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El embarazo y el puerperio son en ocasiones tan estresantes que producen una enfermedad mental. Estas afecciones son recurrencias o exacerbaciones de un trastorno psiquiátrico previo u otras veces indican el comienzo de una nueva alteración. Los trastornos más frecuentes durante el embarazo y el puerperio son los trastornos depresivos y de ansiedad (Kendig, 2017). Muchos de estos se acompañan de una atención prenatal deficiente, consumo de sustancias, parto de pretérmino y otros resultados obstétricos y neonatales desafortunados. En las embarazadas afectadas también se incrementa la frecuencia de enfermedad psiquiátrica puerperal (Baer, 2016). Los trastornos perinatales del estado de ánimo repercuten de manera adversa en la relación madre-hijo.
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A pesar de estos riesgos conocidos, los obstetras son renuentes a menudo a confrontar los trastornos de la salud mental durante el embarazo o no los identifican. Lyell et al. (2012) encontraron que no se documentó el diagnóstico de depresión en casi 50% de los expedientes de las mujeres que la padecían.
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AJUSTES PSICOLÓGICOS AL EMBARAZO
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Diversos factores bioquímicos y estresantes de la vida alteran de manera considerable la salud mental y las enfermedades mentales durante el periodo perinatal (Meltzer-Brody, 2018b). De modo intuitivo, el embarazo exacerba algunos trastornos psicológicos concomitantes. Se ha vinculado un mayor riesgo de trastornos del estado de ánimo con los cambios de la concentración de los esteroides sexuales y el neurotransmisor monoamina que acompañan al embarazo, disfunción del eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenales, disfunción tiroidea y alteraciones de la respuesta inmunitaria (Yonkers, 2011). Estos cambios, aunados a las agrupaciones familiares de casos de depresión, sugieren que cierto subgrupo de mujeres tiene mayor riesgo de padecer un trastorno depresivo mayor unipolar durante la gestación.
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Las mujeres responden de manera variable a las tensiones del embarazo. Algunas expresan su preocupación constante por la salud del feto, el cuidado del niño, los cambios en el estilo de vida o temen al dolor del parto. Con frecuencia se identifican ansiedad, trastornos del sueño y deterioro funcional (Romero, 2014; Vythilingum, 2008). El grado de estrés percibido es mucho mayor en las mujeres cuyo feto tiene riesgo elevado de padecer alguna malformación, en aquéllas con trabajo de parto o parto prematuro y en las que tienen otras complicaciones médicas (Alder, 2007; Ross, 2006). Por ejemplo, Hippman et al. (2009) realizaron la detección sistemática de depresión en 81 mujeres con mayor riesgo de tener un feto con aneuploidía. En 50% de ellas, la puntuación fue positiva, a diferencia del 2.4% en las que tenían un embarazo normal.
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Existen varios pasos para reducir el estrés psicológico en caso de un resultado obstétrico deficiente. Por ejemplo, después de un parto se recomienda que los padres tengan contacto con el recién nacido y ofrecerles fotografías y otros recuerdos de su hijo (Gold, 2007). También es razonable tratar los ...