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La función hepática puede valorarse a partir de diversos estudios bioquímicos, radiológicos e histopatológicos.
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Las pruebas bioquímicas, conocidas a menudo como “pruebas de función hepática”, pueden utilizarse para 1) detectar la presencia de hepatopatía, 2) distinguir entre los diferentes tipos de trastornos del hígado, 3) valorar la extensión de una lesión hepática conocida, y 4) vigilar la respuesta al tratamiento. Sin embargo, estas tienen sus limitaciones; no tienen sensibilidad y especificidad adecuadas, y pueden ser normales en pacientes con hepatopatías graves y anormales en casos con trastornos que no afectan el hígado. Las pruebas de función hepática rara vez sugieren un diagnóstico específico, y más bien hacen pensar en un grupo general de hepatopatías, como la hepatocelular o la colestásica, lo que es útil durante la valoración. El hígado lleva a cabo miles de funciones bioquímicas, aunque la mayor parte no puede medirse con facilidad con dichas pruebas. Los estudios de laboratorio cuantifican solo un número limitado de esas funciones. De hecho, muchas de estas pruebas, como las de aminotransferasas o la de fosfatasa alcalina, no miden la función hepática en absoluto, sino que detectan la presencia de lesión celular hepática o interferencias en el flujo biliar. Por eso, no hay una sola prueba que permita al médico valorar con precisión la capacidad funcional total del hígado.
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Para incrementar la sensibilidad y la especificidad, los estudios booquímicos se utilizan como una batería en la detección de hepatopatías. En la práctica clínica, las cuantificaciones utilizadas con mayor frecuencia son las de bilirrubina, aminotransferasas, fosfatasa alcalina, albúmina y tiempo de protrombina. Cuando más de una de estas es anormal o si la alteración persiste en determinaciones seriadas, la probabilidad de que exista una hepatopatía es alta. Si todos los resultados son normales, la probabilidad de haber pasado por alto una hepatopatía oculta es baja.
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(Véase también cap. 49) La bilirrubina, un producto de la rotura del anillo de porfirina de las proteínas que contienen hemo, se encuentra en la sangre en forma de dos fracciones: conjugada y no conjugada. La fracción no conjugada, también conocida como fracción indirecta, es insoluble en agua y se une a la albúmina en sangre. La fracción de bilirrubina conjugada (directa) es hidrosoluble y, por tanto, puede excretarse por el riñón. Se han informado concentraciones normales de bilirrubina sérica total entre 1 y 1.5 mg/100 mL con 95% de una población normal que cae entre 0.2 y 0.9 mg/100 mL. Si la fracción directa es < 15% del total, se considera que toda la bilirrubina es indirecta. El límite superior normal de la bilirrubina conjugada que se informa con más frecuencia es de 0.3 mg/100 mL.
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El aumento de la fracción no conjugada de la bilirrubina rara vez se debe a una hepatopatía. Un incremento aislado de bilirrubina no conjugada se observa sobre todo en trastornos hemolíticos y ...