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Pese a que muchas tumoraciones ováricas se descubren de manera incidental, se indaga sobre cualquier posible síntoma que pueda relacionarse con una neoplasia maligna ovárica, como distensión abdominal persistente, anorexia, saciedad temprana, dolor pélvico o abdominal, o aumento de la frecuencia urinaria y urgencia urinaria. Los médicos también deben valorar el riesgo subyacente de la paciente mediante un interrogatorio minucioso de antecedentes familiares, sobre todo respecto de diagnósticos de los cánceres mamario, uterino, colónico u ovárico.
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Aunque la exploración física es relativamente insensible para los diagnósticos de neoplasias ováricas, es importante considerar cualquier hallazgo relacionado, como linfadenopatía. Las tumoraciones pélvicas palpables que son irregulares, sólidas, fijas, nodulares o vinculadas con ascitis suscitan una preocupación particular de procesos malignos y son motivo de una referencia inmediata a un ginecooncólogo.
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B. Pruebas diagnósticas y de imagen
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La ecografía transvaginal es la prueba diagnóstica de elección en cualquier mujer premenopáusica o posmenopáusicas con una tumoración ovárica. La ecografía deben realizarla médicos con experiencia en imágenes ginecológicas que describan de forma detallada la morfología y las características ecográficas de la tumoración.
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La detección ecográfica de un quiste simple se relaciona con un proceso benigno en 95% a 99% de las mujeres posmenopáusicas. Los quistes simples se caracterizan por una forma redonda u ovalada, pared delgada, intensificación acústica posterior, líquido anecoico y ausencia de tabicaciones y nódulos. Los quistes complejos pueden tener componentes sólidos, tabicaciones y proyecciones papilares.
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Las neoplasias ováricas pueden distinguirse por las “reglas” del International Ovarian Tumor Analysis (IOTA) (https://www.iotagroup.org/), que ayudan a diferenciar los procesos tumorales ováricos benignos de los malignos (sensibilidad de 95%, especificidad de 91%). Según la clasificación IOTA, una tumoración ovárica es sospechosa de naturaleza maligna cuando posee cualquiera de las siguientes características: tumor sólido irregular, tumor sólido irregular multilocular con diámetro >1 cm, cuatro o más estrechamientos papilares, ascitis y flujo sanguíneo notorio en el Doppler a color. Si se sospecha que una tumoración ovárica es maligna, la paciente debe referirse con urgencia al ginecooncólogo.
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El CA-125 sérico es un biomarcador que expresa la mayor parte de los cánceres ováricos epiteliales. Sin embargo, en mujeres premenopáusicas su concentración sérica también puede elevarse en trastornos benignos, como endometriosis, enfermedad pélvica inflamatoria y adenomiosis, lo que lo hace poco confiable para la determinación del riesgo de cáncer ovárico (sensibilidad de 50%–74%, especificidad de 26%–92%). En cambio, en mujeres posmenopáusicas, el CA-125 sérico tiene utilidad para distinguir trastornos benignos del cáncer ovárico. Un valor de CA-125 >35 unidades/ml se considera anormal en mujeres posmenopáusicas, si bien los valores crecientes en mediciones periódicas son más útiles que un valor aislado.
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La deshidrogenasa láctica (LD, lactate dehydrogenase) sérica, la fetoproteína α (AFP, alpha-fetoprotein) y la gonadotropina coriónica humana (hCG, human chorionic gonadotropin) pueden elevarse en presencia de tumores de células germinales y estos marcadores deben cuantificarse en mujeres premenopáusicas (menores de 40 años) que tengan tumoraciones ováricas complejas en la imagen ecográfica.
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Pese a que la medición de CA-125 puede ser útil en la valoración de una tumoración ovárica, la evidencia no sustenta el uso de CA-125 sérico en la detección sistemática del cáncer ovárico en mujeres asintomáticas.