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A. Manifestaciones sistémicas
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En personas infectadas por VIH, los síntomas frecuentes son fiebre, diaforesis nocturna y pérdida de peso y pueden aparecer sin una infección oportunista como complicación. No obstante, los pacientes con fiebre persistente sin síntomas localizados deben someterse a exploración cuidadosa con radiografía de tórax (la neumonía por Pneumocystis puede presentarse sin síntomas respiratorios), hemocultivos bacterianos si la fiebre es > 38.5°C, antígeno criptocócico sérico y hemocultivos para micobacterias. La revisión de los senos paranasales por tomografía computarizada (CT, computed tomography) o radiografías deben considerarse en el estudio de sinusitis oculta. Si estos estudios son normales, debe observarse muy de cerca al individuo. Los antipiréticos ayudan a prevenir la deshidratación.
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1. Pérdida de peso y síndrome de consunción
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La pérdida de peso es una complicación preocupante de la infección prolongada por VIH. Por lo general, los pacientes sufren pérdida desproporcionada de masa muscular, con mantenimiento de las reservas de grasa o una pérdida menos sustancial de ellas. El mecanismo de la pérdida de peso relacionada con la infección por VIH no se comprende del todo, pero parece ser multifactorial.
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A menudo, las personas con sida sufren anorexia, náusea y vómito, todo lo que puede contribuir a la pérdida de peso al disminuir el consumo calórico. En algunos casos, tales síntomas son secundarios a una infección específica, como la hepatitis viral. No obstante, en otros la valoración de los síntomas no conduce a un microorganismo patógeno específico y se presupone que se debe a un efecto primario del VIH. La malabsorción también repercute en un menor consumo calórico. Los pacientes pueden sufrir diarrea por infecciones bacterianas, virales o parasitarias.
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Muchos pacientes con sida tienen la tasa metabólica aumentada, lo que hace más grave la disminución del consumo calórico. Se ha demostrado que el incremento de la tasa metabólica se observa incluso en personas asintomáticas infectadas por VIH, pero se acelera con el avance de la enfermedad y la infección secundaria. En los sujetos con sida que padecen infecciones secundarias también disminuye la síntesis de proteínas, lo que les dificulta mantener la masa muscular.
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Se han perfeccionado varias medidas para retrasar la consunción por sida. A largo plazo, nada resulta tan eficaz como el ART, puesto que trata la infección por VIH subyacente. En el corto plazo, el control eficaz de la fiebre aminora la tasa metabólica y puede hacer más lenta la pérdida de peso, como sucede con el tratamiento de las infecciones oportunistas subyacentes. Los complementos alimenticios con bebidas de alto contenido calórico permiten a los pacientes sin mucho apetito mantener su consumo recomendado. Los sujetos con un estado funcional por lo demás bueno y con pérdida de peso por náusea, vómito o diarrea incoercibles tal vez se beneficien de la nutrición parenteral total (TPN, total parenteral nutrition). No obstante, debe señalarse que es más probable que la TPN incremente las reservas de grasa y no revierta el proceso de pérdida muscular.
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Dos tratamientos farmacológicos para aumentar el apetito y favorecer el aumento de peso son el compuesto progestacional acetato de megestrol en suspensión líquida (400 a 800 mg por VO diaria en dosis divididas) y el fármaco antiemético dronabinol (2.5 a 5 mg por VO tres veces al día), pero ninguno de estos fármacos aumenta la masa corporal magra. Los efectos secundarios del acetato de megestrol son poco comunes, pero se han informado episodios de tromboembolia, edema, náusea, vómito y exantema. En 3% a 10% de los pacientes que consumen dronabinol se han informado euforia, mareo, paranoia, somnolencia, e incluso náusea y vómito. El dronabinol contiene uno de los ingredientes activos de la marihuana y muchos pacientes manifiestan mejor alivio de la náusea y mayor apetito con el cannabis medicinal (al fumarse, administrada mediante vaporizaciones, aceites esenciales o cocinada con los alimentos). En Estados Unidos, al menos 34 estados y el distrito de Columbia han legalizado el uso médico de la marihuana y 13 estados han legalizado el uso recreativo (no médico). Sin embargo, las leyes federales aún consideran ilegales el uso y la venta de marihuana.
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Dos esquemas terapéuticos que han originado aumento de la masa corporal magra son la hormona del crecimiento y los esteroides anabólicos. La hormona de crecimiento en dosis de 0.1 mg/kg/día (hasta 6 mg) por vía subcutánea durante 12 semanas ha producido incrementos leves de la masa corporal magra. El tratamiento con hormona del crecimiento puede costar hasta 10 000 dólares estadounidenses al mes. Los esteroides anabólicos también aumentan la masa corporal magra en sujetos infectados por VIH. Parecen funcionar mejor en aquellos que pueden hacer entrenamiento con pesas. Los esquemas instituidos más a menudo son el enantato o cipionato de testosterona (100 a 200 mg intramusculares cada dos a cuatro semanas). También se dispone del sistema transdérmico de testosterona (5 mg cada 24 h, por la noche) y el gel de testosterona (1%; aplicación de un paquete de 5 g [50 mg de testosterona] en la piel limpia y seca todos los días). También se ha demostrado que el esteroide anabólico oxandrolona (20 mg VO en dos dosis) incrementa la masa corporal magra.
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La náusea que causa pérdida de peso puede ser consecuencia de candidosis esofágica. Los pacientes con candidosis oral y náusea deben recibir tratamiento provisional con un antimicótico oral. Los individuos con pérdida de peso y náusea de origen indefinido pueden beneficiarse del uso de antieméticos antes de las comidas (proclorperazina, 10 mg cada 8 h; metoclopramida, 10 mg cada 8 h; u ondansetrón, 8 mg cada 8 h). El dronabinol (5 mg cada 8 h) o la cannabis medicinal también pueden usarse para aumentar el apetito. La depresión y la insuficiencia suprarrenal son dos causas de pérdida de peso que pueden tratarse.
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1. Neumonía por Pneumocystis
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(Véase también el cap. 36.) La neumonía por Pneumocystis jiroveci es la infección oportunista más frecuente asociada con el sida; es una enfermedad difícil de diagnosticar por sus síntomas inespecíficos como fiebre, tos y disnea. Más aún, la intensidad de las manifestaciones es variable, desde la fiebre sin síntomas respiratorios hasta la tos leve o la disnea o incluso insuficiencia respiratoria franca.
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La hipoxemia puede ser intensa, con una Po2 < 60 mmHg. La base del diagnóstico es la radiografía de tórax (fig. 31–2). Los infiltrados difusos o perihiliares son característicos, pero solo se encuentran en 66% de los pacientes con neumonía por Pneumocystis. Se observan radiografías normales de tórax en 5% a 10% de los individuos con esta neumonía, en tanto que el resto presenta infiltrados atípicos. Los infiltrados apicales suelen observarse en personas con neumonía por Pneumocystis jiroveci que han recibido profilaxis con pentamidina en nebulización. Son excepcionales los grandes derrames pleurales en esta neumonía; su presencia sugiere neumonía bacteriana, otras infecciones como la tuberculosis o sarcoma de Kaposi pleural.
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En 50% a 80% de los casos puede establecerse el diagnóstico definitivo con la tinción de Wright-Giemsa o la prueba de anticuerpos fluorescentes directos (DFA, direct fluoresence antibody) en esputo inducido. La inducción del esputo se logra con la inhalación de una solución salina al 3% sometida a la acción de un nebulizador ultrasónico. Los pacientes deben tener 8 h de ayuno y no usar dentífrico o enjuagues bucales antes del procedimiento, ya que pueden alterar la interpretación de la prueba. El siguiente paso para los sujetos con estudios de esputo negativos, en quienes persiste la sospecha de neumonía por Pneumocystis, debe ser el lavado bronquioalveolar, técnica que permite determinar el diagnóstico en más de 95% de los casos.
