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El interés en el aceite de pescado comenzó hace más de 40 años, cuando se informó que la población inuit de Groenlandia tenía tasas bajas de enfermedad coronaria (CHD, coronary heart disease), pese a que consume una dieta alta en grasas. Se descubrió que la protección dependía de los ácidos grasos ω-3, el ácido eicosapentaenoico (EPA) y el ácido docosahexaenoico (DHA) de los peces que los inuit consumen. Es probable que múltiples mecanismos expliquen los efectos benéficos de los ácidos grasos ω-3 en la prevención primaria y secundaria de la enfermedad cardiaca. Entre ellos figuran reducciones de las concentraciones de triglicéridos, inflamación, presión arterial, coagulación de la sangre, arritmias, formación de placa ateroesclerótica y mejoría de la función endotelial arterial. Los complementos de aceite de pescado tienen pocos efectos colaterales, con síntomas gastrointestinales como los más comunes (náusea, molestias gastrointestinales, halitosis, deposiciones oleosas). Existen informes de un incremento de las hemorragias para los pacientes que toman fármacos antiplaquetarios o anticoagulantes con aceite de pescado; sin embargo, la investigación que revisó el efecto de la ingestión de complemento de aceite de pescado en el INR de pacientes que consumen warfarina no demostró este riesgo hasta que la dosis total de EPA y DHA rebasa los 3 g/día. Los complementos de aceite de pescado tienen una distribución muy amplia sin receta y deben dosificarse con base en su contenido de EPA y DHA.
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1. Enfermedad coronaria
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La evidencia de múltiples estudios observacionales a gran escala y estudios con asignación al azar indican que el consumo de pescado, en particular de especies ricas en grasa como el arenque, la anchoa, la caballa y el salmón, o los complementos de aceite de pescado que contienen los ácidos grasos ω-3, EPA y DHA son eficaces para la prevención primaria y secundaria de la CHD. Uno de los estudios de prevención secundaria más impresionantes se llevó a cabo en 1999, el denominado estudio GISSI-Prevenzione, el cual demostró una gran reducción de muerte cardiaca súbita, mortalidad cardiovascular total y mortalidad en general. Sin embargo, estudios más recientes sugirieron que podría no ser así. Los complementos de ácidos grasos ω-3 no tuvieron una relación significativa con CHD letal o no letal ni con episodios vasculares en un metaanálisis de 2018. El estudio ASCEND (con más de 15 000 pacientes con diabetes asignados al azar para recibir 1 g de ácido graso ω-3 o aceite de oliva) no encontró diferencias significativas entre los grupos en cuanto al riesgo de episodios vasculares significativos, incluidos infarto miocárdico no letal, apoplejía o muerte. La American Heart Association (AHA) recomendó lo siguiente respecto al tratamiento con ácidos grasos ω-3: no hay tratamiento en la prevención primaria para pacientes con diabetes o con alto riesgo de enfermedad cardiovascular o para la prevención primaria de la apoplejía; el tratamiento es razonable para la prevención secundaria de la CHD y la muerte cardiaca súbita entre pacientes con CHD prevalente.
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2. Hipertrigliceridemia
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Muchos estudios clínicos han probado el beneficio del aceite de pescado en la reducción de los triglicéridos séricos, y un metaanálisis de 21 estudios concluyó lo mismo. Casi todos los análisis también concuerdan en que hay una relación dosis-respuesta lineal. Los efectos benéficos pueden obtenerse a dosis tan bajas como de 2 g/día de ácidos grasos ω-3. Una dosis de 4 g/día puede hacer descender los valores de triglicéridos en 25% a 40%. Algunos estudios también revisan la combinación de una estatina con aceite de pescado, la cual agrega beneficios al perfil de lípidos. Una fórmula patentada de aceite de pescado tiene aprobación de la FDA para usarse en pacientes con hipertrigliceridemia. El estudio REDUCE-IT de 2019 incluyó a más de 8 000 pacientes con hipertrigliceridemia que tomaban una estatina y los distribuyó al azar para recibir 2 g de EPA purificado. Este estudio encontró que los pacientes que recibieron esta formulación tuvieron descensos significativos del riesgo de episodios isquémicos, incluida la muerte cardiovascular, a cinco años.
