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BASES PARA EL DIAGNÓSTICO
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Deterioro intelectual progresivo
Cuadro que no se origina por el delirio ni trastornos psiquiátricos
El envejecimiento es el principal factor de riesgo; le siguen en frecuencia los antecedentes familiares y los factores de riesgo de enfermedades vasculares
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La demencia es el deterioro progresivo de la función intelectual que en ocasiones es tan intenso, que entorpece cualquier funcionamiento social u ocupacional. La “deficiencia cognitiva leve” es un término que describe el deterioro que no ha ocasionado un cambio en el nivel funcional. Aunque algunos pacientes identifican un evento desencadenante, la mayoría muestra un cuadro de inicio insidioso y evolución gradual.
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Por lo general, la demencia comienza después de los 60 años y su prevalencia se duplica cada cinco años; de las personas ≥ 85 años, en promedio la mitad tiene demencia. Se predice que en Estados Unidos la prevalencia de demencia de Alzheimer será de 15 millones de personas para el año 2060. En muchos casos, el origen de la demencia es adquirido, es decir, una enfermedad neurodegenerativa primaria esporádica o consecuencia de otra entidad patológica como el accidente cerebrovascular (cuadro 24–6). Otros factores de riesgo para demencia incluyen antecedentes heredofamiliares, diabetes mellitus, tabaquismo, hipertensión, obesidad, antecedentes de lesiones cefálicas significativas e hipoacusia. La deficiencia de vitamina D y la privación crónica del sueño también pueden incrementar el riesgo de demencia. La demencia tiene mayor prevalencia en mujeres, pero se debe a que su esperanza de vida es más larga. La actividad física parece tener un efecto protector. La enseñanza y la estimulación intelectual constante pueden ser protectoras tal vez al generar una “reserva cognitiva”, que equivale a una mayor capacidad de compensar la neurodegeneración insidiosa.
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