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En pacientes con síntomas que sugieran neumonía por Pneumocystis, pero radiografía de tórax negativa o atípica y resultados negativos de los estudios de esputo, otras pruebas diagnósticas pueden proveer información adicional para decidir si el lavado bronquioalveolar está indicado. La lactato deshidrogenasa sérica se incrementa en 95% de los casos de neumonía por Pneumocystis, pero la especificidad de ese hallazgo es en el mejor de los casos de 75%. La prueba más sensible y específica para identificar neumonía por Pneumocystis es la de β-glucano sérico en comparación con la cuantificación de la lactato deshidrogenasa en suero, y con ella es posible ahorrarle al paciente la práctica de métodos más invasivos que se utilizan en el entorno clínico apropiado. Una capacidad normal de difusión del monóxido de carbono (DLCO) o la CT de alta resolución del tórax que no muestra enfermedad pulmonar intersticial además de la concentración de CD4 > 250 células/µL en los dos meses anteriores a la valoración de los síntomas respiratorios hacen muy poco probable el diagnóstico de neumonía por Pneumocystis; solo 1% a 5% de los casos se presenta con una cifra de CD4 por arriba de esta concentración (fig. 31–1), lo que es válido incluso si el sujeto tuvo antes una concentración menor a 200 células/µL, pero se ha incrementado con el tratamiento antirretroviral. Puede observarse neumotórax en individuos infectados con VIH con antecedente de neumonía por Pneumocystis.
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El trimetoprim con sulfametoxazol es el tratamiento preferido para la neumonía por Pneumocystis (cuadro 31–3). Además del tratamiento específico contra Pneumocystis, el tratamiento con corticoesteroides ha demostrado mejorar la evolución de pacientes con neumonía grave por P. jirovecii (PaO2 < 70 mmHg con aire ambiental o un gradiente alveolo-arterial de oxígeno mayor o igual a 35 mmHg) cuando se administra en las primeras 72 h después de haber iniciado el tratamiento contra Pneumocystis. Debe iniciarse tan pronto como sea posible después de iniciado el tratamiento, utilizando prednisona, 40 mg por VO cada 12 h en los días uno a cinco, 40 mg/día en los días seis a 10 y 20 mg/día para los días 11 a 21 (para pacientes que no pueden recibir fármacos por VO, puede sustituirse con metilprednisolona intravenosa a 75% de la dosis). El mecanismo de acción propuesto es una reducción en la inflamación alveolar.
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2. Otras enfermedades pulmonares infecciosas
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Las neumonías bacterianas, micobacterianas y virales son otras causas infecciosas de neumopatía en pacientes con sida.
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La neumonía extrahospitalaria es la causa más frecuente de neumopatía en personas infectadas con VIH. Se ha informado una mayor incidencia de neumonía por neumococos con septicemia y neumonía por Haemophilus influenzae. Pseudomonas aeruginosa es un microorganismo patógeno respiratorio importante en la enfermedad avanzada, y en casos infrecuentes ocurre neumonía por infección de Rhodococcus equi.
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La tasa de infecciones por Mycobacterium tuberculosis se ha incrementado de manera notoria en zonas metropolitanas por la infección por VIH, así como en individuos indigentes. En 4% de las personas que viven con sida en Estados Unidos se desarrolla tuberculosis. Los pacientes con tuberculosis activa y recuentos de CD4 >350 células/µL probablemente presenten infiltrados en los lóbulos pulmonares superiores y región hiliar y adenopatía paratraqueal, hallazgos similares a las personas no infectadas con VIH (fig. 31–3). Con la inmunodeficiencia avanzada, son más comunes los infiltrados en los lóbulos medio e inferior, infiltrados intersticiales y miliares, junto con adenopatía mediastínica y afección extrapulmonar. Aunque en toda persona infectada con VIH en la que se sospecha tuberculosis se debe realizar una prueba de derivado de proteínico purificado (PPD, purified protein derivative) o un análisis de liberación de interferón gamma (IGRA, incluidas las pruebas QuantiFERON y T-SPOT), cuanto menor sea el recuento de células CD4, mayor será la probabilidad de resultados negativos falsos en las pruebas de PPD o IGRA o de resultados indeterminados en las pruebas de IGRA. Como una prueba cutánea con “anergia” no clasifica con precisión a los pacientes infectados con tuberculosis, pero sin reacción a la PPD, estos estudios no se recomiendan.
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El tratamiento de los pacientes infectados por el VIH con tuberculosis activa es similar al de los sujetos con tuberculosis sin esa afección. Sin embargo, no debe administrarse rifampicina a pacientes que reciben un régimen reforzado con un inhibidor de proteasa (PI, protease inhibitor). En su lagar se administra rifabutina, pero tal vez se requieran modificaciones posológicas que dependen del esquema antirretroviral. La tuberculosis resistente a múltiples fármacos es un problema importante en varias zonas metropolitanas del primer mundo, y reportes de Sudáfrica, de tuberculosis “en extremo resistente” en pacientes con sida es una preocupación creciente a nivel global. La falta de apego terapéutico con los fármacos antituberculosos prescritos es un factor de riesgo importante. Varios de los brotes comunicados parecen relacionarse con diseminación intrahospitalaria. La aparición de resistencia farmacológica hace indispensable realizar pruebas de sensibilidad a antibióticos ante todo cultivo positivo. Es necesario individualizar el tratamiento con fármacos. Los pacientes con infección por M. tuberculosis resistente a múltiples fármacos deben recibir al menos tres para los que sea sensible el patógeno.
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Las micobacterias atípicas pueden ser causa de neumopatía en individuos con sida, con o sin enfermedad pulmonar previa, y responden de manera variable al tratamiento. Para distinguir entre M. tuberculosis y micobacterias atípicas se requiere cultivo de muestras de esputo. Si dicho cultivo produce bacilos acidorresistentes, la identificación definitiva puede requerir varias semanas con el uso de las técnicas tradicionales. Las sondas de DNA permiten la identificación provisional, casi siempre en unos cuantos días, con un cultivo positivo. Mientras se establece el diagnóstico definitivo, los médicos deben tratar a los pacientes como si tuvieran infección por M. tuberculosis. En los casos en los que el riesgo de infección por micobacterias atípicas sea muy alto (p. ej., personas sin riesgo de exposición a tuberculosis con una concentración de CD4 < 50 células/µL; fig. 31–1), los médicos pueden esperar el diagnóstico definitivo si la persona tiene frotis negativos para bacilos acidorresistentes, estabilidad clínica y se encuentra hospitalizada.
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C. VIRALES (SARS-CoV-2 Y OTROS)
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COVID-19, la enfermedad causada por el nuevo coronavirus 2019 SARS-CoV-2, causa una amplia variedad de enfermedades, que van desde la enfermedad asintomática, enfermedad leve de vías respiratorias altas con fiebre y tos, hasta una tríada clínica con fiebre, tos y disnea, neumonía, síndrome de insuficiencia respiratoria aguda (ARDS, acute respiratory distress syndrome) e incluso falla órganica múltiple y muerte. Las radiografías de tórax y la CT pueden ser normales al inicio de la enfermedad y más tarde pueden mostrar opacidades difusas inespecíficas en vidrio despulido, infiltrados multilobulares y zonas de consolidación y algunas progresan a ARDS franco (véase el cap. 32–06 Infecciones respiratorias virales comunes).
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Los datos limitados actualmente disponibles no indican que la evolución de la enfermedad de COVID-19 en personas con VIH difiera del de personas sin VIH. Los pacientes con VIH que tienen otras enfermedades asociadas (p. ej., enfermedades cardiovasculares, neumopatías, tabaquismo a largo plazo) tienen un mayor riesgo de una evolución más grave de la enfermedad por COVID-19.
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Las personas con VIH no deben modificar sus regímenes antirretrovirales ni añadir medicamentos con el fin de prevenir o tratar una posible infección por SARS-CoV-2. Los pacientes que tienen una carga viral baja de VIH y se encuentran clínicamente estables deben posponer las valoraciones médicas y estudios de laboratorio programados en la medida de lo posible y los médicos deben programar valoraciones telefónicas o virtuales para sustituir las valoraciones presenciales para la atención no urgente y para valorar el apego terapéutico. Las guías de los CDC recomiendan que los pacientes con VIH tengan disponible al menos un suministro de medicamentos antirretrovirales por 30 días y de forma ideal un suministro de 90 días, y que en la medida de lo posible obtengan sus medicamentos a través de sistemas de mensajería. Las personas con VIH pueden necesitar ayuda adicional como alimentos, vivienda, transporte y cuidado infantil.