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3. Insuficiencia cardiaca
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Algunos estudios clínicos y epidemiológicos concluyen que el aceite de pescado es benéfico para los pacientes con insuficiencia cardiaca. El estudio GISSI-HF (Heart Failure) fue un protocolo muy grande (n = 6 975), con asignación al azar, doble ciego, con grupo testigo y placebo que investigó el efecto de la complementación con dosis bajas de aceite de pescado en pacientes con insuficiencia cardiaca. Los resultados muestran que el tratamiento fue bien tolerado y que se identificó una reducción significativa de todos los problemas de mortalidad y hospitalización debidos a alteraciones cardiovasculares en el grupo experimental. Otros cuatro estudios clínicos con asignación al azar controlados notificaron que la complementación con aceite de pescado en pacientes con insuficiencia cardiaca incrementa el volumen diastólico final del ventrículo izquierdo, reduce el péptido natriurético tipo B (BNP, B-type natriuretic peptide) sérico, disminuye el factor de necrosis tumoral (TNF, tumor necrosis factor), ayuda a prevenir la caquexia cardiaca y mejora la vasodilatación dependiente del endotelio. De manera similar, un protocolo con grupo testigo y con asignación al azar de 103 pacientes con una miocardiopatía dilatada de origen extraisquémico mostró un incremento de la función ventricular izquierda. Un estudio de Reino Unido concluyó que la complementación de ácidos grasos ω-3 es rentable en pacientes con insuficiencia cardiaca. Las guías de la AHA indican que el tratamiento con ácidos grasos ω-3 es razonable para la prevención secundaria de los desenlaces en pacientes con insuficiencia cardiaca.
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4. Fibrilación auricular
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Los estudios de los efectos de la complementación con ω-3 en la fibrilación auricular (crónica, injerto de revascularización de la arteria coronaria [CABG, coronary artery bypass grafting], poscardioversión) han arrojado en su mayor parte resultados negativos. Un metaanálisis realizado en el año 2013 de estudios que valoraron el uso de aceite de pescado para prevenir la fibrilación auricular posoperatoria concluyó que no se encontraban beneficios. Un protocolo de 2014 valoró el uso de dosis elevadas de aceite de pescado en pacientes con antecedente de fibrilación auricular que no recibían tratamiento antiarrítmico convencional; no se demostró reducción de la recurrencia de fibrilación. Un estudio en 2015 identificó que la administración preoperatoria de ácidos grasos ω-3 en pacientes sometidos a CABG aislado por infarto miocárdico en tres meses tenían una reducción significativa del riesgo relativo de fibrilación auricular en el posoperatorio, pero un estudio de 2017 en pacientes en el posoperatorio de cirugía cardiotorácica no halló algún beneficio. La AHA indicó que el tratamiento no se recomienda para la prevención secundaria de la fibrilación auricular en pacientes con antecedente de esta arritmia; el tratamiento no está indicado para la prevención de fibrilación auricular después de operaciones cardiacas.
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Tres diferentes metaanálisis, el más grande de los cuales incluyó 36 estudios con asignación al azar, y una revisión sistemática concluyeron que la complementación con aceite de pescado, en especial a dosis más altas, redujo de manera significativa la presión arterial en pequeñas cantidades (presión arterial sistólica en 3–6 mmHg y presión arterial diastólica en 2–4 mmHg). Un protocolo con asignación al azar adicional mostró que la ingestión de aceite de pescado aumentó el beneficio de la presión arterial obtenido con la pérdida de peso.
