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La piel es un componente esencial de la inmunidad inespecífica que protege al hospedador de los patógenos del entorno, por tanto, la transgresión de dicha barrera protectora representa una forma de inmunodepresión que predispone al individuo a infecciones. Las mordeduras y los rasguños de animales o humanos inoculan microorganismos que superan la protección que proporciona la piel y penetran en tejidos más profundos y susceptibles del hospedador.
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En Estados Unidos se registran cada año millones de mordeduras y heridas por animales. La mayor parte proviene de mascotas, como perros y gatos, grupo del cual se producen > 100 millones; se ha notificado que la incidencia anual de las mordeduras de ambos animales es de 300 por 100 000 personas. Otras heridas por mordeduras son consecuencia de encuentros con animales en áreas silvestres o en medios ocupacionales. Muchas de las heridas necesitan un tratamiento mínimo, si acaso, pero en un número considerable se desarrolla una infección que algunas veces es letal. En términos generales, los aspectos microbiológicos de las infecciones de las mordeduras reflejan la flora bucofaríngea del animal agresor, aunque también se introducen microorganismos de la tierra, la piel del animal y la propia víctima, además de las heces de los animales.
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Cada año en Estados Unidos, las mordeduras de perro representan > 4.7 millones, y son las causantes del 80% de las mordeduras de todo tipo de animales; aún más, 15% a 20% de estas se infecta. Cada año, 800 000 estadounidenses solicitan atención médica por mordeduras de perros y, de los sujetos lesionados, 386 000 necesitan atención en el servicio de urgencias; cada día hay > 1 000 visitas a dicho servicio y de ese grupo mueren casi 30 víctimas al año. Casi todas las mordeduras de perro son provocadas y las inflige la mascota de la víctima o un perro conocido; estos episodios ocurren a menudo durante los intentos de impedir una pelea de perros. Hay mayor posibilidad de que los niños, en comparación con los adultos, sean mordidos por caninos, pero la máxima incidencia es de seis mordeduras por 1 000 personas en niños de cinco a nueve años de edad. En ese grupo existe una frecuencia mayor de varones que de mujeres y la mordedura muy a menudo compromete una extremidad superior. En los niños < 4 años, 66% de todas las lesiones de este tipo incluyen la cabeza o el cuello. De forma típica, la infección se manifiesta 8 a 24 h después de la mordedura en la forma de dolor en el sitio lesionado, con celulitis que se acompaña de secreción purulenta y en ocasiones fétida. Si las piezas dentales del perro penetraron la membrana sinovial o el hueso, aparece artritis séptica y osteomielitis; también llegan a observarse signos sistémicos (como fiebre, linfadenopatía y linfangitis). La microbiología de las infecciones por mordeduras de perro suele ser mixta e incluye bacterias del género Pasteurella...