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La epilepsia comprende un grupo de síndromes crónicos que implican la recurrencia de convulsiones (es decir, periodos limitados de descargas anómalas de neuronas cerebrales). En diversos grados, los anticonvulsivos eficaces tienen acciones depresoras selectivas sobre dicha actividad neuronal anormal, sin embargo, varían en términos de sus mecanismos de acción y de su eficacia en trastornos convulsivos específicos.
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Los anticonvulsivos por lo general se utilizan durante periodos prolongados para prevenir la recurrencia de las convulsiones, y es importante considerar sus propiedades farmacocinéticas para evitar la toxicidad y las interacciones farmacológicas. Para algunos de estos fármacos (p. ej., fenitoína), quizá sea necesario determinar las concentraciones plasmáticas y su depuración en cada paciente para un tratamiento óptimo. En general, los anticonvulsivos se absorben bien por vía oral, tienen buena biodisponibilidad y atraviesan con facilidad la barrera hematoencefálica. En su mayoría, los fármacos anticonvulsivos son metabolizados por enzimas hepáticas (las excepciones incluyen gabapentina y vigabatrina) y, en algunos casos, se forman metabolitos activos. La resistencia a los anticonvulsivos quizá implique mayor expresión de transportadores de fármacos a nivel de la barrera hematoencefálica.
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Las interacciones farmacocinéticas son comunes en este grupo. En presencia de medicamentos que inhiben el metabolismo de los anticonvulsivos o desplazan a éstos de los sitios de unión a las proteínas plasmáticas, es posible que las concentraciones plasmáticas de los anticonvulsivos alcancen niveles tóxicos; por otro lado, los fármacos que inducen las enzimas hepáticas metabolizadoras de fármacos (p. ej., rifampicina) llegan a generar concentraciones plasmáticas inadecuadas para el control de las convulsiones. Varios anticonvulsivos son capaces por sí mismos de inducir metabolismo hepático de fármacos, en particular carbamazepina y fenitoína.
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La biodisponibilidad oral de la fenitoína es variable debido a las diferencias individuales en el metabolismo de primer paso. Existen formas orales de inicio rápido (liberación inmediata) y liberación prolongada, y una forma parenteral. El metabolismo de la fenitoína no es lineal; la cinética de eliminación cambia de primer orden a orden cero a valores de dosis moderados a altos. El fármaco se une a las proteínas plasmáticas (97–98%) y las concentraciones de fenitoína libre (no unida) en el plasma aumentan de manera transitoria por fármacos que compiten por la unión (p. ej., carbamazepina, sulfonamidas, valproato). El metabolismo de la fenitoína aumenta con los inductores del metabolismo hepático (p. ej., fenobarbital, rifampicina), y es inhibido por otros fármacos (p. ej., cimetidina, isoniazida). La fenitoína en sí misma induce el metabolismo hepático de los fármacos, lo que disminuye los efectos de otros anticonvulsivos, como carbamazepina, clonazepam y lamotrigina. La fosfenitoína es una forma de profármaco de fenitoína soluble en agua que se usa por vía parenteral.
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