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La alergia es una respuesta de hipersensibilidad mediada por mecanismos inmunitarios ante un antígeno externo, que se manifiesta por inflamación hística y disfunción orgánica. La manifestación clínica de la enfermedad alérgica depende de la respuesta inmunitaria previa, de la exposición al antígeno y de los factores del hospedador que tienen influencia genética, por ejemplo, la atopia. Los pacientes atópicos tienen predisposición genética a ciertos trastornos: rinitis alérgica (véase el cap. 8), asma alérgica (véase el cap. 9), dermatitis atópica (véase el cap. 6) y alergia alimentaria mediada por IgE. Aunque estos trastornos tienden a presentarse en familias que se designan como “atópicas”, cada uno de ellos puede ocurrir en un individuo sin antecedentes personales o familiares de crisis de atopia. Además, muchos trastornos dependientes de células cebadas y de IgE (p. ej., varios tipos de sensibilidad a compuestos químicos y fármacos, trastornos eosinofílicos, síndromes de estabilidad de los mastocitos, urticaria crónica) ocurren con frecuencia similar en personas atópicas y no atópicas.
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El tiempo de inicio de los síndromes alérgicos clínicos después de la exposición al posible alergeno es útil como marcador clínico sobre el cual puede establecerse un diagnóstico e iniciar el tratamiento. Las reacciones suelen ser inmediatas (en términos generales ocurren en < 60 min después de la exposición inicial) o tardías, apareciendo varias horas, días o incluso semanas después de la exposición al antígeno.