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Para las personas con VIH en aislamiento o cuarentena por exposición al SARS-CoV-2, los médicos deben diseñar un plan para valorar a los pacientes si desarrollan fiebre persistente, tos o disnea relacionada con el COVID-19, incluyendo un posible traslado a instalaciones médicas. Cuando una persona con VIH es hospitalizada por presunto COVID-19, debe continuarse el tratamiento antirretroviral. Si los fármacos que recibe el paciente no están disponibles en el hospital, es posible que el médico deba escribir una orden para que se puedan administrar los fármacos con los suministros domiciliarios del paciente. Deben evitarse las sustituciones de fármacos antirretrovirales.
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Aunque la información y los datos se modifican con rapidez, parece que las personas con VIH con régimen antirretroviral supresor que contraen COVID-19 tienen un pronóstico similar a las personas que no tienen VIH y pueden ser tratadas de forma similar a las personas que no tienen VIH. Sin embargo, se requiere precaución adicional para las personas infectadas con VIH que desarrollan COVID-19, en especial para aquellas con VIH mal controlado o sida en estado avanzado.
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El aislamiento de citomegalovirus (CMV, cytomegalovirus) del líquido de lavado bronquioalveolar ocurre sobre todo en individuos con sida, pero no establece un diagnóstico definitivo. El diagnóstico de neumonía por CMV requiere biopsia; la respuesta al tratamiento es mala. También deben considerarse histoplasmosis, coccidioidomicosis y criptococosis, así como infecciones respiratorias virales en el diagnóstico diferencial de infiltrados pulmonares inexplicables.
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3. Neumopatías no infecciosas
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Las causas no infecciosas de neumopatía incluyen sarcoma de Kaposi, linfoma no Hodgkin y neumonía intersticial, y en forma creciente, en la era del ART, cáncer pulmonar. En pacientes con sarcoma de Kaposi conocido, la afección pulmonar complica la evolución en casi 33%. Sin embargo, dicha afección rara vez es la manifestación con la que se presenta el sarcoma de Kaposi. El linfoma no Hodgkin puede afectar al pulmón como único sitio, pero más a menudo compromete otros órganos, en especial el cerebro, hígado y tubo digestivo. Ambos procesos pueden mostrar afección parenquimatosa nodular o difusa, derrames pleurales y adenopatía mediastínica en las radiografías de tórax.
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La neumonitis intersticial inespecífica puede simular neumonía por Pneumocystis. La neumonitis intersticial linfocítica que se observa en biopsias de pulmón tiene una evolución clínica variable. Por lo general, esos pacientes acuden con cuadro de varios meses de evolución con tos leve y disnea; las radiografías de tórax muestran infiltrados intersticiales. En muchos individuos con esta enfermedad se realizan biopsias transbronquiales en un intento por diagnosticar neumonía por Pneumocystis. En su lugar, el tejido muestra inflamación intersticial, desde una infiltración linfocítica intensa (indicativa de neumonitis intersticial linfoide) hasta una inflamación mononuclear menor.
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Los corticoesteroides pueden ser útiles en algunos pacientes resistentes al tratamiento antirretroviral.
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La sinusitis crónica puede ser un problema frustrante para las personas infectadas con VIH. Los síntomas incluyen congestión y secreción de senos paranasales, cefalea y fiebre. En la CT o radiografías algunos pacientes pueden presentar datos de afección de los senos paranasales, en ausencia de síntomas de consideración.
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El tratamiento de pacientes infectados por el VIH con drenaje purulento debe dirigirse a H. influenzae con amoxicilina con clavulanato de potasio (500 mg por VO cada 8 h). Un ciclo de siete días de pseudoefedrina, 60 mg cada 12 h puede ser útil para disminuir la congestión. En ocasiones es necesario un tratamiento prolongado (de tres a seis semanas) con un antibiótico y guaifenesina (600 mg por VO cada 12 h). Para los pacientes que no responden a amoxicilina con clavulanato de potasio, se puede intentar el tratamiento con levofloxacina (400 mg por VO cada 24 h). En los pacientes con inmunodeficiencia avanzada, se debe sospechar la presencia de infecciones por Pseudomonas, en especial si no hay respuesta a los antibióticos de primera línea. Algunos pacientes pueden requerir la valoración por un otorrinolaringólogo para drenaje de senos paranasales y cultivo para detectar una posible infección micótica (Aspergillus, Histoplasma capsulatum).
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Las enfermedades del sistema nervioso central (SNC) en personas infectadas por VIH se dividen en las expansivas intracerebrales, encefalopatías, meningitis y cuadros medulares. La prevalencia de muchas de las complicaciones mencionadas ha disminuido extraordinariamente en esta época de ART eficaz. Sin embargo, el deterioro cognitivo puede ser más frecuente en sujetos infectados por VIH, especialmente a medida que envejecen (> 50 años), incluso los que reciben ART supresor total.
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Es causa de la lesión expansiva del SNC más frecuente en sujetos infectados por VIH. Pueden ser síntomas de presentación la cefalea, déficit neurológico focal, convulsiones o alteraciones del estado mental. El diagnóstico se establece casi siempre de manera provisional con base en el aspecto característico de los estudios de imágenes cerebrales en un individuo seropositivo para Toxoplasma. Por lo general, la toxoplasmosis aparece en la forma de lesiones múltiples, que intensifican durante la administración de medio de contraste en la CT y tienden a ser periféricas, con predilección por los núcleos basales.
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Las anomalías aisladas son poco comunes en la toxoplasmosis. Cuando se detecta una sola lesión en la CT, las imágenes por MRI pueden revelar múltiples lesiones dada su alta sensibilidad. Si un paciente tiene una sola lesión en la MRI y estabilidad neurológica, los médicos pueden prescribir de manera empírica dos semanas de tratamiento para toxoplasmosis. Debe repetirse el estudio a las dos semanas. Si la lesión no disminuyó de tamaño, es indispensable efectuar una biopsia. Como muchos sujetos infectados por VIH poseen títulos detectables, una prueba serológica positiva de Toxoplasma no confirma el diagnóstico. Por el contrario, se ha observado que menos de 3% de los individuos con toxoplasmosis tiene títulos negativos. Por tanto, las titulaciones negativas para Toxoplasma en un paciente infectado por VIH con una lesión expansiva deben llevar a la búsqueda intensiva de un diagnóstico alternativo. El tratamiento preferido de la toxoplasmosis es con pirimetamina y sulfadiazina (cuadro 31–3). Si no está disponible la pirimetamina, los pacientes pueden ser tratados con trimetoprim-sulfametoxazol.
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2. Linfoma del sistema nervioso central
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El linfoma no Hodgkin primario es la segunda causa de lesión expansiva del SNC más común en individuos infectados por VIH. Los síntomas son similares a los de la toxoplasmosis. Si bien las técnicas de obtención de imágenes no pueden distinguir estos dos padecimientos con certeza, el linfoma es único con más frecuencia. Deben sospecharse otras lesiones menos habituales si hay bacteriemia precedente, una prueba de tuberculina positiva, fungemia o consumo de fármacos inyectados. Estas anomalías incluyen trastornos por Nocardia, abscesos bacterianos, tuberculomas y criptococomas.
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La biopsia cerebral estereotáctica debe considerarse con firmeza si las lesiones son únicas o no responden al tratamiento de la toxoplasmosis, en especial si es fácil tener acceso a ellas. El diagnóstico de linfoma es importante porque muchos pacientes se benefician del tratamiento (radioterapia). La positividad de la reacción en cadena de polimerasa (PCR, polymerase chain reaction) practicada en el líquido cefalorraquídeo para identificar el DNA del virus de Epstein-Barr es compatible con el diagnóstico de linfoma, pero la sensibilidad y la especificidad de dicho método no son lo suficientemente grandes para ahorrarle al paciente la necesidad de una biopsia de cerebro.
