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INTRODUCCIÓN

Tan solo en los últimos 50 años se han sucedido docenas de conflictos armados de grandes proporciones que afectan a millones de combatientes procedentes de numerosos países en el mundo. Algunas de estas guerras han sido multinacionales y han involucrado el despliegue de gran número de fuerzas terrestres, desde países de origen hasta áreas diferentes en conflicto en zonas de naciones en desarrollo, como el suroeste y el centro de Asia (p. ej., Iraq, Afganistán) y África. Tan solo en Estados Unidos, se calcula que viven más de 18 millones de veteranos, muchos de los cuales sirvieron en sitios de combate desde la Segunda Guerra Mundial.

Las tropas de combate o con otras capacidades militares en tierras extranjeras están en peligro de adquirir enfermedades infecciosas que son endémicas en la región, a causa de la exposición humana y ambiental y su incompetencia inmunitaria a patógenos endémicos o enzoóticos locales. Dicho riesgo se magnifica por las condiciones de hacinamiento social que imponen los despliegues masivos de tropas, destrucción de infraestructuras y desplazamiento de poblaciones, y se eleva aún más por los aspectos vulnerables de salud pública, como las deficiencias de higiene y sanidad que acompañan a los conflictos bélicos. El espectro clínico de las enfermedades infecciosas adquiridas en tal situación incluye infecciones agudas en el propio sitio de combate; infecciones agudas con síntomas diferidos e infecciones crónicas o recidivantes; estas últimas dos situaciones conllevan la posibilidad de provocar enfermedades en veteranos que vuelven a su país después de combatir en otros territorios.

El impacto de las infecciones agudas de la guerra, antes una causa importante de mortalidad fuera del combate, ha disminuido mucho en los conflictos modernos en su mayor parte gracias al uso de vacunas preventivas, la mejora en la higiene y saneamiento y la institución precoz del tratamiento antimicrobiano como lo indique la clínica. Sin embargo, dichas enfermedades agudas son todavía una causa importante de complicaciones en el personal militar movilizado (cuadro C6–1). Muchas de las infecciones agudas, como gripe (influenza), meningitis meningocócica, hepatitis A y neumopatía por adenovirus, pueden evitarse con la vacunación sistemática de las tropas. Otras, como las gastroenteritis bacterianas y las infecciones respiratorias virales, representan aún causas frecuentes de morbilidad y de ausentismo laboral entre las fuerzas desplegadas. La frecuencia de otras infecciones agudas, como paludismo y dengue, se puede reducir de manera considerable, si bien no abolir, por medio de las intervenciones clásicas de salud pública: quimioprofilaxis, medidas de protección personal y contención de vectores. Las infecciones con periodos breves de incubación y transmitidas poco antes de abandonar los puntos de batalla, pueden en teoría manifestarse en clínica solo cuando la tropa retorna a su país de origen. Esto ocurrió en un “grupo” de casos de tifus por garrapata africana adquirido durante las misiones de tropas estadounidenses en Somalia y Botswana a principios del decenio de 1990. Sin embargo, muchas infecciones agudas con periodos breves de ...

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