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Las vacunas se han reconocido como uno de los mayores logros de la salud pública del siglo XX. Se han observado descensos drásticos de la morbilidad y mortalidad de las enfermedades evitables con vacunas y no puede subestimarse la contribución de las vacunas a la eliminación, control y prevención de las enfermedades infecciosas. Sin embargo, han existido oposición y renuencia a las vacunas y no son nuevas. La renuencia a las vacunas se observó desde que Edward Jenner introdujo la primera vacuna contra la viruela en el siglo XVIII. Entonces, ¿por qué la Organización Mundial de la Salud calificó estas actitudes como una de las 10 mayores amenazas a la salud pública en 2019? ¿La oposición y renuencia actuales son diferentes a las registradas antes? Muchos sociólogos, expertos en salud pública y profesionales de la salud (HCP, health care providers) aseguran que sí. Las tendencias sociales y culturales recientes, combinadas con los nuevos formatos de comunicación, han convergido para crear una forma muy poderosa de renuencia y una crisis de confianza, como lo han denominado algunos. Esta crisis se manifiesta por la falta de confianza en vacunas específicas, programas de vacunación, investigadores, HCP, sistema de atención a la salud, compañías farmacéuticas, académicos, generadores de políticas, gobiernos y la autoridad en general. (Véase “Foco: renuencia a las vacunas contra COVID-19,” más adelante.)
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Las raíces de la renuencia y oposición modernas a las vacunas, definidas como el retraso o el rechazo de las vacunas a pesar de su disponibilidad, varían según sean el sitio y la población. Para algunos individuos y comunidades, la seudociencia y las declaraciones falsas sobre la seguridad de las vacunas existentes (p. ej., un vínculo no sustentado entre la vacuna contra el sarampión y el autismo) han alentado los temores, el aumento de la renuencia y la menor aceptación. Para otros, algunos sucesos de seguridad reales, como la relación de la narcolepsia con una vacuna específica contra la gripe (influenza) pandémica (Pandemrix), han justificado las preocupaciones. En unos cuantos lugares (p. ej., Ucrania, Pakistán), la renuencia a las vacunas es resultado de los sistemas de salud fallidos o incluso de fracasos del Estado. Por último, para otros grupos, incluidas las sectas religiosas fundamentalistas y las comunidades culturales alternativas, la renuencia y oposición a las vacunas reflejan la exclusión y el rechazo a la sociedad convencional y la atención a la salud alópata, y se manifiestan como una profunda desconfianza por estas instituciones y sus HCP. Aunque la génesis de la renuencia moderna a las vacunas es multifactorial, sus resultados son uniformes: un descenso de la demanda y adopción de las vacunas; una disminución de la cobertura con vacunas para niños y adultos; y un aumento de las enfermedades, brotes y epidemias prevenibles con la inmunización. La solución a esta crisis y el cambio de las personas, de la renuencia y el rechazo ante las vacunas a su aceptación y demanda activa, requieren una ...