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3. Demencia relacionada con VIH y trastornos neurocognitivos
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En forma típica, las personas con demencia asociada con VIH tienen dificultad en tareas cognitivas (como memoria o atención); presentan disminución de la función motora y tienen problemas emocionales o conductuales. Una de las primeras manifestaciones que surgen y percibe el paciente es el deterioro de la escritura caligráfica. Las manifestaciones de demencia pueden aparecer y desaparecer; las personas tienen periodos de lucidez y confusión en el transcurso de un día. Este diagnóstico (demencia asociada con VIH) es de exclusión y se basa en un estudio de imágenes cerebrales y en el análisis del líquido cefalorraquídeo que descarta otros microorganismos patógenos. Son útiles las pruebas neuropsiquiátricas para distinguir entre individuos con demencia y aquellos con depresión. Muchos pacientes mejoran con el tratamiento antirretroviral eficaz. Sin embargo, la deficiencia neurocognitiva puede presentarse también en pacientes con ART, a medida que envejecen.
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Las anomalías metabólicas también pueden inducir cambios del estado mental, como hipoglucemia, hiponatremia e hipoxia, y las sobredosis de fármacos son consideraciones importantes en este grupo de pacientes. Otras causas infecciosas menos comunes de encefalopatía son la leucoencefalopatía multifocal progresiva (que se describe más adelante), CMV, sífilis y encefalitis por herpes simple.
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4. Meningitis criptocócica
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Por lo general se presenta con fiebre y cefalea. Menos de 20% de los pacientes tiene meningismo. El diagnóstico se basa en una prueba de aglutinación en látex positiva, que detecta el antígeno de criptococo (o “CRAG”), o un cultivo positivo de líquido cefalorraquídeo para Cryptococcus. Entre 70% y 90% de los individuos con meningitis criptocócica tiene un CRAG sérico positivo. Por consiguiente, un resultado negativo de esa prueba hace poco probable el diagnóstico de meningitis por criptococo y puede ser útil en la valoración inicial de un paciente con cefalea, fiebre y estado mental normal. El tratamiento preferido es la anfotericina liposómica con flucitosina (cuadro 31–3).
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5. Meningitis meningocócica
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Los pacientes con VIH tienen un mayor riesgo de contraer enfermedad meningocócica. El tratamiento es el mismo que para los no infectados. Por lo tanto, el Advisory Committee on Immunization Practices recomienda la vacuna meningocócica conjugada (serogrupos A, C, W y Y) para todas las personas infectadas por el VIH mayores de dos meses de edad.
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6. Meningitis por VIH y mielopatía por VIH
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En las primeras etapas de la infección por VIH es común la meningitis por VIH, caracterizada por la pleocitosis linfocítica del líquido cefalorraquídeo con cultivo negativo. La función de la médula espinal también puede verse afectada en personas infectadas con VIH. La mielopatía por VIH se presenta con debilidad en las extremidades inferiores e incontinencia. En la exploración neurológica se encuentran paraparesia espástica y ataxia sensitiva. La mielopatía suele ser una manifestación tardía de la enfermedad por VIH, y la mayor parte de los pacientes tendrá encefalopatía por VIH. El estudio histopatológico de la médula espinal revela vacuolación de la sustancia blanca. Como la mielopatía por VIH es un diagnóstico de exclusión, los síntomas sugestivos de mielopatía deben ser valorados con punción lumbar para descartar polirradiculopatía por CMV (descrita más adelante) y MRI o CT para descartar linfoma epidural.
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7. Leucoencefalopatía multifocal progresiva (PML, progressive multifocal leukoencephalopathy)
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La PML es una infección viral de la sustancia blanca del cerebro que se observa en pacientes con infección muy avanzada por VIH. Por lo general, ocasiona déficits neurológicos focales como afasia, hemiparesia y ceguera cortical. Los estudios de imagen sugieren diagnóstico si muestran lesiones de sustancia blanca sin efecto de masa. Las lesiones extensas pueden ser difíciles de diferenciar de los cambios causados por el VIH. En muchos pacientes se observa estabilización de las manifestaciones clínicas después del inicio del tratamiento antirretroviral eficaz y por el uso amplio de estos tratamientos, hoy en día rara vez se observan casos de PML.
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D. Sistema nervioso periférico
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Los síndromes del sistema nervioso periférico incluyen polineuropatías inflamatorias, neuropatías sensitivas y mononeuropatías.
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Se desarrolla una polineuropatía inflamatoria desmielinizante similar al síndrome de Guillain-Barré en pacientes infectados por VIH, por lo general, antes de una inmunodeficiencia franca. En muchos casos, el síndrome mejora con la plasmaféresis, lo que respalda una base autoinmunitaria de la enfermedad. El CMV puede ocasionar una polirradiculopatía ascendente caracterizada por debilidad de las extremidades pélvicas y pleocitosis neutrofílica en el análisis de líquido cefalorraquídeo con un cultivo bacteriano negativo. Puede observarse mielitis transversa en presencia de herpes zoster o CMV.
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La neuropatía periférica es frecuente en personas infectadas por VIH. Por lo general, los sujetos manifiestan parestesias, punzadas y dolor en las extremidades pélvicas. Los síntomas son desproporcionados en relación con los hallazgos en la valoración sensitiva y motora general. Además de la infección por VIH, la causa más frecuente es un tratamiento antirretroviral previo con estavudina o didanosina. Aunque el uso de estavudina no es común en países occidentales, aún se utiliza en lugares con recursos limitados a través de programas nacionales de tratamiento antirretroviral. Debe tenerse precaución al administrar dichos fármacos a individuos con antecedentes de neuropatía periférica. Desafortunadamente, no siempre se revierte la neuropatía inducida por fármacos al suspender el agente causal. Los pacientes con enfermedad avanzada también pueden presentar neuropatía periférica, incluso si nunca recibieron tratamiento antirretroviral. La valoración debe descartar otras causas de neuropatía sensitiva, como alcoholismo, tiroidopatía, deficiencia de vitamina B12 y sífilis.
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El tratamiento se dirige al alivio sintomático. Primero, se administra gabapentina (300 mg al acostarse y aumento a 300 a 900 mg VO tres veces al día) u otros coanalgésicos para el dolor neuropático (Véase en el cap. 5, Formulaciones y regímenes terapéuticos). Los analgésicos opioides deben evitarse porque la condición tiende a ser crónica y es probable que los pacientes se vuelvan dependientes de estos fármacos sin una mejora importante en su bienestar.
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E. Manifestaciones reumatológicas y óseas
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Se ha observado con frecuencia artritis, que afecta articulaciones únicas o múltiples con o sin derrame, en sujetos infectados por VIH. La más frecuente es la afección de las articulaciones grandes. Si bien se desconoce la causa de la artritis relacionada con VIH, casi todos los pacientes responden a los fármacos antiinflamatorios no esteroideos. Los sujetos con un derrame susceptible de medición, en especial si la articulación está caliente o eritematosa, deben someterse a punción articular seguida de cultivo de líquido para descartar artritis supurativa, así como enfermedad micótica y por micobacterias.
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Se han comunicado varios síndromes reumatológicos que incluyen la artritis reactiva, artritis psoriásica, síndrome seco y el lupus eritematoso sistémico en pacientes infectados por VIH (Véase el cap. 20–37 Manifestaciones reumáticas de la infección por VIH). No obstante, se desconoce si la prevalencia es mayor que en la población general. Se han informado de manera esporádica casos de necrosis avascular de la cabeza femoral, por lo regular en el contexto de enfermedad avanzada con infección de larga duración y en pacientes que reciben tratamiento antirretroviral de largo plazo. La causa no se ha definido, pero tal vez tenga una naturaleza multifactorial.
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Al parecer, la osteoporosis y la osteopenia son más frecuentes en personas infectadas crónicamente de VIH, y tal vez guardan relación con el empleo de ART por largo tiempo. La deficiencia de vitamina D es muy común en poblaciones infectadas por VIH y se recomienda cuantificar en forma seriada las concentraciones de la vitamina y emprender medidas restitutivas para combatir la deficiencia detectada. También es recomendable practicar gammagramas óseos para reconocer la densidad de dicho tejido en pacientes que tienen más de 50 años de vida.
