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El infarto agudo de miocardio (AMI, acute myocardial infarction) es una de las entidades diagnosticadas con mayor frecuencia en sujetos hospitalizados en países industrializados. En Estados Unidos, cada año 605 000 pacientes en promedio presentan AMI nuevo y 200 000 infarto recurrente. Más de 50% de las muertes por AMI ocurren antes de que la persona afectada llegue al hospital. La tasa de mortalidad intrahospitalaria después de ingreso por AMI ha disminuido del 10% al 5%, aproximadamente. La mortalidad anual tras sufrir un AMI se acerca al 15% y es casi cuatro veces mayor en ancianos (> 75 años) que en jóvenes.
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Cuando se valora por primera vez a la persona con dolor isquémico prolongado en reposo, el diagnóstico provisional es un síndrome coronario agudo (fig. 275–1). El electrocardiograma (ECG) de 12 derivaciones es un elemento de importancia decisiva en el diagnóstico y clasificación de pacientes, porque está en el centro de la vía de decisiones respecto al tratamiento; permite diferenciar a los pacientes que inicialmente presentan elevación del segmento ST, de aquellos que no presentan tal elevación. Se obtienen biomarcadores cardiacos séricos para diferenciar entre angina inestable (UA, unstable angina) e infarto de miocardio sin elevación del segmento ST (NSTEMI, non-ST-segment myocardial infarction) y valorar la magnitud del infarto de miocardio con elevación del segmento ST (STEMI, ST-segment elevation myocardial infarction). Los estudios epidemiológicos indican un cambio en el patrón del AMI en las últimas décadas: hay más pacientes que presentan NSTEMI comparados con STEMI. Este capítulo revisa la valoración y el tratamiento de personas con STEMI, en tanto que en el capítulo 274 se expone lo referente a la angina inestable e infarto de miocardio sin elevación del segmento ST.
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