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Tanto en la industria como en el hogar, la mano es la parte más lesionada del cuerpo. Los trastornos de la mano rara vez comprometen la vida, pero pueden afectar de manera significativa su capacidad funcional.
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Las funciones primarias de la mano son sentir (sensibilidad) y asir; la sensibilidad es más importante en el lado radial de los dedos índice, medio y anular, y sobre el lado cubital del pulgar, donde es factible sentir más y hay mayor capacidad para asir, levantar y conservar los objetos. La piel del lado cubital del dedo meñique y sus metacarpianos, sobre la cual la mano reposa, debe registrar las sensaciones de contacto y dolor para evitar quemaduras y otros traumatismos.
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La movilidad es crítica para la prensión. La extremidad superior es un sistema voladizo que se extiende desde el hombro hasta el extremo de los dedos y debe adaptarse a grados y clases variables de movimientos. La estabilidad de las articulaciones proximales es esencial para el buen control esquelético distal.
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La especialización del pulgar ha permitido a las personas desarrollar aptitudes superiores para la defensa, trabajo y destrezas. El pulgar dispone de sensibilidad exquisita y es una estructura que cuenta con una gran movilidad con la musculatura aductora y tenar (pronadora) bien desarrollada. Es el dedo más importante de la mano y debe realizarse todo esfuerzo necesario para preservar su función.
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La posición funcional de la extremidad superior favorece alcanzar la boca y el perineo, y lograr una prensión y asimiento cómodos, vigorosos y sin esfuerzo. El codo se deja en ángulo recto o en un ángulo cercano, el antebrazo se mantiene neutral, entre la pronación y la supinación, y la muñeca se extiende 30° con los dedos flexionados hasta casi alcanzar el extremo opuesto (pronado) del pulgar (figura 44–1A). Esa es la posición deseada de la extremidad si se considera que deberá inmovilizarse y es la que debe mantenerse cuando las articulaciones se inmovilizan mediante ferulización, artrodesis o tenodesis.
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En contraste y de manera opuesta a la posición funcional, se encuentra la posición de reposo, en la cual la muñeca flexionada extiende los dedos, consigue asir y prender de manera torpe, incómoda, débil y fatigante (figura 44–1B). El antebrazo suele estar pronado y el codo extendido; este hábito se asume, sin intención, después de sufrir alguna lesión, parálisis o el inicio de un estímulo doloroso y por ello también se le conoce como posición de lesión. La inmovilidad en esta posición pone en riesgo la función.
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Todas las referencias al antebrazo y la mano deben hacerse a los lados radial y cubital (no lateral ...