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Las miopatías son poco comunes en la era del tratamiento antirretroviral eficaz, pero pueden relacionarse con la infección por VIH o el tratamiento antirretroviral, sobre todo con el uso de zidovudina (azidotimidina [AZT]). La debilidad de músculos proximales es común y los pacientes pueden tener grados variables de hipersensibilidad muscular. Por su toxicidad a largo plazo, no se recomienda el uso de zidovudina cuando existen tratamientos alternos.
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Los síntomas de cambios visuales en pacientes infectados con VIH deben valorarse de inmediato por un oftalmólogo con experiencia en las manifestaciones de la enfermedad por VIH. La retinitis por CMV, caracterizada por hemorragias perivasculares y exudados blanquecinos vellosos, es la infección retiniana más frecuente en individuos con sida y puede avanzar con rapidez (fig. 31–4). En cambio, los exudados cotonosos, que también son frecuentes en pacientes infectados por VIH, son benignos, remiten de manera espontánea y tienen aspecto de pequeñas lesiones blanquecinas mal definidas, sin exudados o hemorragia. Otros procesos retinianos poco frecuentes incluyen infecciones por virus del herpes o toxoplasmosis. El tratamiento preferido para la retinitis por CMV (cuadro 31–3) depende de la gravedad de las lesiones, su ubicación y del estado general del paciente y sus circunstancias.
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La presencia de candidosis bucal o leucoplasia vellosa es significativa por varios motivos. En primer término, esas lesiones son muy sugerentes de infección por VIH en pacientes sin otra causa evidente de inmunodeficiencia. En segundo lugar, varios estudios han demostrado que los individuos con candidosis tienen una tasa alta de avance al sida, incluso con ajuste estadístico para el recuento de CD4.
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La leucoplasia vellosa se debe al virus de Epstein-Barr. La lesión por lo común no es problemática y algunas veces remite de manera espontánea. Por lo regular, la leucoplasia vellosa se observa como una lesión blanca en la cara lateral de la lengua. Puede ser plana o un poco elevada, la mayoría de las veces corrugada, y tiene líneas verticales paralelas con proyecciones finas o gruesas (“vellosa”) (fig. 8–6). La candidosis bucal puede ser molesta; muchos enfermos manifiestan un sabor desagradable o sequedad de la boca. Se reconocen dos tipos importantes de candidosis bucal: seudomembranosa (placas blancas extirpables) (efig. 31–1A) y eritematosa (placas rojas friables) (efig. 31–1B y efig. 31–1C).
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El tratamiento consiste de fármacos tópicos como el clotrimazol en trociscos de 10 mg (un trocisco, cuatro o cinco veces al día). Los pacientes con candidosis que no responden a los antimicóticos tópicos se pueden tratar con fluconazol (50 a 100 mg VO una vez al día durante tres a siete días). La queilitis angular (fisuras a los lados de la boca) también se debe por lo general a Candida (efig. 31–1B) y puede tratarse de forma tópica con crema de ketoconazol (al 2%) cada 12 h.
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La afectación gingival es frecuente en individuos infectados por VIH y al parecer se debe a un crecimiento excesivo de microorganismos. Casi siempre responde a la limpieza dental profesional y enjuagues con clorhexidina. Se desarrollan una gingivitis o una periodontitis muy ostensibles en algunos sujetos infectados por VIH, quienes deben recibir antibióticos para protegerlos de la flora bucal anaerobia (p. ej., metronidazol, 250 mg cada 6 h durante cuatro o cinco días) y referirse a cirujanos bucodentomaxilares con experiencia en esas entidades patológicas.
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Las aftas (efig. 31–2A; efig. 31–2B; efig. 31–2C) son dolorosas y pueden alterar la alimentación. Se tratan con fluocinonida (ungüento al 0.05% mezclado 1:1 con Orabase simple, aplicado seis veces al día a la úlcera). Para las lesiones difíciles de alcanzar, los pacientes deben usar enjuagues con dexametasona (0.5 mg en 5 mL de elíxir tres veces al día). El dolor de las úlceras puede aliviarse con un anestésico en nebulización (lidocaína al 10%). Otras lesiones que se observan en la boca de individuos infectados por VIH son sarcoma de Kaposi (por lo general del paladar duro) y verrugas.
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I. Manifestaciones gastrointestinales
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1. Esofagitis por Candida
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(Véase también el cap. 15–16 Esofagitis infecciosa) La candidosis esofágica es una complicación frecuente de los pacientes con sida. En el enfermo con síntomas característicos se inicia el tratamiento antimicótico empírico con fluconazol (100 a 200 mg VO diarios durante 14 a 21 días). Se debe apreciar una mejora en los síntomas luego de uno a dos días de tratamiento antifúngico. Se reserva la valoración complementaria que ayuda a identificar otras causas de esofagitis (herpes simple, CMV) para pacientes que no mejoran con el tratamiento antimicótico.
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Los estudios de necropsia han mostrado que el hígado es un sitio frecuente de infecciones y neoplasias en sujetos infectados por VIH. Sin embargo, muchas de esas infecciones no son sintomáticas en términos clínicos. Los médicos pueden observar incrementos leves de la fosfatasa alcalina y aminotransferasas en análisis sistemáticos de química sanguínea. La enfermedad por micobacterias, CMV, virus de hepatitis B y C, y linfoma provocan hepatopatía que puede presentarse con grados variables de náusea, vómito, dolor del cuadrante abdominal superior derecho e ictericia. Las sulfonamidas, los imidazólicos, antituberculosos, pentamidina, claritromicina y didanosina también se han asociado con hepatitis. Todos los inhibidores nucleosídicos de la transcriptasa inversa provocan acidosis láctica que puede ser mortal. Sin embargo, la acidosis láctica se presenta con mayor frecuencia cuando se usa didanosina con estavudina; el uso de esta combinación ya no se recomienda en los tratamientos antirretrovirales efectivos. Los pacientes infectados por VIH con hepatitis crónica pueden tener una progresión más rápida de la hepatopatía por la inmunodeficiencia concomitante o hepatotoxicidad del tratamiento antirretroviral. La biopsia hepática percutánea es útil en el diagnóstico de hepatopatía, pero algunas causas frecuentes de ésta (p. ej., complejo de Mycobacterium avium, linfoma) pueden diagnosticarse con medidas con menor invasividad (p. ej., hemocultivo, biopsia de un sitio más accesible).
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Ante el hecho de que los pacientes viven más tiempo gracias a los progresos en el ART, algunas de las causas cada vez más frecuentes de morbilidad y mortalidad son la hepatopatía avanzada y la insuficiencia hepática causadas por hepatitis B y C activas crónicas. Las personas infectadas con VIH que también tienen infección por virus de hepatitis B deben ser tratadas con regímenes antirretrovirales que incluyan fármacos activos contra los dos virus (como fumarato de tenofovir disoproxilo [TDF] o tenofovir alafenamida [TAF], lamivudina o emtricitabina). Es importante ser extremadamente cautos al momento de descontinuar estos medicamentos en pacientes coinfectados, ya que la interrupción súbita del tratamiento puede ocasionar una infección por el virus de la hepatitis B que puede resultar letal.
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La hepatitis C es más virulenta en personas con VIH y debe tratarse utilizando los nuevos antivirales de acción directa contra HCV (cuadro 16–6). Antes del tratamiento, se debe determinar la carga viral y genotipo de VHC del paciente. Dependiendo del genotipo y del tratamiento propuesto, se recomienda la prueba de resistencia de VHC. Por ejemplo, la prueba de resistencia de VHC se recomienda para pacientes con genotipo 1a (el genotipo más común de la hepatitis C en Estados Unidos) en los que se considera el tratamiento con elbasvir/grazoprevir porque las sustituciones en ciertas posiciones de aminoácidos confieren resistencia. Como el régimen terapéutico adecuado depende del genotipo, el perfil de resistencia, si el paciente ha recibido o no tratamiento previo, así como si el paciente tiene cirrosis (y si es así, si la cirrosis está compensada o descompensada), se deben revisar las guías de la AASLD/IDSA (consulte las direcciones electrónicas más adelante) para conocer los regímenes recomendados (cuadros 16–6 y 16–7). Los costos de los diferentes regímenes varían según el comprador y muchos médicos eligen el menos costoso de los regímenes recomendados.
