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Los defectos congénitos son frecuentes. De todos los recién nacidos, 2% a 3% tiene alguna anomalía congénita mayor detectable al nacer (Cragan, 2009; Dolk, 2010). No hay duda que algunos fármacos conllevan un riesgo significativo para un embrión o feto en desarrollo (cuadro 8–1). Sin embargo, 80% de los defectos congénitos no tiene una etiología evidente, y de aquellos con una causa identificada, casi 95% de casos tiene orígenes cromosómicos o genéticos (Feldkamp, 2017). La U.S. Food and Drug Administration (FDA) (2018) calcula que < 1% de todos los defectos congénitos se producen por fármacos (fig. 8–1).
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Dicho esto, el uso de fármacos en el embarazo se rodea de una preocupación significativa. Esto se debe a que a muchas mujeres embarazadas se les prescriben fármacos y a que a menudo se carecen de datos de seguridad. Los investigadores del National Birth Defects Prevention Study encontraron que las mujeres toman en promedio dos a tres fármacos por embarazo y que 70% usa fármacos en el primer trimestre (Mitchell, 2011). Una revisión poblacional de Canadá encontró que 65% de mujeres canjea ≥ 1 prescripción durante el embarazo (Leong, 2019). Entre 2010 y 2019, la FDA aprobó 290 nuevos fármacos y sólo 11% tenía datos relacionados con un el embarazo humano (Byrne, 2020).
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El estudio de los defectos congénitos y su etiología se denomina teratología, que proviene del griego teratos, monstruo. En general, un teratógeno puede definirse como cualquier agente que actúe durante el desarrollo embrionario o fetal para producir una alteración permanente en la forma o función. Por tanto, un teratógeno puede ser un medicamento u otra sustancia química; un factor físico o ambiental como el calor o la radiación; un metabolito materno como en la diabetes o la fenilcetonuria; o una infección como el citomegalovirus.
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En términos estrictos, un teratógeno causa anomalías estructurales. Un hadégeno (por el dios Hades) es una sustancia que interfiere con la maduración y función normales de un órgano. Un trofógeno es un ...