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La seguridad médica de los viajes aéreos depende de la naturaleza y la gravedad de la condición previa al vuelo del viajero y de factores como la duración y la frecuencia del viaje, el uso y la frecuencia del ejercicio durante el vuelo, la presión de altitud de la cabina, la disponibilidad de suministros médicos, (incluyendo los desfibriladores externos automáticos y oxígeno suplementario), enfermedades infecciosas de otros viajeros, y la presencia de profesionales de la salud a bordo. Cada vez aumentan más las urgencias a bordo de los vuelos puesto que cada vez hay más personas que viajan con alguna enfermedad de fondo. Los pasajeros aeronáuticos son susceptibles a muy diversos problemas propios de los vuelos: pulmonares (hipoxemia, neumotórax espontáneo); tromboembolia venosa (VTE, venous thromboembolism); infecciones, cardiopatía, trastornos gastrointestinales, oculares e inmunitarios, síncope, anomalías neuropsiquiátricas, metabólicas, traumatismos y algunas alteraciones a causa de estupefacientes. Los riesgos de viajar en avión son mayores para aquellos viajeros con condiciones médicas preexistentes: embarazo, enfermedades pulmonares (hipoxemia crónica, asma, enfermedad pulmonar obstructiva crónica, enfermedades pulmonares quísticas difusas), trastornos tromboembólicos, enfermedades cardiovasculares, afecciones neurológicas (epilepsia, accidente cerebrovascular), cirugía o trauma reciente, diabetes mellitus, cáncer, sistema inmunitario comprometido, enfermedades infecciosas, enfermedades mentales, y dependencia de sustancias. Las personas que vuelan con frecuencia o por trabajo también tienen mayor riesgo de padecer exposición acumulativa a radiaciones, calidad del aire de la cabina, alteraciones circadianas y problemas de presurización.
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La hipoxia hipobárica es la principal causa de muchas urgencias médicas graves en vuelos debido a la altura de la cabina. Uno de los requisitos para los aviones comerciales es mantener la presurización de la cabina al equivalente de 8 000 pies o menos. A pesar de los requisitos de presurización de los aviones comerciales, existe hipoxemia significativa, disnea, expansión de gas, y estrés en los viajeros, particularmente en aquellos con enfermedad pulmonar subyacente.
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Cualquier forma de viaje duradero que entraña inmovilización se ha vinculado con mayor riesgo de tromboembolia venosa VTE (conocida como “trombosis de viajeros”) aunque el viaje por aire ha sido el centro de revisión médica. El riesgo de VTE es más relevante para aquellos pasajeros con factores de riesgo de VTE adicionales. Entre los trastornos que se producen en quienes viajan a grandes distancias y que están expuestos a un gran riesgo de VTE están: 1) viajes en que la persona queda inmovilizada durante 4 h o más; 2) trastornos de hipercoagulabilidad (factor V de Leiden, deficiencias de las proteínas C y S o antitrombina, mayor concentración del factor VIII, hiperprotrombinemia, síndrome de anticuerpos contra fosfolípidos), y 3) riesgos adquiridos (VTE previa, cirugía reciente, apoplejía o traumatismo, cánceres activos, obesidad, embarazo o puerperio, consumo de anticonceptivos orales u hormonoterapia, edad avanzada, inmovilización o escasa movilidad, enfermedad intestinal inflamatoria y síndrome nefrótico). Las medidas de prevención pueden incluir el uso de medidas de compresión graduada; ejercicio frecuente y cambios de posición durante el viaje; y el uso de tromboprofilaxis, como heparina de bajo peso molecular (LMWH, low-molecular-weight heparin) o anticoagulante oral de acción directa (DOAC, direct-acting oral anticoagulant) (cap. 14).
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Los viajes por aire no están recomendados para personas con “incapacidades” o que tienen “trastornos inestables”. La Air Transport Association de Estados Unidos define al pasajero incapacitado como “aquel que tiene alguna discapacidad física o psíquica y que por esa causa o el efecto del vuelo en ella, no puede cuidar de sí mismo, pone en peligro la seguridad de la misma persona u otros pasajeros o empleados de la línea aérea puede originar incomodidades y molestias a otros viajeros”. Los trastornos inestables comprenden neumotórax activo, hipertensión avanzada de la pulmonar, empeoramiento agudo de una neumopatía primaria, hipertensión no controlada, arritmias, angina, valvulopatías, insuficiencia cardiaca o trastornos psiquiátricos agudos; anemia intensa o drepanocitosis sintomática, infarto del miocardio reciente; apoplejía; trastornos convulsivos no controlados; trombosis venosa profunda, estado posquirúrgico y, en particular, después de cirugías cardiacas (salvo que lo apruebe un cirujano), y cualquier enfermedad transmisible activa (influenza [gripe], tuberculosis, sarampión, varicela o zóster). El riesgo de contagio aumenta cuando hay contacto cercano con pasajeros infectados. Las Public Health Travel Restrictions han demostrado su eficacia en prevenir viajes aéreos comerciales o internacionales de personas con ciertas enfermedades contagiosas que representan una amenaza para la salud pública.