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Aunque los regímenes recomendados son los mismos para los pacientes infectados por el VIH, las posibles interacciones farmacológicas con el tratamiento antirretroviral pueden complicar el tratamiento. Los médicos deben revisar las guías de AASLD/IDSA y las del US Department of Health and Human Services o las guías de la University of Liverpool (véase la bibliografía más adelante) para determinar las interacciones entre el régimen de hepatitis C propuesto y el régimen de VIH.
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En pacientes infectados con VIH se ha realizado con éxito el trasplante hepático. Es más probable que esta estrategia tenga éxito en personas que tienen recuentos de CD4 superiores a 100 células/µL y cargas virales no detectables.
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Se desarrolla colecistitis con manifestaciones similares a las observadas en hospedadores inmunocompetentes, pero casi siempre sin cálculos. La colangitis esclerosante y la estenosis papilar también se han informado en individuos infectados por VIH. Por lo general, el síndrome se presenta con náusea intensa, vómito y dolor en el cuadrante superior derecho del abdomen. Las pruebas de función hepática muestran, en general, un incremento de la fosfatasa alcalina desproporcionado en relación con las aminotransferasas. Si bien se pueden observar conductos dilatados en la ecografía, el diagnóstico se formula por medio de la colangiopancreatografía endoscópica retrógrada, que revela irregularidades intraluminales en los conductos intrahepáticos proximales con “amputación” de las ramas ductales terminales. A menudo, con este síndrome se observa estenosis del colédoco distal al nivel de la papila. Se cree que CMV, Cryptosporidium y microsporidios propician dicho síndrome, pero estas condiciones se ven con baja frecuencia a menos que el paciente se encuentre en un estado de inmunodeficiencia muy avanzada debido al VIH.
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La enterocolitis es un problema frecuente en pacientes con VIH. Los microorganismos causantes de enterocolitis incluyen bacterias (Campylobacter, Salmonella, Shigella), virus (CMV, adenovirus, SARS-CoV-2) y protozoarios (Cryptosporidium, Entamoeba histolytica, Giardia, Isospora, microsporidios). El mismo VIH puede ocasionar enterocolitis. Varios de los microorganismos que provocan enterocolitis en individuos infectados por VIH también producen diarrea en hospedadores inmunocompetentes. Sin embargo, los pacientes infectados por VIH tienden a presentar síntomas más graves y crónicos, incluidos fiebre alta y dolor abdominal intenso, que pueden simular una enfermedad abdominal aguda muy grave. La bacteriemia y la enfermedad biliar concomitante son también más frecuentes en la enterocolitis de sujetos infectados con VIH. Se han informado recaídas de enterocolitis después del tratamiento adecuado de infecciones por Salmonella y Shigella.
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Por la amplia variedad de microorganismos que causan enterocolitis, es indispensable realizar cultivo de heces y múltiples revisiones fecales en busca de huevecillos y parásitos (incluida la tinción ácida modificada para Cryptosporidium). En pacientes con Cryptosporidium en una muestra de heces y mejoría de los síntomas en menos de un mes no debe hacerse el diagnóstico de sida, ya que el microorganismo provoca diarrea que remite en forma espontánea en personas negativas al VIH. Más a menudo, los pacientes infectados por VIH con afección por cepas de Cryptosporidium presentan enterocolitis persistente con diarrea acuosa profusa.
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Hoy en día, no hay tratamientos eficaces desarrollados para la infección por Cryptosporidium. La mejor farmacoterapia para la criptosporidiosis consiste en fortalecer la función inmunitaria mediante el tratamiento antirretroviral (ART) eficaz. La diarrea puede tratarse de manera sintomática con difenoxilato con atropina (una o dos tabletas VO cada 6 a 8 h). Quienes no responden pueden recibir ácido paregórico con bismuto (5 a 10 mL VO cada 6 u 8 h). Se ha visto que el octreótido en dosis creciente (inicial de 0.05 mg por vía subcutánea cada 8 h durante 48 h) mejora los síntomas en casi 40% de los pacientes con diarrea asociada con VIH idiopática o por Cryptosporidium aunque el beneficio es de corta duración.
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Los pacientes con análisis de heces negativo y síntomas persistentes deben valorarse con colonoscopía y biopsia. Las personas cuyos síntomas duran más de un mes sin causa identificada de diarrea se consideran con el diagnóstico preliminar de enteropatía por sida y pueden responder al tratamiento antirretroviral eficaz. La endoscopia de la porción superior del tubo digestivo con biopsia de intestino delgado no se recomienda como parte habitual de la valoración.
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5. Otras enfermedades
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La gastropatía y la absorción deficiente (malabsorción) son dos anomalías gastrointestinales importantes en pacientes con VIH. Se ha demostrado que algunos individuos infectados por VIH no producen cifras normales de ácido en el estómago y, por lo tanto, no pueden absorber fármacos que requieren un medio ácido; tal disminución de la producción de ácido puede explicar en parte la susceptibilidad a Campylobacter, Salmonella y Shigella, todos ellos microorganismos sensibles a la concentración de ácido. No hay datos de que la infección por Helicobacter pylori sea más frecuente en personas infectadas por VIH.
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Por lo general ocurre un síndrome de malabsorción en pacientes infectados con VIH; puede ser a causa de infección del intestino delgado por el complejo M. avium, Cryptosporidium o microsporidios.
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J. Manifestaciones endocrinas
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El hipogonadismo es tal vez la anomalía endocrina más frecuente en varones infectados por VIH. Las glándulas suprarrenales también se dañan a menudo en los pacientes con sida. Las anomalías demostradas en la necropsia incluyen infección (en especial por CMV y el complejo M. avium), infiltración por sarcoma de Kaposi y lesión por hemorragia y supuesta autoinmunidad. La prevalencia de insuficiencia suprarrenal significativa en términos clínicos es baja. Los pacientes con síntomas sugerentes deben someterse a una prueba de estimulación con cosintropina.
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Aunque la deficiencia franca de cortisol es excepcional, un defecto aislado del metabolismo de los mineralocorticoides puede llevar a la pérdida de sales e hiperpotasemia. Tales pacientes deben tratarse con fludrocortisona (0.1 a 0.2 mg VO al día).
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Los sujetos con sida parecen tener anomalías de las pruebas de función tiroidea diferentes de las de aquellos con otras enfermedades crónicas. Se ha demostrado que los individuos con sida tienen concentraciones elevadas de triyodotironina (T3), tiroxina (T4) y la globulina transportadora de hormona tiroidea, así como concentraciones bajas de la triyodotironina inversa (rT3). Se desconocen las causas y la importancia clínica de esas alteraciones.
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Las manifestaciones cutáneas comúnmente observadas en estos pacientes se agrupan en dermatitis virales, bacterianas, micóticas, neoplásicas e inespecíficas.
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1. Dermatitis virales
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A. INFECCIONES POR VIRUS DEL HERPES SIMPLE
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Estas infecciones (fig. 31–5) se desarrollan con más frecuencia, tienden a ser más graves y con mayor probabilidad de diseminarse en sujetos con sida en comparación con individuos inmunocompetentes. En virtud del riesgo de enfermedad local progresiva, todos los ataques de herpes simple deben tratarse por cinco a 10 días con aciclovir (400 mg VO tres veces al día), famciclovir (500 mg VO cada 12 h) o valaciclovir (500 mg VO cada 12 h) (cuadro 31–3). Para evitar las complicaciones de las crisis, muchos médicos recomiendan el tratamiento supresor en pacientes infectados por VIH con antecedente de herpes recurrente. Las opciones incluyen aciclovir (400 mg VO cada 12 h), famciclovir (250 mg VO cada 12 h) y valaciclovir (500 mg VO al día). El tratamiento supresor a largo plazo con aciclovir no reduce la tasa de transmisión de VIH entre varones y mujeres heterosexuales en países en desarrollo.
