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El embarazo normal se caracteriza por aumento del volumen plasmático materno de casi 50%, con incremento del volumen eritrocítico de 25%. Debido a estos cambios, los valores medios de hemoglobina y hematocrito son menores que en ausencia de embarazo. En el embarazo, la concentración de hemoglobina debe ser menor de 11 g/100 mL para que se considere anemia. Por mucho, las causas más frecuentes son ferropenia y hemorragia aguda, ocurriendo esta última por lo general durante el periparto. Los síntomas como fatiga y disnea que sugerirían la presencia de anemia en las mujeres no embarazadas, son normales en las que sí lo están; por lo tanto, durante el embarazo es preciso realizar biometría hemática periódica para identificar y tratar la anemia. Además, de sus efectos en la salud materna, los resultados adversos del embarazo como bajo peso al nacer y parto pretérmino se han vinculado con anemia del segundo y tercer trimestres.
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A. Anemia ferropénica
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Las necesidades de hierro aumentan de manera considerable durante el embarazo para permitir el crecimiento fetal y la expansión del volumen sanguíneo materno. La ingestión de hierro en la alimentación casi siempre es insuficiente para cubrir esta demanda y se recomienda que todas las embarazadas reciban 30 mg de hierro elemental al día durante el segundo y tercer trimestres. El tratamiento con hierro VO suele acompañarse de efectos secundarios en el tubo digestivo, como náusea y estreñimiento, síntomas que a menudo contribuyen al incumplimiento del tratamiento. Sin embargo, si los complementos son insuficientes, a menudo se manifiesta la anemia en el tercer trimestre de la gestación. En vista de que la deficiencia de hierro es, con mucho, la causa más frecuente de anemia en el embarazo, el tratamiento suele ser empírico y consiste en la administración de 60 a 100 mg de hierro elemental al día, así como una dieta que contenga alimentos ricos en hierro. Los estudios de dicho mineral confirman el diagnóstico si es necesario (cap. 13) y hay que pensar en más estudios en mujeres que no mejoran con el hierro oral. Los complementos intermitentes (cada 48 h) se han vinculado con un número menor de efectos secundarios y tal vez sean razonables en mujeres que no toleran su administración diaria.
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B. Anemia por deficiencia de ácido fólico
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La anemia megaloblástica en el embarazo casi siempre se debe a deficiencia de ácido fólico, ya que la deficiencia de vitamina B12 es muy infrecuente en la edad reproductiva. La deficiencia de folato es por lo general consecuencia del consumo insuficiente de vegetales de hoja verde, leguminosas y proteínas de origen animal. El requerimiento diario de ácido fólico aumenta durante el embarazo y se recomienda la administración de complementos de 0.4 mg de folato. Es importante destacar que esta dosis tomada durante el periodo periconcepcional también ha demostrado reducir el riesgo de defectos del tubo neural ...