterol en lipoproteínas de baja densidad (LDL, low density lipoprotein) se han asociado con incremento en el riesgo de cardiopatía coronaria (cap. 28). La medición de las concentraciones de colesterol total y de lipoproteínas de alta densidad son útiles para la valoración del grado de riesgo de cardiopatía coronaria. Es motivo de controversia establecer cuál es el mejor momento para iniciar la detección, así como su frecuencia. Los tratamientos que reducen las concentraciones de colesterol disminuyen el riesgo relativo de eventos de cardiopatía coronaria, con un grado de reducción proporcional a la reducción alcanzada en las concentraciones de colesterol LDL a cifras de LDL >100 mg/100 ml. Los beneficios absolutos de la detección y tratamiento de las concentraciones anormales de lípidos dependen de la presencia y nivel de otros factores de riesgo cardiovascular, lo que incluye hipertensión, diabetes mellitus, tabaquismo, edad y sexo. Si existen otros factores de riesgo, los riesgos de enfermedad cardiovascular son más elevados y los beneficios potenciales del tratamiento son mayores. Los pacientes con enfermedad cardiovascular conocida se encuentran en mayor riesgo y obtienen mayores beneficios de la reducción de las concentraciones de colesterol LDL. El umbral óptimo de riesgo para iniciar las estatinas para la prevención primaria es motivo de controversia, aunque la mayor parte de las guías sugieren el tratamiento con estatinas cuando el riesgo cardiovascular ateroesclerótico a 10 años es mayor de 10%.
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La evidencia para la eficacia del tratamiento farmacológico con estatinas es mejor que para otras clases de fármacos hipolipemiantes o para cambios dietéticos, específicamente para la disminución de las concentraciones de lípidos. Múltiples estudios clínicos grandes con asignación al azar, con grupo testigo con placebo han demostrado reducciones importantes en la mortalidad total, en eventos coronarios mayores y apoplejías con la reducción de las concentraciones de colesterol LDL mediante el tratamiento con estatinas para pacientes con enfermedad cardiovascular conocida. Las estatinas también disminuyen los eventos cardiovasculares en pacientes con diabetes mellitus. En pacientes sin antecedentes de eventos cardiovasculares o diabetes, los metaanálisis han mostrado reducciones importantes en los eventos cardiovasculares.
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Los nuevos anticuerpos monoclonales antilipidémicos (p. ej., evolocumab y alirocumab) reducen las concentraciones de colesterol LDL en 50% a 60% al unirse a la proproteína convertasa subtilisina kexina tipo 9 (PCSK9), que disminuye la degradación de receptores LDL. Los inhibidores de PCSK9 también disminuyen las concentraciones de LP(a). Estos nuevos fármacos son muy costosos y a menudo se utilizan principalmente en pacientes con alto riesgo cuando el tratamiento con estatinas no reduce lo suficiente las concentraciones de colesterol LDL con las dosis máximas toleradas o bien, cuando los pacientes muestran intolerancia a las estatinas. Se han reportado pocos efectos secundarios con el uso de inhibidores de PCSK9.
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En el capítulo 28 se revisan las guías para el tratamiento con estatinas y PCSK9.
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Navarese
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