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Este herpes es una manifestación frecuente de la infección por VIH (efig. 31–3). Al igual que ocurre con todas las infecciones herpéticas, los pacientes con zoster deben recibir tratamiento por siete a 10 días con famciclovir (500 mg VO tres veces al día) o valaciclovir (500 mg tres veces al día). También puede usarse aciclovir, pero requiere dosificación muy frecuente (800 mg por VO cuatro o cinco veces por día por siete días). El material de lesiones vesiculares debe cultivarse si hay duda de su origen, porque el herpes simple responde con dosis mucho menores de aciclovir. El herpes zoster diseminado y casos con afectación ocular deben tratarse con aciclovir intravenoso (10 mg/kg cada 8 h por siete a 10 días) y no la presentación oral. La vacuna recombinante contra virus del herpes zoster (Shingrix, dos dosis administradas con dos a seis meses de intervalo) puede administrarse a pacientes infectados con VIH. Como no es una vacuna de virus vivos, como la anterior vacuna contra herpes zoster, no está contraindicada en pacientes con inmunodeficiencia, pero con base en lo observado con otras vacunas, los pacientes infectados con VIH tienen probabilidades de desarrollar una respuesta inmunitaria más sólida a la vacuna cuando su recuento de CD4 es > 200/µL. Aún no se ha establecido el beneficio a largo plazo de Shingrix en la prevención del herpes zoster en personas infectadas con VIH.
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C. MOLUSCO CONTAGIOSO
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Esta infección es causada por el poxvirus, que se observa en sujetos infectados por VIH, al igual que ocurre en otros pacientes inmunocomprometidos. Las características lesiones papulosas “cárneas” umbilicadas (efig. 31–4) muestran propensión a propagarse extensamente en la cara y el cuello del paciente (fig. 31–6), y hay que tratarlas en forma tópica con nitrógeno líquido.
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2. Dermatitis bacterianas
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A. INFECCIÓN POR ESTAFILOCOCOS
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Staphylococcus es la causa bacteriana más frecuente de afección cutánea en individuos infectados por VIH y muchas veces provocan foliculitis, abscesos superficiales (furunculosis) o impétigo ampolloso. Puesto que hay informes de diseminación con septicemia, se intenta el tratamiento de esas lesiones de manera intensiva. El tratamiento de la foliculitis se inicia con clindamicina o mupirocina tópica y los pacientes tal vez se beneficien del lavado regular con un jabón antibacteriano, como la clorhexidina. La mupirocina intranasal se ha empleado con buenos resultados para la descolonización de estafilococos en otros contextos. En sujetos infectados por VIH con infecciones estafilocócicas recurrentes debe considerarse la mupirocina intranasal semanal, además de los cuidados tópicos y los antibióticos generales. Con frecuencia, los abscesos requieren incisión y drenaje; es posible que necesiten también antibióticos contra estafilococos. Por la alta frecuencia de infecciones cutáneas por Staphylococcus aureus resistentes a la meticilina (MRSA, meticillin resistant Staphylococcus aureus) en grupos con infección por VIH, es indispensable realizar cultivo de la lesión antes de iniciar el tratamiento empírico contra estafilococos. Hoy en día, el tratamiento empírico que se recomienda es 1) trimetoprim-sulfametoxazol (una tableta con 800 mg de sulfametoxazol VO cada 12 h) con o sin clindamicina (500 mg VO cada 8 h) o 2) doxiciclina (100 mg cada 12 h VO), con seguimiento estricto.
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B. ANGIOMATOSIS BACILAR
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Es causada por dos microorganismos muy relacionados: Bartonella henselae y Bartonella quintana. La epidemiología de esas infecciones sugiere su transmisión zoonótica por pulgas de gatos domésticos infectados. La manifestación más frecuente consiste en lesiones cutáneas elevadas rojizas muy vascularizadas (efig. 31–5) que pueden simular sarcoma de Kaposi. La fiebre es una manifestación frecuente de esta infección; también se ha notificado la afección del hueso, ganglios linfáticos e hígado. La infección responde a doxiciclina, 100 mg VO cada 12 h, o eritromicina, 250 mg por VO cada 6 h por al menos 14 días. Los pacientes gravemente enfermos con daño visceral pueden requerirlo durante meses.
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3. Exantemas micóticos
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A. EXANTEMAS POR DERMATOFITOS YCANDIDA
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La mayor parte de los exantemas micóticos que afectan a los individuos con sida es por dermatofitos y Candida. Éstos son frecuentes sobre todo en la región inguinal, pero pueden aparecer en cualquier otra parte del cuerpo. Los exantemas micóticos reaccionan en general bien al clotrimazol tópico (al 1% cada 12 h) o el ketoconazol (al 2% cada 12 h).
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B. DERMATITIS SEBORREICA
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Ocurre con mayor frecuencia en pacientes infectados por VIH. Las escarificaciones de la seborrea han revelado la presencia de Malassezia furfur (Pityrosporum ovale), lo que significa que se origina en ese hongo. En concordancia con el aislamiento del hongo se encuentra el hallazgo clínico de que la seborrea responde bien al clotrimazol tópico (en crema al 1%), así como a la hidrocortisona (crema al 1%).
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4. Dermatitis neoplásicas
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5. Dermatitis inespecíficas
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Ocurre en pacientes infectados por VIH con prurito intenso. Tal vez no haya exantema o excoriación inespecífica por rascado. El tratamiento consiste en emolientes (p. ej., crema base de absorción) y lociones antipruriginosas (p. ej., alcanfor al 9.5% y mentol al 0.5%).
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La psoriasis puede ser muy intensa en pacientes con VIH. Se indican fototerapia y etretinato (0.25 a 9.75 mg/kg/día VO en dosis divididas) para casos resistentes al tratamiento, en conjunción con un dermatólogo.
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L. Cánceres relacionados con VIH
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En la actualidad se incluyen cuatro cánceres en la clasificación del sida de los CDC: sarcoma de Kaposi, linfoma no Hodgkin, linfoma primario cerebral y carcinoma cervicouterino invasor. Los estudios epidemiológicos han mostrado que entre 1973 y 1987 entre los varones solteros de San Francisco, el riesgo de sarcoma de Kaposi aumentó más de 5 000 veces y el del linfoma no Hodgkin más de 10 veces. El aumento de la incidencia de cánceres tal vez se deba a la alteración de la inmunidad celular. En la era actual de tratamiento, cánceres no clasificados como asociados a sida, tal como el cáncer de pulmón, se diagnostican con más frecuencia en adultos mayores infectados con VIH a pesar del tratamiento óptimo con antirretrovirales. Estudios de cohortes sugieren que los adultos infectados con VIH tienen un incremento en el riesgo para cánceres diversos comparado con población no infectada en el mismo rango de edad. Las enfermedades malignas representan una causa creciente en la mortalidad en población infectada por VIH.
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Las lesiones del sarcoma de Kaposi aparecen en cualquier parte; es indispensable la exploración cuidadosa de párpados, conjuntiva, pabellones auriculares, paladar y pliegues digitales, para localizar una posible lesión oculta. En individuos de piel clara, las lesiones del carcinoma de Kaposi son papulosas o nodulares, de color púrpura y no palidecen (eFig. 31–6; eFig. 6–82). En individuos de piel oscura, las lesiones pueden parecer más pardas. En la boca, casi siempre se trata de pápulas en el paladar, aunque también pueden observarse lesiones exofíticas de la lengua y las encías. Las lesiones del sarcoma de Kaposi pueden confundirse con otras vasculares, como los angiomas y los granulomas piógenos. El sarcoma de Kaposi puede manifestarse poco después de comenzar ART, en particular en pacientes que comienzan dicha forma de tratamiento y que tienen inmunodeficiencia avanzada. En la situación anterior es posible que el sarcoma de Kaposi constituya una reacción de reconstitución inmunitaria (véase Reacciones Inflamatorias más adelante). El sarcoma de Kaposi también puede causar enfermedad visceral (p. ej., gastrointestinal, pulmonar).
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Los pacientes con las formas leve a moderada de sarcoma de Kaposi no necesitan de tratamiento específico, porque en general las lesiones se resuelven con ART eficaz. Sin embargo, se debe destacar que las lesiones pueden presentar brotes cuando se inicia por primera vez la ART, probablemente como resultado de un proceso de reconstitución inmune. La enfermedad avanzada se trata con quimioterapia combinada (cuadro 31–3).
