La persona puede reaccionar ante el estrés con ansiedad o depresión, un síntoma físico, o bien huir, consumir bebidas alcohólicas, comer en exceso, comenzar una aventura romántica o de muchas otras formas. Las respuestas subjetivas frecuentes son ansiedad, tristeza, temor, ira, culpa y vergüenza. El estrés agudo y reactivado puede manifestarse por inquietud, irritabilidad, fatiga, aumento en la reacción de sobresalto y una sensación de tensión. La incapacidad para concentrarse, los trastornos del sueño (insomnio, pesadillas) y las preocupaciones somáticas a menudo conducen a la automedicación, por lo general con alcohol u otros depresores del sistema nervioso central. Los síntomas emocionales y de conducta inadaptada como respuesta al estrés se denominan trastorno de adaptación, y se especifica el síntoma principal (p. ej., “trastorno de adaptación con estado de ánimo depresivo”). Incluso con un factor estresante identificable, si la persona manifiesta los signos y síntomas de otro trastorno, como depresión mayor, entonces el criterio sería diagnosticar una depresión mayor y no un trastorno de adaptación con estado de ánimo depresivo.