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El dolor, en general, puede controlarse bien con fármacos analgésicos opioides y no opioides, complementada con medidas auxiliares no farmacológicas y tratamientos intervencionistas. Para el dolor leve a moderado, el paracetamol, el ácido acetilsalicílico y los NSAID (también conocidos como inhibidores de la ciclooxigenasa) pueden ser suficientes. Para el dolor moderado a intenso, en especial el dolor agudo, en ocasiones es necesario administrar periodos cortos de opioides; para aquellos con dolor relacionado con cáncer o dolor por enfermedades avanzadas, progresivas y graves, suele ser necesaria la administración de opioides y pueden considerarse las modalidades intervencionistas. En todos los casos, la elección de los analgésicos debe guiarse por la atención meticulosa a la fisiología del dolor y los riesgos y beneficios de un analgésico particular.
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PARACETAMOL, ÁCIDO ACETILSALICÍLICO, CELECOXIB Y NSAID (INHIBIDORES DE LA CICLOOXIGENASA)
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En el cuadro 5–5 se proporciona información comparativa para paracetamol, ácido acetilsalicílico, celecoxib (inhibidor de COX-2) y NSAID. Una dosis apropiada de paracetamol puede ser tan eficaz como analgésico y antipirético como un NSAID sin el riesgo de hemorragia o ulceración gastrointestinal. El paracetamol puede administrarse en dosis de 500 a 1 000 mg por VO cada 6 h, sin exceder 4 000 mg/día como dosis máxima por un periodo breve de tiempo. La dosis total de paracetamol no excede 3 000 mg por día para su uso a largo plazo o 2 000 mg por día para pacientes mayores y aquellos con hepatopatías. La hepatotoxidad es un motivo particular de preocupación porque el paracetamol a menudo es un ingrediente de varios medicamentos de venta sin receta y por la incapacidad de cuantificar la dosis de paracetamol en fármacos combinados con dicho analgésico como en Vicodin o Norco. La FDA ha limitado la cantidad de paracetamol disponible en algunos analgésicos combinados (p. ej., en preparaciones con paracetamol y codeína).
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