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2. Linfoma no Hodgkin
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El linfoma no Hodgkin en personas infectadas con VIH tiende a ser de muy alta malignidad. El cáncer se origina a menudo en los linfocitos B y se caracteriza por tumores difusos de células grandes. Los cánceres son extraganglionares en más del 70% de los casos.
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El pronóstico de los pacientes con linfoma no Hodgkin generalizado depende sobre todo del grado de inmunodeficiencia al momento del diagnóstico. Los pacientes con CD4 altas evolucionan mucho mejor que aquellos con diagnóstico en una etapa tardía de la enfermedad. Los sujetos con linfoma primario del sistema nervioso central se tratan con radiación. La respuesta al tratamiento es buena, pero antes de la disponibilidad del ART casi todos los pacientes morían unos cuantos meses después del diagnóstico debido a la enfermedad subyacente. Las enfermedades sistémicas se tratan con quimioterapia combinada (p. ej., EPOCH [etopósido, prednisona, vincristina, ciclofosfamida, doxorrubicina]) con rituximab. El factor estimulante de colonias de granulocitos (G-CSF [granulocyte colony-stimulating factor]; filgrastim) se emplea para mantener las concentraciones de leucocitos.
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3. Enfermedad de Hodgkin
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Aunque la enfermedad de Hodgkin no se incluye en la definición de sida de los CDC, se ha observado en los estudios que la infección por VIH se asocia con incremento de cinco veces la incidencia de enfermedad de Hodgkin. Las personas infectadas por VIH que padecen enfermedad de Hodgkin tienen más probabilidades de presentar una celularidad mixta y subtipos de enfermedad de Hodgkin con disminución de linfocitos y buscan atención médica en una etapa avanzada del trastorno.
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4. Displasia y carcinoma epidermoide del ano
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Estas anomalías se correlacionan en gran medida con infecciones previas por virus del papiloma humano (HPV, human papillomavirus) y se han observado en varones y mujeres infectados por VIH. Si bien muchos de los varones que tienen relaciones sexuales con varones infectados señalan el antecedente de verrugas anales o las tienen visibles, un porcentaje significativo sufre infección asintomática por el virus del papiloma. Se pueden efectuar con facilidad estudios citológicos (con frotis de Papanicolaou) y de DNA del virus del papiloma en muestras del ano obtenidas con hisopo. Por el riesgo de progresión de displasia a cáncer en pacientes inmunocomprometidos, algunos expertos sugieren que deben practicarse frotis anales cada año para examen citológico a todas las personas infectadas con VIH. Se obtiene un frotis de Papanicolaou anal mediante rotación de un hisopo de dacrón humedecido de casi 2 cm de longitud dentro del conducto anal. El hisopo se deposita de inmediato en un frasco para citología. Sin embargo, no hay evidencia de que la detección de cáncer anal mediante frotis de Papanicolaou disminuya la incidencia de cáncer invasivo.
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El HPV también parece ser un agente causal en la displasia y neoplasia cervicouterinas en mujeres infectadas por VIH (descritas más adelante).
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M. Manifestaciones ginecológicas
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La candidosis vaginal, la displasia y neoplasia cervicouterinas y la enfermedad pélvica inflamatoria son más frecuentes en mujeres infectadas por VIH que en otras pacientes. Tales manifestaciones también tienden a ser más graves cuando se presentan en asociación con una infección por VIH. Es necesario que las mujeres infectadas con VIH reciban atención ginecológica frecuente. La candidosis vaginal puede tratarse con medicamentos tópicos o una sola dosis de fluconazol oral (150 mg) (cap. 36). La candidosis vaginal recurrente debe tratarse con fluconazol (100 a 200 mg) por al menos siete días.
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La incidencia de displasia cervical en mujeres infectadas por VIH es de 40%. Por lo anterior, se recomienda una mayor vigilancia para mujeres infectadas por VIH que para las no infectadas (cap. 18). Se debe realizar un estudio de Papanicolau dentro de un año a partir del inicio de actividad sexual en mujeres menores de 30 años, y a más tardar a los 21 años. Si el estudio es normal, el frotis de Papanicolau se realizará cada tres años. Las pruebas de DNA de VPH a parir de muestras cervicales no se recomiendan en mujeres < 30 años.
++
En mujeres ≥30 años, la vigilancia se debe continuar después de los 65 años, a diferencia de la población general. Existen dos protocolos de detección aceptados, uno utiliza solamente citología, y el otro emplea citología con prueba de DNA de HPV al mismo tiempo. Cuando se diagnostica VIH se realiza un estudio de Papanicolau y después cada 12 meses; posterior a tres estudios negativos, se debe realizar la detección cada tres años. Si el Papanicolau es normal y la prueba de HPV es negativa, la siguiente detección se realiza en tres años.
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El manejo de pruebas anormales de Papanicolau y pruebas positivas de HPV es el mismo en mujeres infectadas que en quienes no lo están. El tratamiento se debe basar en las guías de práctica clínica que se comentan más adelante.
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Aunque la enfermedad pélvica inflamatoria parece más frecuente en mujeres infectadas por VIH, la bacteriología del trastorno es igual que en las no afectadas por el virus. Las pacientes infectadas por VIH con enfermedad pélvica inflamatoria deben tratarse con los mismos esquemas que las no infectadas (véase cap. 18–17 Enfermedad inflamatoria pélvica (salpingitis, endometritis)).
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Las personas infectadas con VIH tienen mayor riesgo de enfermedad coronaria que los testigos de género y edad similares. Parte de este incremento en la enfermedad coronaria se debe a los cambios de los lípidos como consecuencia del tratamiento antirretroviral (véase más adelante), sobre todo la estavudina y la mayor parte de los inhibidores de la proteasa. Sin embargo, parte del riesgo deriva al parecer de la infección con VIH, cualquiera que sea el tratamiento. Es importante que los médicos pongan mucha atención en este problema porque los infartos al miocardio se presentan a una edad más temprana en individuos infectados que en los no infectados. Las personas infectadas con VIH y síntomas de coronariopatía, como dolor torácico o disnea, deben valorarse pronto. Es preciso que los médicos inicien un tratamiento intensivo de los trastornos que incrementan el riesgo de cardiopatía, en especial tabaquismo, hipertensión, hiperlipidemia, obesidad, diabetes y estilo de vida sedentario.
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O. Reacciones inflamatorias (síndromes de reconstitución inmunitaria)
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Cuando se inicia ART, algunos pacientes experimentan reacciones inflamatorias que parecen derivadas de la reconstitución inmunitaria, según lo indica un rápido incremento de la concentración de células CD4. Dichas reacciones inflamatorias pueden presentarse con signos generalizados de fiebre, diaforesis y malestar general, con o sin manifestaciones más localizadas que suelen representar cuadros clínicos poco comunes de infecciones oportunistas. Por ejemplo, se ha informado vitreítis en individuos con retinitis por CMV después de someterse al tratamiento con ART.
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La infección por M. avium se puede presentar en la forma de linfadenitis focal o supurativa o masas granulomatosas en sujetos que reciben ART. Paradójicamente, la tuberculosis puede empeorar con infiltrados pulmonares nuevos o en desarrollo y linfadenopatía. La PML y la meningitis criptocócica también pueden evolucionar de manera atípica. Los médicos deben estar alerta ante tales síndromes, que son más frecuentes en individuos que iniciaron tratamiento antirretroviral en el contexto de la enfermedad avanzada y que muestran incrementos rápidos de las concentraciones de CD4 con el tratamiento. El diagnóstico de síndrome inflamatorio de reconstitución inmunitaria (IRIS, immune reconstitution inflammatory syndrome) es de exclusión y puede establecerse solo después de descartar una recurrencia o una nueva infección oportunista como causa del deterioro clínico. El tratamiento de IRIS es conservador y de sostén, con la administración de corticoesteroides solo ante reacciones graves. Casi todas las autoridades en la materia recomiendan continuar el tratamiento antirretroviral, a menos que la reacción ponga en peligro la vida.
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Fujita
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Hammoud
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