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6. Otras enfermedades
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En un estudio en el año 2015 se valoraron a 140 pacientes con artritis reumatoide diagnosticada en los últimos 12 meses, que no habían recibido fármacos antirreumáticos modificadores de la enfermedad (DMARD, disease-modifying antirheumatic drugs). Los pacientes se asignaron al azar 2:1 para recibir dosis elevadas de aceite de pescado (5.5 g de EPA + DHA por día) o dosis bajas de aceite de pescado (400 mg de EPA + DHA por día) además de triple tratamiento con DMARD con metotrexato, hidroxicloroquina y sulfasalazina. Los resultados mostraron un tiempo significativamente más breve para la remisión y menos fallas en el tratamiento con DMARD en el grupo que recibió aceite de pescado en dosis altas. Otro estudio doble ciego, con asignación al azar y grupo testigo de 2015 en 60 pacientes con artritis reumatoide reveló una mejoría sintomática significativa similar, tanto informada por los pacientes como valorada por los médicos, así como una reducción significativa del uso de analgésico, después de complementación con aceite de pescado por 12 semanas. Aunque existen otros estudios pequeños de baja calidad, un metaanálisis de 2018 sugirió que los ácidos grasos ω-3 tienen efectos beneficiosos en la actividad de la enfermedad en la artritis reumatoide.
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Un estudio multicéntrico, doble ciego, con asignación al azar y grupo testigo, en más de 500 pacientes con enfermedad por xeroftalmía no identificó un beneficio a los 12 meses en los individuos asignados al azar para recibir 3 g de ácidos grasos ω-3, en comparación con los asignados al placebo.
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El grupo de estudio VITAL condujo un protocolo prospectivo con asignación al azar y grupo testigo en más de 25 000 participantes asignados para recibir 1 g de ácido grasos ω-3 al día frente a placebo. Luego de una mediana de seguimiento de cinco años, la complementación no derivó en una menor incidencia de episodios cardiovasculares mayores o cáncer.
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Un estudio prospectivo, con asignación al azar, doble ciego, con asignación al azar de 2017 incluyó a 567 pacientes y encontró que la complementación con dosis altas de aceite de pescado no reduce la falla de la fístula arteriovenosa en pacientes con nefropatía en etapa terminal.
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En un protocolo prospectivo con asignación al azar de 2016 en más de 700 mujeres embarazadas, la complementación con 2.4 g de ácidos grasos ω-3 en el tercer trimestre produjo una reducción de las sibilancias o asma persistentes en sus hijos a los cinco años. Un estudio prospectivo, con asignación al azar, doble ciego, con grupo testigo de 2017 en 851 pacientes embarazadas observó que la complementación con ácidos grasos ω-3 se relacionó con menos resultados adversos (parto prematuro espontáneo y peso bajo al nacer) entre las fumadoras, lo que sugiere un efecto protector. En el estudio KUDOS, las madres recibieron 600 mg/día de DHA o placebo a partir de las 14.5 semanas de embarazo y se proporcionaron las cápsulas hasta el parto. Al principio, este estudio encontró descensos significativos en el parto prematuro temprano y mejor atención visual en el lactante. Sin embargo, en el estudio del seguimiento a siete años no se observaron beneficios consistentes de largo plazo en la infancia. En un estudio de 2019, la complementación con 900 mg de ácidos grasos ω-3 desde el embarazo temprano (menos de 20 semanas de gestación) no derivó en una menor incidencia de parto prematuro temprano ni en una mayor incidencia de intervenciones en los partos de postérmino. Estos estudios parecen resaltar la importancia de la ingestión suficiente de ácidos grasos ω-3 en el periodo gestacional, aunque sus beneficios aún no son claros. Se requieren más estudios de largo plazo.
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Se ha observado que las personas con psicosis tratadas con ácidos grasos ω-3 requieren menos medicamentos antipsicóticos y tienen mejores resultados generales. El estudio NEURAPRO, publicado en 2017, revisó mejor esta interrogante en 304 pacientes con riesgo ultraelevado de trastornos psicóticos. No se observaron diferencias en la conversión a psicosis a los 12 meses; la conclusión fue que los ácidos grasos ω-3 no ofrecen un beneficio adicional cuando se ofrecen otros tratamientos basados en evidencia de buena calidad.
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