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Varios días después del parto, el fondo uterino se encuentra al nivel de la cicatriz umbilical y las trompas de Falopio son accesibles de manera directa debajo de la pared abdominal. Además, la laxitud abdominal permite la reposición sencilla de la incisión sobre cada cuerno uterino.
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En el hospital donde laboran los autores, la ligadura tubárica puerperal se lleva a cabo la mañana siguiente al parto y la practica un equipo quirúrgico designado solo para esa función. La realización en ese momento reduce al mínimo la estancia en el hospital, pero también la probabilidad de que la hemorragia posparto complique la recuperación después de la cirugía. El estado del recién nacido también puede confirmarse mejor antes del procedimiento. En cambio, algunos cirujanos prefieren efectuar la esterilización de inmediato después del parto y administran la analgesia neuroaxial ya aplicada para el trabajo de parto. Con la designación de estas operaciones posparto como urgentes, pueden reducirse las barreras para la esterilización en este modelo. Esto se aplica sobre todo a las unidades tocoquirúrgicas con alto volumen de pacientes, que por lo general priorizan la disponibilidad limitada de sus quirófanos para procedimientos intraparto (American College of Obstetricians and Gynecologists, 2018).
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En general, para la esterilización posparto se extirpa un segmento intermedio de la trompa y los extremos cortados sellan mediante fibrosis y recrecimiento peritoneal. Los métodos usados a menudo incluyen las técnicas de Parkland, Pomeroy y Pomeroy modificada. Con menor frecuencia se usan los broches de Filshie y la evidencia registra una eficacia un poco menor (Madari, 2011; Rodriguez, 2011, 2013). Las técnicas de Irving y Uchida o la fimbriectomía de Kroener se practican raras veces porque requieren más disección o se acompañan de tasas elevadas desfavorables de falla. Además, en ausencia de enfermedad uterina u otro trastorno pélvico, la histerectomía sola con fines de esterilización es difícil de justificar por su riesgo significativamente mayor de morbilidad quirúrgica, en comparación con la esterilización tubárica.
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Se cree que la mayor parte de los cánceres serosos pélvicos se origina en la parte distal de la trompa de Falopio (Erickson, 2013). Debido a esto, aunque por ahora es teórica, la evidencia sugiere que la salpingectomía bilateral puede reducir las tasas de estos cánceres ováricos (Falconer, 2015; Lessard-Anderson, 2014). Con este conocimiento, la Society of Gynecologic Oncologists (Walker, 2015) y el American College of Obstetricians and Gynecologists (2019b) recomiendan considerar la salpingectomía para reducir los riesgos de estos cánceres. En particular, para las mujeres con riesgo promedio de cáncer ovárico, debe analizarse y considerarse la salpingectomía reductora de riesgo con cirugía abdominopélvica, con histerectomía, o en lugar de la ligadura tubárica.
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Para la salpingectomía deben considerarse varios puntos instructivos. Primero, el riesgo de por vida de cáncer ovárico se aproxima al 1% (National Cancer Institute, 2019). Los datos de estudios epidemiológicos muestran que la mera interrupción tubárica ofrece un descenso aproximado del 30% de las tasas de cáncer ovárico (Rice, 2012; Sieh, 2013). La salpingectomía puede reducir el riesgo en 42% a 78% (Gockley, 2018). Sin embargo, aún no se han conducido estudios prospectivos de tamaño o duración suficientes para demostrar el cociente real entre riesgo y beneficio en las mujeres con riesgo bajo de cáncer ovárico. Asimismo, pocos datos describen los efectos en la reserva ovárica de la interrupción de la irrigación tubárica. En estudios pequeños que comparan ambos procedimientos, no se encontraron diferencias en la concentración de hormona antimülleriana, que es una medición de la reserva ovárica (Findley, 2013; Ganer Herman, 2017). En otras comparaciones, la salpingectomía total al momento de la operación cesárea toma 5 a 10 min más que la salpingectomía parcial (Ferrari, 2019; Powell, 2017). Las tasas de pérdida sanguínea son comparables o un poco más altas, pero no dan lugar a tasas más altas de transfusión ni a descensos posoperatorios mayores en el valor del hematócrito. Solo unos cuantos estudios pequeños han evaluado la salpingectomía después del parto (Danis, 2016; Powell, 2017).
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Por lo general se elige la analgesia raquídea para los casos programados en el primer día posparto. La anestesia general puede ser menos deseable debido a los riesgos residuales de aspiración relacionados con el embarazo (Bucklin, 2003). Si se realiza en un momento más próximo al parto, el mismo catéter epidural usado para la analgesia en el trabajo de parto puede usarse para la esterilización analgésica. Por lo regular, con trastornos relacionados con trombocitopenia, los recuentos de plaquetas deben ser > 70 000 para un bloqueo espinal (cap. 25). La vejiga se vacía antes de la operación a fin de evitar su laceración. Una vejiga llena también puede empujar el fondo y las trompas por arriba de la cicatriz umbilical y la incisión. Dado que se considera un procedimiento limpio, no se requiere profilaxis antibiótica.
