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INTRODUCCIÓN

La falta de actividad física suficiente es el segundo factor más importante para las muertes susceptibles de prevención, siendo la principal causa el consumo de tabaco. El US Department of Health and Human Services y los CDC recomiendan que cada semana los adultos (incluidos los adultos mayores) realicen 150 min de actividad aeróbica de moderada intensidad (como caminar rápido) o 75 minutos de actividad intensa (como trotar o correr) o una mezcla equivalente de actividad aeróbica de moderada a intensa. Además de las recomendaciones para las actividades, los CDC recomiendan ejercicios de fortalecimiento para todos los grupos musculares mayores (abdomen, extremidades superiores, espalda, tórax, caderas, extremidades inferiores y hombros) al menos dos veces por semana.

Los pacientes que participan en ejercicios regulares moderados a intensos tienen menor riesgo de infarto miocárdico, apoplejía, hipertensión, hiperlipidemia, diabetes mellitus tipo 2, enfermedad diverticular y osteoporosis. La evidencia apoya las recomendaciones de las guías de realizar 30 min de actividad física moderada la mayor parte de los días de la semana tanto para la prevención primaria como secundaria de la cardiopatía coronaria.

En estudios de cohorte longitudinal, los individuos que reportaron altas cifras de actividad física en su tiempo libre tuvieron menos probabilidades de aumentar de peso. Por el contrario, los individuos con sobrepeso tenían menor probabilidad de permanecer activos. Sin embargo, podrían necesitarse al menos 60 min de actividad física de intensidad moderada para llevar al máximo la pérdida de peso y prevenir una recuperación significativa de peso. Además, los niveles adecuados de actividad física parecen ser importantes para la prevención del aumento de peso y el desarrollo de obesidad. La actividad física también parece tener un efecto independiente en los resultados sobre la salud, como el desarrollo de diabetes mellitus tipo 2 en pacientes con intolerancia a la glucosa cuando se comparan con el peso corporal, lo que sugiere que niveles adecuados de actividad pueden contrarrestar la influencia negativa del peso corporal en los resultados para la salud. En comparación con los individuos sin enfermedad cardiovascular, aquellos individuos que sí la padecen pueden beneficiarse de la actividad física en mayor grado.

La actividad física puede incorporarse a las rutinas cotidianas de la persona. Por ejemplo, el médico puede recomendar al paciente que utilice las escaleras en lugar de los elevadores, que camine o que utilice bicicleta en lugar de conducir un automóvil o que realice actividades domésticas o de jardinería, que se baje del autobús una o dos paradas antes y que camine el resto del trayecto, que se estacione lejos de su destino o que camine a la hora del almuerzo. El mensaje básico debe ser que mientras más, mejor; y que cualquier cosa es mejor que nada.

Para tener mayor eficacia en el asesoramiento con respecto al ejercicio, los médicos pueden incorporar técnicas de entrevistas motivacionales, adoptar un método integral (p. ej., solicitar la colaboración del personal de enfermería) ...

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