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La experiencia de dolor es singular para cada persona y se afecta por varios factores, lo que incluye las experiencias previas del paciente con el dolor, el significado dado a éste, la angustia emocional e influencias familiares, sociales y culturales. El dolor es un fenómeno subjetivo y multifacético y los médicos no pueden detectar con fiabilidad su existencia o cuantificar su intensidad sin preguntar directamente al paciente. Una manera breve de valorar el dolor y la eficacia de la analgesia es pedir al paciente que califique el grado de dolor a lo largo de una escala numérica o visual (cuadro 5–4), valorando la tendencia con el paso del tiempo. Los médicos deben preguntar sobre la naturaleza, intensidad, horario, ubicación, características del dolor y los factores que lo agravan o alivian.
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El uso de las guías generales para el diagnóstico y tratamiento del dolor es la forma más adecuada de abordar el tratamiento de todo paciente con dolor, pero los médicos deben comprender que estas guías pueden no ser apropiadas para todo individuo. Debido a la complejidad del dolor, es importante comprender los beneficios y riesgos del tratamiento con evidencia creciente para cada paciente (eCuadro 5–1). Diferenciar entre dolor nociceptivo (somático o visceral) y dolor neuropático es esencial para ofrecer un tratamiento apropiado.
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