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Primero, es ideal una pequeña incisión infraumbilical por varias razones. Como se indicó, en la mayor parte de los casos el fondo se halla cerca de la cicatriz umbilical. Segundo, la cicatriz umbilical casi siempre se mantiene como la parte más delgada de la pared abdominal anterior y requiere menos disección subcutánea para llegar a la fascia de la línea alba. Tercero, una incisión infraumbilical ofrece una aponeurosis con suficiente integridad para permitir el cierre con un riesgo mínimo de hernia incisional ulterior. Por último, las incisiones que siguen la curvatura natural del pliegue cutáneo umbilical inferior producen un resultado cosmético adecuado. Por lo general, una incisión cutánea transversal o vertical de 2 a 3 cm es suficiente para las mujeres con peso normal. Para las mujeres obesas puede requerirse una incisión de 4 a 5 cm para conseguir un acceso abdominal adecuado.
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Debajo de esta incisión, el tejido subcutáneo se separa con técnica roma para llegar a la fascia de la línea alba. Para ello, una pinza de Allis puede abrirse y cerrarse mientras se ejerce presión descendente. De manera similar, las hojas de dos separadores army-navy, ambos con tracción hacia abajo, pero en sentidos contrarios, pueden separar la capa subcutánea. La eliminación de este tejido graso de la aponeurosis aísla a esta última para la incisión y para el cierre posterior sin grasa intermedia, lo que impediría la cicatrización de la herida.
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La incisión de la aponeurosis puede ser transversal o vertical y sigue la misma orientación que la incisión en la piel. Para lo anterior, una vez que se alcanza la línea alba, se sujeta con dos pinzas de Allis, una colocada a cada lado de la incisión planeada en la aponeurosis (fig. 39–1). La toma de tejido con cada pinza debe ser sustancial y crear un pequeño rollo de aponeurosis para la incisión. Muchas veces se incorpora y se accesa al peritoneo al mismo tiempo. En caso contrario, el peritoneo se sujeta con dos pinzas hemostáticas y se corta con bisturí. También se prefiere un ingreso romo con un solo dedo índice. Debe señalarse que si la incisión inicial a la aponeurosis es demasiado pequeña, puede extenderse con unas tijeras curvas de Mayo.
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La exposición suficiente es crucial y los separadores army-navy o apendiculares son adecuados. En mujeres obesas es probable que se requieran una incisión un poco más amplia y separadores estrechos más profundos. Si el intestino o el epiplón obstruyen el campo, la posición de Trendelenburg puede ayudar a desplazarlos en dirección cefálica. También puede realizarse un empaque digital con una sola pieza de gasa quirúrgica húmeda extendida, pero siempre debe colocarse una pinza hemostática en el extremo distal para impedir su retención intraabdominal. En ocasiones, la inclinación mecánica de la mesa completa hacia el lado contrario de la trompa que se expone puede ayudar a aislarla.
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Se identifica la trompa de Falopio y se sujeta en su parte media con una pinza de Babcock. Una segunda pinza un poco más distal sujeta la trompa, que se eleva de manera similar. Esto permite observar el extremo fimbriado. Esta confirmación previene la confusión del ligamento redondo con la trompa de Falopio. Una razón frecuente para la falla de la esterilización es la ligadura de la estructura equivocada, casi siempre el ligamento redondo. Si la trompa se deja caer en forma no intencional, es obligatorio repetir este proceso de identificación. Los pasos quirúrgicos para la ligadura se muestran en las figuras 39–2 y 39–3.
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Para la salpingectomía total, casi siempre es necesario que la incisión umbilical sea más grande para permitir una visión adecuada de la trompa y el mesosalpinge, y para colocar las pinzas (fig. 39–4). Debe dividirse el mesosalpinge completo para liberar la trompa de Falopio. Por lo tanto, los riesgos incluyen hemorragia de las venas a menudo grandes y congestionadas en el mesosalpinge, cuyo control requiere extensión de la incisión de laparotomía o incluso una anexectomía. Algunos clínicos prefieren utilizar un dispositivo bipolar de coagulación electroquirúrgica (LigaSure, ENSEAL), que sella y divide el mesosalpinge al mismo tiempo. Esto puede aumentar la rapidez, pero también el costo.
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Después de la cirugía se proporciona una dieta a tolerancia y se promueve la deambulación. El íleo es infrecuente y debe suscitar preocupación acerca de una lesión intestinal, aunque esto es raro. La mayoría de las mujeres tiene una evolución sin complicaciones y egresa del hospital el primer día posoperatorio.